Ángel R. Nungaray
Los movimientos del ser
le confieren al cielo
renovación y soltura
(cada acto aquí
tiene un eco en la lejanía).
Por Raúl Aceves
Se trata de una poesía decantada, abstracta, antisolemne, refinada, donde hay una búsqueda de lo esencial, que merecería el calificativo de escritura ontológica o mística. Sus versos a veces se cristalizan en forma de cuasi-aforismos, y el uso heterodoxo de los signos de puntuación, como el punto y coma, y el subrayado con negritas, nos sugieren una pauta de lectura alternativa. Utiliza simbolismos e imágenes con un estilo tanto hermético, que invita a hacer un esfuerzo de desciframiento.
Unus mundus*
Ángel R. Nungaray
Los movimientos del ser
le confieren al cielo
renovación y soltura
(cada acto aquí
tiene un eco en la lejanía).
El cielo es un estigma
que predomina en el ser
(cada eco en la lejanía
se transmuta en un acto aquí).
El retiro se aproxima
fuerza generadora de cambios
Indicio que confronta
lejanía y certidumbre
Irse habitar
la permanencia
Es insostenible
el precepto
cuando el cuerpo
fluye
hacia su núcleo
Avanza el fuego
como réplica
de la cordialidad
como testimonio
de una esmerada labor
El fuego como la sombra
se disipan en la tierra
Avanza la tierra
se clarífica el movimiento
y la labor del hombre
Resguardo del clan
piedra primordial
base del orden
imperativa necesidad
de prolongarse
de asirse a la tierra
Generar la fuerza desde la unión
Generar el fuego
El fuego es el espíritu del clan
El cauce y su preponderancia
actúan como un ciclo de cielos
sobre la piedra que se vulnera
en el cumplimiento de la luz
por el impacto de los espectros
porque la invisibilidad del agua
es su liberación
La libertad no asiste a la dominación
sino sólo al deseo de fluir
Hay una cordialidad preeminente
pero la imagen no es clara
sucumbir sería retirarse
Cielo y tierra se encuentran
en una ley de seguimiento
Hay un seguimiento universal
en cada existencia
y ampara la dirección
que el caos posterga
Unificar
las aguas
La tierra
el límite
Centro
que ejerce
su dominio
El reino
se acerca
al monarca
Los súbditos
son el desplazamiento
La reunión
es la ofensiva
La raíz se precipita
(como la sed)
hacia los vestíbulos
de lo esencial
El fruto se eleva
sobre su despertar
rumbo a la claridad
y el remanso
de la madurez
La caída libera la obra
*Para Carl Gustav Jung “Unus mundus” es un término que se utiliza para referirse al concepto de una realidad subyacente unificada de la cual todo emerge y todo retorna.
Por Miguel García Ascencio
Los poetas en general son difíciles de leer. ¿Por qué? Porque su capacidad de abstracción rebasa la del común de las personas. Aprehenden con mayor lucidez los significados y los vericuetos de la realidad. Esta deficiencia en la mayoría la provoca la estructura educacional del país. No enseña a pensar. Los educandos o lectores entienden más pronto lo descriptivo-realista, la información básica o de academia. No siempre en un porcentaje ideal. Los ataranta el análisis. Cuando no los apoya un guía, una lectura “con manzanas”, se dan por vencidos. Unas segundas, terceras o más interpretaciones de un texto, los vencen y nunca los convencen del todo. Los derrotan y quedan exhaustos, por lo que prefieren cerrar los libros de poesía. También otros. El argumento lo oímos a diario: “escriben para un grupo de intelectuales’’. Verdad a medias.
Los noqueados ante la poesía, en general no comprenden que ésta, más que metáforas, figuras en sí, ritmo…, es metalenguaje: elaboración o reelaboración de nuestros significativos a través de los del poeta. Él propone y el lector dispone. Eso debería ser toda lectura de cualquier poema en cualquier persona: la oportunidad de recrear por conducto del creador leído. Ojalá que también fuese releído. Creación mental a partir de la escrita. A eso podríamos llamarle ensoñación. Esto ya lo dijeron otros. Entre ellos, Gastón Bachelard.
La dificultad citada la encontramos también en Ángel Rafael Nungaray, poeta que arriba a sus significados por intermediación del pensamiento: abstracción rotunda, examen riguroso, exigente análisis. El pienso y por lo tanto escribo poemas, es en él una verdad patente.
Esto precisa una aclaración: el que escribe, piensa, pero unos lo hacen a través del sentimiento (son líricos, según frase trillada de la preceptiva tradicional) y otros auxiliados por la filosofía, por el discurrir intelectual más que el amoroso o emotivo. Al menos este es el esquema convencional, que llevado a un examen profundo, no resulta eficaz. En pocas palabras, conceptos más que sentires emocionales, inteligencia más que corazón, análisis más que visceralidad.
En Nungaray el proceso creativo englobado ya, tal vez funciona de la manera siguiente: parte de los ojos, de la vista: “Lo vital se mira a sí mismo’’, sentencia en un verso, como la mayoría de los suyos, breve y en ocasiones aforístico. Junto con la “captación’’ del poema, haberlos “visto”, porque éste radica en el paisaje, que permite ir del concepto a su descripción poética. Ello hace que el poeta afine las palabras y las trasmute en esbozos, viñetas, bocetos y finalmente en cuadros. Miniaturas al óleo con la palabra.
En sus poemas interviene de ida y regreso, no solamente lo contemplado por nosotros, sino también lo que nos mira. Actúa una dialéctica de ver, de sufrir ceguedad, de permitir o no la visión y lo visionario, función de la poesía: ir tras una mirada de largo alcance.
Este ver el paisaje que nos circunda, remite a otro escondido y profundo: el de nuestro interior. De adentro a las afueras, en una digestión cognitiva que florece. Demonios o ángeles que huyen y retornan. Persuasivos, no martirizantes, pensadores sin amargor en las palabras.
Con esta afirmación es fácil concluir que este poeta trabaja mini cuadros por la parquedad de sus líneas o versos, las que dan pies a cerrar los ojos y a que amplifiquemos sus imágenes a ala dimensión deseada. Metáforas y conceptos en ocasiones difíciles, porque involucran campos semánticos que repelen, paradojas, contradicciones, contrasentidos en lo que el término encierra: ir contra el sentir generalizado.
Leer a este poeta invita a cerrar los ojos o dejarlos abiertos para entablar un diálogo de poema a lector. El autor habla, el lector contesta. Si puede o entrega su voluntad para hacerlo.
*****
La poesía de Ángel Rafael Nungaray, además de sus dosis de abstraccionismo, pide un lector con bagaje filosófico, para que logre leer las imágenes y aterrizar o amarizar con éxito. Ojo, mucho ojo: este poeta exige ojo-imaginación y pensamiento deductivo. No hay retrato del paisaje sin que intervenga el planteamiento filosófico. ¿Cuál? El que fuere. En este caso, el de la visión del poeta.
¿Entonces, a quién remitirnos para desanudar estos poemas breves, aforísticos? A muchos filósofos, pero lo recomendable es no acudir a ellos. Mejor releer el poemario y doblegar la aridez, buscar la transparencia del espíritu, el desierto inalterable, el síndrome del cansancio.
Ángel Nungaray(Guadalajara, Jal. 1968). Es autor de los poemarios: Estaciones de la noche (2002), En el vacío de la luz (2002), Morada ulterior (2004), Plexilio (2008), Escalar el vértigo (2009), Península apócrifa (2010) yExistir es alejarse(2014). Está incluido en las antologías: Poesía viva de Jalisco (2004), Muestrario de letras en Jalisco (2005), Los mejores poemas mexicanos (2006), Animales distintos. Muestrario de poetas mexicanos, españoles y argentinos nacidos en los sesenta (2006), El mapa poético de México ( 2008), Panorama de la poesía mexicana (2009) y Muestrario de poetas de Jalisco (2010).
Ha sido becario del Programa de Estímulos a la Creación y al Desarrollo Artístico de Jalisco, auspiciado por La Secretaría de Cultura y Conaculta, 2008-2009 y 2011-2012.