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El Ojo en la bala, cuarta entrega: Enrique Winter por Víctor Hugo Díaz

 

 

Piola

Enrique Winter

LP5 Editora, 2020

 

 

            Abre la caja y la cree vacía

            sin saber que al abrir la llena

            con su olor.

 

Igual inquietud desconcierta a turistas, secuestrados, prófugos y amantes antes de entrar por primera vez a una habitación cerrada. Esto también sucede con los libros, en mayor medida cuando se trata de poesía, porque en esta el vínculo entre escritura y lector exige ser más intensa y cómplice; olfateando lentamente con la cautela de quien toca.

 

Piola , la reciente publicación, en formato digital, del poeta chileno Enrique Winter (1982), se nos abre como una posibilidad de desplazamiento dentro de la ciudad clausurada. Esta resistencia se estructura sobre un imaginario dual que señala una puerta habitable donde los poemas, es decir lo escrito y su sentido, se materializan como un sistema orgánico y funcional; ambivalente y complementario. Una arquitectura escrita desde este lado de la manilla, de manera experiencial y tangible: Olor y nariz una sola cosa / un solo color nariz y brebaje.

 

Durante la lectura, se alcanza por tramos la ambigua y frágil certeza de estar en un hogar compartido y, al mismo cuerpo, en una pieza de motel parejero; dentro de esa Habitación doble sin referencias ni diferencia de transcurso, acotados por definición a un “no lugar” donde alguien Empezó a reducir su vida en cajas / y no eran muchas.

 

En esta decoración significante, bañados en una misma «agua discursiva», la guarida doméstica y un encuentro sexual efímero, comparten sus propiedades y características «virtuales»: a contraluz esferas de las que salen patas piernas brazos. Esa parece ser la percepción que este sujeto doble tiene de sí: con la mitad cubierta de la cara / continúa una sombra no es la suya.

 

El resultado es la proyección de un boceto sobreviviente, en donde los residentes tienen la posibilidad de elegir su silueta, de exhibirse por rutina en la pared del techo o sobre el telón intuitivo de lo que afuera podría acontecer: fragantes espejos el cofre de ahorros para el viaje

 

En Piola , la sucesión de elementos y sentidos va fluyendo hasta adquirir rapidez, como táctica desalojada y simbólica para “evadir la normalidad”. Aquí, la ilación de objetos, parásitos y voces constituye el impulso que, mediante aceleradas repentinas y virajes contra el tránsito, parece rebasar la respiración, la posición exacta que ocupa el lector y sus expectativas.

 

De este modo, la mirada plural se adelanta sorpresivamente entre las sábanas, de un verso a otro, con lo esencial necesario para la estadía; protagonizando una estimulante y espectacular encerrona de imágenes, lenguaje y observación, como si al dar el paso siguiente nos esperaran los hoyos hechos para pies más grandes , pero sin olvidar que, en poesía, llamamos a las cosas por su material:

 

                                                                                                        el librero con cremas

y los libros por el piso las figuras del alféizar y las blusas al sillón cama

le faltan las sábanas a la ventana las cortinas persas del clóset esconden

los zapatos y al de la habitación de arriba en pisos de estacionamientos

 

Esta vigorosa anticipación, equivale a una carrera de atletismo en que el ojo que habla, va siempre un latido adelante, materializando paisajes y personajes; donde permanecen en inminente desequilibrio la memoria, el presente, los encuentros, la despedida: alguien que en las vitrinas mire si aún lo siguen // de tanto huir se encontrará con quienes huyen.

 

Winter logra con este poemario un intenso resplandor textual, disparando su poderoso flash subjetivo en la opacidad interior del escenario urbano «puertas adentro», construido donde un árbol de pascua es posible / por la perspectiva del ojo ; pero poblado en simultáneo desde el afuera, cuando el sol deja mi piel como los muros / de las piezas que arrendaba. // y el ojo al fin distingue los grises de una vida gris / cuya belleza no es televisable.

 

En Piola , Enrique Winter logra establecer con afilada belleza la consolidación de una escritura que se instala en el vórtice del confinamiento activo, implementando una geografía estética de diseño propio, que intenta diluir las pausas rituales entre la tribu y el extrañamiento. En una situación de convivencia coherente que el texto consigue legitimar; dejando claro que Uno solo sostiene lo que suelta , mientras, en el vidrio de la ventana ella da la espalda al escenario / y me busca entre el público.

 

No cabe duda de que esta nueva producción “no pasará Piola” en la pantalla poética, colectiva y privada, actualmente en exhibición.

 

Santiago-Chile, enero de 2021

 

 

Piola : Cordel o cuerda delgada, típicamente usada para amarrar ( encerrar ) pequeños paquetes.

Pasar piola : Callado, tranquilo, hacer algo sin que se note, en calma, pasar desapercibido.

.

 

 

Poemas de Piola

 

 

DOS LAS PERSONAS

la mano de una es una araña

y en la cabeza de la otra teje

bien despacito

la telaraña de su pelo

el vello de los brazos y los muslos

 

la polilla es la piel que atrapa

                                                         con la lengua

 

un hombre bajo una mujer también son una araña

cuando no cada uno y con ella cantando

o de comentarista de los momentos previos las aceitunas

son ojos y en el velador echados a las hormigas

 

pueden ser esa hormiga ahora las dos personas del comienzo

las mismas de después que acunaron sus lenguas

a contraluz esferas de las que salen patas piernas brazos

 

o incluso una larva de la cuarta generación de mariposas

arriba para el día de los muertos

porque muertas están la mayoría

de las que en grupos emigraron norte

con las medias caladas noche y carne

 

no saben teclas apretaron

Actualizaciones no se mueven juntas como vértebras

 

o dedos en los lóbulos

y párpados cerrados del saxofón

como cuerdas del piano el pelo húmedo

por mientras nada más

                                                  sobre esta colcha

cuesco para los ojos de aceituna

 

vértebras y amanece

arañas suben los parlantes hormigas en el contrabajo

ella sentada dos hoyitos en la espalda y las cuatro trenzas

 

entre jaleros que hablan sobre jale

la segunda persona piensa en

la buganvilia y el ciruelo

en la primera de paseo por el parque percuten

amor sin plástico larva la oruga y alas

los pies pisándolas latidos perdices y bocinas

en telarañas de autos cruzan

bronces cerca de ahí están las cuerdas

de la nuca y la espalda

                                                         abiertas las vocales

en las bocas cerradas no entran moscas

cuando la certidumbre toma aire y emigra

 

la mayoría emigra por la noche

en que dos mariposas son de nuevo una

sus cuerdas apretadas como pasta oriental

instantánea la vibración de quienes

no pueden encontrarse como si no se conocieran

todos se oyeron desde antes

en otras cuerdas flojas los funámbulos

ya falta de un lugar tampoco

habrá un lugar común

                                  las aceitunas son los ojos

 

 

 

 

 

UNA HABITACIÓN

                           otra abajo llena de cajitas de madera o metal y un aro

cuelga collares una idea y aros también un gancho con pañuelos

                                                                                                                                     caen las

boas serpentinas cinturones de los palos en cruz a un reguero de baúles

y fragantes espejos el cofre de ahorros para el viaje

                                                                                               café en tazón calzones

negros por la regla las manos ordenan el cabello de peluquería sábado de

boda y bata roja sobre las chaquetas y sobre el corvo de la silla dobladas

como suplementos de un diario que no llega

la puerta caoba con pestillo

una mesa con el antiguo computador también las fotos y los recortes

de teatro en los muros y del tatuaje de estrellas

                                                                                                 por el sostén y su relleno

cambia de calzones y suspiros del cajón caen otros los mira por ambos

lados se calza uno hasta el ombligo de hoz baila al ponerse colonia pantis

el trípode con la cámara de fotos o de video

                                                                                                comenta que con ese abrigo

y esas medias color carne va a parecer judía y se pone una licra nosotros

los borincanos llamamos a las cosas por su material

                                                                                                                     el librero con cremas

y los libros por el piso las figuras del alféizar y las blusas al sillón cama

le faltan las sábanas a la ventana las cortinas persas del clóset esconden

los zapatos y al de la habitación de arriba en pisos de estacionamientos

 

 

 

 

 

LOS FOCOS DE LA CALLE ADORNAN

el ficus del departamento

un árbol de pascua es posible

por la perspectiva del ojo

 

de las hojas se escapa el verde

cuando les entra el marco blanco

donde es expuesto por su madre

 

y lo único nuevo es su ausencia

por la acumulación de fotos

y porque apenas pide riego

una vegetación con bordes

 

la evidencia de quien no fue

los amenazantes sonrientes

 

 

 

 

 

DIEZ POLINÉSICAS DE EDAD MEDIANA ACAMPAN SOLAS UNA VEZ AL AÑO

imitan el paisaje con diez cuerpos

 

te quiero porque sé que puedo irme

 

una contempla el horizonte sentada en una lavadora

viene de hablar con el asesino de su hijo

 

otra va rumbo a la boletería del tren no sabe si comprar asientos

mirando hacia delante para que los árboles se le acerquen

o hacia atrás para alejarse de su casa

 

el vecindario vencido

 

recuerda un disco línea por línea lo tararea

trece años sin escucharlo mientras hace memoria para encontrar las llaves

 

el pacto de los perros con los obreros ferroviarios

trae a los perros a las vías solo tras la puesta de sol

 

la tiene en sus rodillas y no parece su padre

 

es cierto me la paso durmiendo

pero solo te apareces cuando

 

es cierto las ventanas están abiertas

pero cómo saltar con estos mosquiteros

 

todos los trenes chocan

elije uno en el cruce al cual seguir como a un muchacho en el mercado

 

el bosque se le cae a un pozo de yeso y lo seca al tobillo

mientras otra de las diez dibuja el cementerio de mascotas de su lote

 

el viento impide abrir los ojos

gira y el sol es quien no deja

 

en la línea del tren las niñas juegan a dar vuelta un neumático

Sudán como sus madres

 

la última corre sobre un puente los pequeños pechos parecieran

salirse del vestido a flores trae su examen ya lo lejos

 

 

Colección Poesía para descargar:

Piola , Enrique Winter

http://lp5.cl/?p=2321

Enrique Winter (Chile, 1982) es autor de los poemarios Atar las navesRascacielos , Guía de despacho y Lengua de señas , de la novela Las  bolsas de basura y del álbum Agua en polvo , publicado en once países y cuatro idiomas. Traductor de libros de Dickinson, Chesterton, Larkin, Howe y Bernstein, ha recibido los premios Víctor Jara, Nacional de Poesía y Cuento Joven, Nacional Pablo de Rokha y Goodmorning Menagerie, entre otros.

 

 

Consulta la bala anterior:

El ojo en la bala, tercera entrega: Priscilla Cajales por Víctor Hugo Díaz

 

 

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