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El ojo en la bala, tercera entrega: Priscilla Cajales por Víctor Hugo Díaz

 

 

 

Mella

Priscilla Cajales

Overol – Chile – 2019

 

 

No le cuentes a los lectores

lo que ya saben de la vida.

Charles Simic

 

Todo elemento prosaico, pensamiento, significante previo o información, sintetizados y comprimidos hasta su máxima posibilidad de lenguaje, son incapaces en suma de articular poesía. Por el contrario, esta, en su naturaleza feral y expansiva, puede contener y generar toda la prosa, más aún, toda experiencia posible.

 

Este hecho, siempre estimulante, se confirma con Mella , la segunda publicación de la poeta Priscilla Cajales (Santiago de Chile, 1984); la que indica una puesta en escena de la autora notable, ratificando su tenacidad estética: su negativa al uso de lugares comunes y de dominio público, como objetivos de captura y exploración. Asumiendo como estatuto, el desalojo y extrañamiento, ante cualquier discurso pre cocido o etiquetado de contenidos y anterioridad; es decir, aquellos cuyo valor de cambio ya está asignado.

 

 

“Me gusta poner el oído cerca del cable

y sentir el ruido de la electricidad ”

 

 

En contraposición, esta voz blande desde el transporte urbano, observaciones propias y nítidas. Desplegando un imaginario ácido y refrescante, que no está limitado a “compartir” reflejos desde la capa más superficial y evidente de lo real. Es más, en su ejecución, esta escritura actúa como si los poemas fueran “rayones”, cometidos con instrumento punzante, sobre la pintura de un automóvil lujoso que no ha dejado propinas.

 

 

“Vivimos en su estómago

y los días son los ácidos

que nos digieren lentamente ”

 

 

En esta construcción, el mundo es legible como ruta e imagen. Aquí no se echa tinta, a nombrar y describir lo “ya tan visto” ; lo que sería equivalente a una voz inoportuna y obvia que, durante la exhibición de una película porno, insistiera en explicar al oído lo que ya se sabe.

 

 

“La mujer que nos atendió

vivía en una casa de una sola ventana ”

 

 

La memoria y la identidad social tienen una presencia tectónica en estas páginas, hay agitación latente; magma que busca cobrar deudas, mediante un acto colectivo, amplio y doble.

 

 

Por una parte, identidad como sujeto y espectador histórico, habitado por el hoy; y por otra, como escenografía del auténtico, vigoroso y atávico sentido de Clase ; demostrando que la verticalidad dictatorial, la esclavitud remunerada y el neoliberalismo en el lucro y las artes, no han hecho mella en esta hablante aguda, en su mirada cortante, Periféricamente central , que se hace tangible y frágil en este bello e intenso libro.

 

 

“Y es que tardamos años en construir este vacío

lo tejimos con calma

con la precisión de un ciego

que con una navaja quita la cáscara

de una manzana «

 

 

A mi modo de leer y cartografiar, creo que Mella viene a consolidar en este momento, un lugar visible y contundente dentro de la poesía chilena actual, por encima de esa sospechosa, tutelar y parcial denominación de origen “Escrita por mujeres”, apuntando a un contexto poético mucho mayor, más global y latinoamericano; desde una trinchera sustancialmente divergente, y ajena por definición, a la básica representación de ideas, alegorías, propósitos y temáticas, envasadas sobre estructuras y formas predecibles, asociadas a la versificación.

 

 

Con esta producción, Cajales interviene con cuerpo y palabra femenina; situándose en una posición rotunda, distintiva y autónoma: independiente y «libre» de género, edad o país. Plantándose como un eje donde se balancean y yuxtaponen sentidos, hegemonías y texturas; en diversas direcciones, ciudades y medidas.

 

Se podría entonces categorizar Mella, como un objeto corrosivo, vivo y transversal; al alcance del ojo. Material y vibrante. Definitivamente opuesto y diferenciado del Post panfleto representacional: el que propaga y contagia.

 

 

Ese, en donde la lectura filosa y una lengua avezada, no lograrían encontrar ni lamer nada más allá, de lo que pueden reproducir los caracteres y la tinta.

 

 

 

 

Muestra de poemas 

 

 

Pozo

 

 

¿Te acuerdas de Hans?

las paredes nunca han sido más áridas que en ese lugar, en ese verano

las calles nunca más estrechas ni los grifos más furiosos

 

 

¿Te acuerdas entonces de Hans?

del vestido de novia descuartizado para sacar jirones

de los cintillos pintados con témpera, los cintillos del NO

del parque O’Higgins

 

 

pollo con papas fritas y Bilz tibia

una caja con mercadería, la plata de las ventas

un viaje en micro que duró toda la vida

 

 

¿Te acuerdas entonces de Hans?

 

 

nosotros nos entreteníamos pintándonos los dedos de colores

nosotros nos pintábamos la nariz con témpera

 

 

y el pavimento a nuestra altura ardía

y veíamos un espejismo de lejos

 

 

 

 

Denis

 

 

se llamaba Denis y tenía 12 años

estudiante del colegio 286 en la calle Venancia Leiva de La Pintana

39 compañeros de curso, 8 profesores, 3 hermanos

 

 

la mañana del martes 6 de agosto del 93

lo encontraron colgado en el baño de su casa

 

 

una carta decía que se arrepentía de haber gastado la plata del gas

que lo perdonaran

 

 

yo no la pude leer

 

 

la mamá repetía lo de la carta en el velorio

nosotros hicimos guardia los dos días que duró

con uniforme, guantes, calcetas blancas

 

 

¿Te acuerdas?

 

 

yo solo recuerdo de él su estatura

era pequeño y de manos gruesas y blancas

siempre llevaba encima un sobre de jugo rojo

se echaba el polvo dulce en las palmas

lo humedecía con la lengua

 

 

nunca supe en qué se gastó la plata

debieron ser unos 11.500 pesos

 

 

el día del funeral pasó por fuera del colegio

todos salimos con pañuelos

a ver la fila de autos

 

 

 

 

desde un departamento la espalda de un hombre

 

I

 

 

podré decir más tarde:

de este recorrido conozco

hasta el último árbol

he calculado los tiempos

 

 

es verdad que ha cambiado

la hora en que se esconde el sol

aunque para cualquiera

sea un detalle

el reflejo de la luz

que de ir sentada en el asiento correcto

se posaría      en mis rodillas       insistente

 

 

 

 

trazo

 

 

desde hace tiempo que me vengo

mordiendo la cola

como ese juego de la serpiente del celular

 

 

o me corto en dos a la altura del ombligo

digamos que se trata de un asunto pendiente

 

 

en el fondo eras la piedra amarrada a mi brazo

a cuatro metros de profundidad

y un remordimiento que no cabe en el pecho

 

 

sabes, tuve miedo cuando te vi firmar

si el nombre está tachado a la mitad

o las líneas son delgadas y profundas

acusan a un golpeador

o a un suicida

 

 

 

 

 

gatos

 

 

las escaleras de esta ciudad están repletas de gatos

la infección y el abandono

los han dejado ciegos

 

 

ella vino esperando que nada pasara

y pasó el tiempo

 

 

como el hombre que se avergüenza

cuando uno más joven

le cede el asiento del metro

piensa en todas las piernas que le cruzaron la espalda

se baja la visera del jockey

y espera que el tren haga lo suyo

 

 

 

 

 

 

Priscilla Cajales.  (Santiago de Chile, 1984) es autora del libro de poesía Termitas (2009). Trabaja en el proyecto Editorial Hebra y colabora en el suplemento literario Grado Cero.

 

 

 

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