Una península en continuo desarrollo literario*

Adán Echeverría

 

¿Qué nos ha dejado la lectura de estos 12 autores nacidos en el sureste de este ombligo de la luna entre 1975 y 1996? Esperanza, libertad, diversidad, pluralidad. Un espacio para el reconocimiento de compartir las existencias. Reconocer al otro en el texto creativo. Porque es en la expresión escrita en donde la palabra dejará pasar el tiempo. Y es el tiempo el que al final pondrá en su lugar a todos los autores.

La península yucateca, es una planicie kárstica resultado de la meteorización de estas rocas calcáreas en que se sitúa el verde espacio de la selva subtropical. Los climas que nos brindan la vegetación permite que la mirada en una época viaje sobre paisajes verdes, lo mismo que para el espacio de los amarillos, cafés, y cálidos naranjas en que nos vamos presintiendo. Y desde Palizada, en lo más occidental de Campeche, hasta Chetumal, bajando por el Mar Caribe, y en aquellas islas que rodean la península, el universo es vasto. Sobre esta vastedad miran los ojos de los autores que nos abren el pecho y la pluma en esta ocasión. Y desde esa riqueza en que se distribuyen plantean sus esperanzas de comunicar el pensamiento, mediante la palabra escrita.

 

«MPL– ¿Cómo es ahora tu perspectiva de la poesía mexicana y en
especial de la yucateca,  luego de tu estadía en el extranjero?
(…) En Yucatán no está pasando nada que me llame la atención,
está igual que cuando lo dejé en 2013, hace no mucho. (…)
MPL– Entiendo. ¿Entonces cómo concibes ahora el futuro de la escena literaria yucateca?
Me parece que por el momento seguirá igual: la generación de los ochenta ya hizo lo suyo en Yucatán y ya están dados los nombres de los que están trabajando constantemente, que son los que aparecen en la antología Casi una isla, que se publicó el año pasado (2015). Estos autores, sin embargo, muy poco pudieron hacer por Yucatán (o acaso sea mejor decir: quisieron hacer). Muy poco, porque, a pesar de que el resto de la República conoce el nombre de uno o dos poetas yucatecos, no se interesa y desconoce realmente el panorama estatal.»

De una entrevista a Marco Antonio Murillo (nacido en Mérida, Yuc. 1986).

 

¿Qué nos ha dejado la lectura de estos 12 autores nacidos en el sureste de este ombligo de la luna entre 1975 y 1996? Esperanza, libertad, diversidad, pluralidad. Un espacio para el reconocimiento de compartir las existencias. Reconocer al otro en el texto creativo. Porque es en la expresión escrita en donde la palabra dejará pasar el tiempo. Y es el tiempo el que al final pondrá en su lugar a todos los autores.

La península yucateca, es una planicie kárstica resultado de la meteorización de estas rocas calcáreas en que se sitúa el verde espacio de la selva subtropical. Los climas que nos brindan la vegetación permite que la mirada en una época viaje sobre paisajes verdes, lo mismo que para el espacio de los amarillos, cafés, y cálidos naranjas en que nos vamos presintiendo. Y desde Palizada, en lo más occidental de Campeche, hasta Chetumal, bajando por el Mar Caribe, y en aquellas islas que rodean la península, el universo es vasto. Sobre esta vastedad miran los ojos de los autores que nos abren el pecho y la pluma en esta ocasión. Y desde esa riqueza en que se distribuyen plantean sus esperanzas de comunicar el pensamiento, mediante la palabra escrita.

En este documento hemos agrupado a 12 autores situados en estas regiones kársticas. Los paisajes, las esperanzas, las melancolías de sus espacios vitales. Voces frescas y llenas de novedad en las que pueden, queridos lectores, ir descubriendo qué cosa es Yucatán, cómo se mira Campeche, cómo se descubre Quintana Roo. Porque en estos autores, cuyas edades fluctúan de los 41 hasta los 20 años, se miran los espacios de comunicación en que pueden descubrir sus necesidades de comunicación que nos ayuden a descubrir ¿para qué están escribiendo?

El escritor necesita recrearse en su entorno, alimentarse de él, y conocer el pasado mediante sus lecturas. Esta dualidad experiencial es la que le impulsa a escribir, para llenar aquellos espacios de la literatura que le gusta abrevar. Para los autores nacidos en la década de los 80, encontramos la voz de cinco mujeres, cada una con sus búsquedas propias de voz y realidades. Para las mujeres nacidas en la década de los ochenta, Ángel Nimbé es la más joven. Nace en Campeche, y actualmente radica en Cancún, Quintana Roo, como una clara muestra de la continua movilidad existente en la península de Yucatán, y desde ese recorrer kilómetros de selva define su palabra poética: » Yo, Dios y soy gusano, tecla y tinta de otro dios más fuerte». En una antología apenas accedemos a un fragmento de la obra de un escritor. Justo es que los antologadores y los autores vayan poniéndose de acuerdo con qué fragmento podría ser representativo de su obra, porque el trabajo literario de los escritores evoluciona con el paso del tiempo, y las lecturas. Abrevan en la vida cotidiana, como en los libros que comparten, esa búsqueda de la felicidad como derecho inalienable en el cual parpadean los instantes de sus lecturas. En el fragmento que expone Ángel Nimbé se observa el trazo de posibilidades artísticas con los que se mira a la sociedad y la percibe. El sentir el abandono y la búsqueda interior que no termina de fracasar. El desahuciado hablante lírico de Nimbé no logra salir de la depresión que el mundo le impone: la niñez, la familia, los amigos, los otros, la vida toda: «Este recinto blanco me sofoca. Debe tener el sabor del abandono. Con esta esclavitud deben vivir los muertos.» La fallida esperanza que narra en sus poemas Nimbé, huele a derrota, a miseria, al abandono en el que uno se nutre cuando quiere llegar a lo más hondo de la tristeza. Uno percibe esa presencia marina, ese olor oceánico que rodea a la península. El espíritu de mar en el que la autora ha crecido, mar y religión como un viaje que se complementa en la actualidad de su mirada: «Vengo a ti como el rey de los ejércitos, para enfermarte como enfermé estas olas, provocar un nuevo amanecer aún más oscuro. Hay otro mar allá, tras esas sombras. Hay otro mar allá, cae en picada sobre la arista del cuadrado mundo.»

Habrá que evidenciar que la literatura no tiene genitalidad. El género del autor no debe seguir siendo una validación para la creación literaria. Toda vez que la literatura tiene como primer objetivo la comunicación de ideas; con base en la estética, que cada quien determinará por su habilidad lectora y su experiencia como creador, asimilando las estructuras que mejor impulsen sus creaciones. Lo cierto es que, el género es una creación social determinada con base en las significaciones de cada persona sobre los infantes. El desarrollo de la literatura actual, contempla la validación de dichos pulsos sociales, y no es sino la capacidad de asumir esa postura, como cada autor se nutre de su entorno, y puede desarrollar su actividad creativa y creadora.

Lo importante en este ejercicio antologador que hoy tiene usted entre las manos, es el mostrar el trabajo de estos 12 poetas, afincados en la península de Yucatán. Las diferentes posturas que cada uno recrea mediante su intelecto, su capacidad para asumir sus lecturas, y la asimilación del trabajo creativo en el que logra plasmar su pensamiento. La antología Karst, solo aspira a reunirlos, a entregar parte de su obra ante los ojos censores de amantes de la literatura. No tiene mayores pretensiones que validar a los autores como escritores actuales de esta sociedad que hoy convive en la conjunción de tres entidades federativas diferentes. Autores que se conocen entre sí, y que caminan un tiempo y que por medio de este trabajo ha sido posible retratar.
Abrimos con la excelente muestra poética de Daniel Medina, autor de capacidades claras para la metáfora y la construcción del significante en cada verso. Daniel Medina marcha atento sobre su voluntad creativa, diferenciando en el oficio de escritor el momento justo para la lectura pausada, y para la escritura como reflejo de la reflexión. Enseguida Ariel López nos narra la contemporaneidad con esa soltura con que todo joven platica hoy sobre las drogas, la muerte, la violencia como un juego de niños. Y así mismo presenta en sus poemas esa fresca voz juvenil que tiene mucho de grito, y esperanza a través de saber resistir y levantar la voz cuando hay que hacerlo: «Voltéate periodista de arena, / La playa se tiñe del calor de la tarde / y eres el ojo carnoso cuya pupila absorbe». Melbin Cervantes es el poeta que canta, el poeta que cuenta, el poeta que continúa su búsqueda por un lenguaje como persiguiendo al dios que hay dentro de las palabras, con la finalidad de encontrarlo y ser así mismo dios. Con la fatalidad asombrosa de matar al dios para ocupar su lugar como creador. La batalla que Melbin ha comenzado se puede paladear en sus textos: » Sobre ríos que no cesan / viaja el lenguaje.» El autor sigue sobre ese río, no navega en él, se deja arrastrar e incluso nada entre esas aguas buscando las orillas, buscando asentar el pie firme en la ribera. Ese perseguir el silencio que todo autor requiere, esa búsqueda que jamás cesa: «Apagada lámpara, / en el olvido de la noche, / es la esperanza».

Pasamos la hoja, y llegamos a la poesía de Ángel Fuentes Balam. Con dos obras en su haber, Fuentes Balam ha demostrado que la poesía es material para la fuerza del espíritu. Si alguien pretendiera decir que la poesía no sirve para nada, Fuentes Balam le escupiría al rostro porque para eso igual sirve el poema. Para escupirlo, para gritarlo, para golpear en la cabeza. Los poemas de Ángel Fuentes Balam nacen de la certeza de tener los pies claramente asentados en el suelo. Fuera los disfraces, fuera los trajes de corbata, hay que sangrarse los músculos, lastimarse los nudillos en la construcción del verso, así, con esa rabia: «Entre sombras / intento asir el volumen de una garganta que siembra / un antiguo horror entre los hombres con su grito / de impiedad y lumbre.»

La otra cara de la moneda poética la leemos en la obra de Ángel Augusto. Si Fuentes Balam es el fuego que todo lo consume, Ángel Augusto es la flama que sabe moldear el acero. Los poemas de Ángel Augusto son cantos y melodía, la mano que abre la bruma para dejar que la luz llegue a los jardines. Sus poemas son la naturaleza, la primavera que derrite las nieves e invita a la reflexión. Uno puede ver al poeta caminando en los jardines, junto a los riachuelos, con el pincel en la mano, dando color a toda la oscuridad que pudiera presentarse en el camino. El hablante lírico que Augusto construye, no solo porta la luz, es la luz que hace vivir a la rosa, la que hace brotar el agua de la roca. Y hasta de las tinieblas de la tradición y el erotismo, el autor enmarca la claridad de su espíritu: «Mi sexo soporta el peso abrumador de tus caderas / Como el peso del mundo / Como el peso de todo lo obsceno / Como el peso del gozo»

Damos vuelta a la hoja para entrar al mundo poético de Alejandra Sustersick. El trabajo de Sustersick planea entre el amor, el desamor, el erotismo, y la amistad inquebrantable. Las preocupaciones literarias de la poeta se perciben en la autoconstrucción del Yo. Cada parpadeo-poema es un espacio físico y lírico para que la imagen sea una parte del cuerpo. Su anatomía se encuentra desperdigada entre los versos de su obra, haciendo de cada poema una estructura corporal independiente en el que la autora enhila sus espacios vitales. La casa, la ciudad, el espacio abierto, el paisaje, los elementos de la naturaleza: fauna, flora, aire, agua, la energía se percibe en el trabajo que Sustersick nos presenta.

Manuel Crespo nos recuerda la voz poética de Fuentes Balam, al menos en la energía con la que se construye el discurso. En el poema de Crespo vemos otro espacio mental creativo. Como escondiera la mano izquierda mientras escribe el poema con la mano derecha, dejando la izquierda para nuevas oportunidades literarias de sacar el aullido. Crespo  es un autor empeñado en que la literatura sea balsa para sortear el río de la vida. Leer a Crespo es abrir el refrigerador, tomarse una cerveza, y leer con calma. Luego tirarse sobre la pareja y llenarla de besos y mordidas al por mayor.

Para entrar al trabajo de Daniela Eugenia debemos permitirnos la ensoñación. Desde su primer texto titulado ‘Matices’ la autora hace de la imagen su herramienta que invita a mirar con los ojos de la poesía el caminar del hablante lírico a través de la ciudad. Daniela podría situar su verso entre la poética de Ángel Augusto y Melbin Cervantes. La suavidad y la cadencia del verso se palpan y en ese vaivén prosódico se construye el sentimiento que termina por derramarse en la lectura.

La generación de nacidos en los ochenta cierra con el trabajo de Anel May y de María Jesús Méndez. Los temas de actualidad se presentan en ambas autoras. Los textos intimistas y confesionales de Anel, brincan en la crudeza de la sociedad que se retrata. ¿Qué somos los humanos sino los parásitos y la ruina de las demás especies? Aquello que no queremos ver terminamos por espantarlo de nuestro camino. Y desde ese espanto es de donde se convoca la realidad de la mirada de la autora. María Jesús Méndez en cambio intenta conciliar su individualidad con una sociedad en la que se sabe centrada. Busca dentro de su verso esquivar el encono social para caminar con la cabeza en alto sobre el discurso de su voluntad: «Por momentos, ingenua / me visto de sobreviviente.»

Esta reunión termina con el trabajo de Roberto Cardozo un autor que usa el texto poético de manera más coloquial. Aunado a sus influencias literarias, se ocupa de la actualidad, de los problemas y dramas cotidianos: «La noche te despedaza / te va desmembrando poco a poco.»

La constante en este grupo de autores acá reunidos es la libertad, la multiplicidad de pensamientos y la diversidad de ideas. La flama que no se extingue en la renuncia a lo establecido, a las autoridades. En Karst se deja constancia de esa muerte de dios, que es la muerte de todo aquello que pretende ser norma causadora de culpas, y se rompe con eso que busca doblegar a los espíritus. Los autores antologados, parecen renunciar a ser víctimas y a ser participes de odios. Se muestran resueltos a vivir y dejar vivir, a leer y dejar leer. No intentan establecer fricciones insanas de valores arquetípicos, sino que soslayan la imprecación del tiempo, sobre los pasados errores y se ríen de todo aquello que intente limitarlos. Tal cual lo ha apuntado Mario Pinda en su poema ‘Discurso de un ciudadano más’: «Camaradas / hermanos de huella / las calles nos pertenecen / Sangre quién sangre / (…) Basta de resistir / es momento de avanzar a la victoria de pasos interminables / No vamos a respetar los semáforos que impusieron los invasores / patadas al rojo hasta que sea verde / verde de nosotros // Camaradas / Descalzos y valientes / aplastemos las banquetas de los invasores / el asfalto es de nosotros / Recibamos el sol de la mañana     caminando / ni un paso atrás /  Sangre quién sangre.» El espíritu combativo es el que permea en las hojas de esta antología, ese mismo espíritu que se narra en la aulas, que se dibuja en el consumo de libros, obras de arte, filmes. Y sangre quien sangre, hay que seguir caminando, sin más temores a la noche y a la oscuridad. Los autores convocados en esta antología lo han ido descubriendo. Llevan el parásito de la literatura metido entre los ojos, contaminando su sangre. Y solo el empeño podrá decir a dónde habrán de llegar con este impulso que ahora se les brinda al reunirlos y sacarlos a la luz de otros lectores. Porque en Yucatán las antologías no han sido pocas. Las más recientes se pueden nombrar a partir de La voz ante el espejo, para continuar con Nuevas voces en el laberinto, y llegar hasta el trabajo de Casi una isla, para ceder paso a la que hoy tenemos ante nuestras manos.

La literatura en la península de Yucatán es de alta calidad y tiene exponentes tenaces y de gran constancia. Por ello podemos establecer que la década de los nacidos en los sesenta está representada en la poesía por Jorge Lara, José Díaz Cervera y Álvaro Chanona Yza. En la narrativa por Carolina Luna y Carlos Martín Briceño. La década de los setenta en poesía está representada por Lourdes Rangel y Ena Evia, y en narrativa por Will Rodríguez y Roberto Azcorra. Los nacidos en los ochenta están representados en poesía por Manuel Iris e Ileana Garma. Autores cuya obra poco a poco irá formando parte del corpus de la literatura yucateca. Y hay muchos más nombres a los que usted puede acceder con calma, y que nombrar nos llevaría algunas cuartillas.

Alzan la mirada, y frente a ellos se vislumbra el camino de una carrera literaria que tiene que ser recorrida. Ser escritor no es cosa fácil. Ser escritor no es un disfraz para agradarle a un selecto grupo de personas. Ser escritor es tener conciencia de la creación de personajes, historias que formarán un mundo diferente, a donde viajarán aquellos lectores que habrán de consumir un trabajo, en busca de hallarse a sí mismos. Ser escritor es una gran responsabilidad que tiene miles de recompensas diarias, en el conocimiento y la experiencia que implica la calma observación del mundo que nos rodea. Ser escritor es, incluso, una gran carga que pocas veces deja descansar. ¿Estás preparado para serlo? ¡Que el tiempo ponga en su lugar a los poetas! 

 

Poetas de la Planicie Kárstica: Escritores de la Península Yucateca en 2016 / Antología Reunida  por: Adán Echeverría y Mario Pineda / 12 autores nacidos entre 1975 y 1996

 

  1. Daniel Medina. Mérida, Yucatán, 1996.
  2. Ariel López. Guatemala. 1992.
  3. Melbin Cervantes. Cancún, Quintana Roo, 1991.
  4. Ángel Fuentes Balam, Mérida, Yucatán, 1988
  5. Ángel Nimbé. San Francisco de Campeche, 1988.
  6. Ángel Augusto Uicab. Mérida, Yucatán; 1988.
  7. Alejandra Sustersick. Mérida, Yucatán. 1985.
  8. Jesús Manuel Crespo Escalante. Temax, Yucatán. 1984.
  9. Daniela Eugenia. Mérida, Yucatán. 1980.
  10. Anel May Salazar. Mérida, Yucatán. 1980.
  11. María Jesús Méndez. Mérida, Yucatán. 1980.
  12. Roberto Cardozo. Yucatán, México. 1975.

* Hemos publicado en nuestra sección de poesía la selección a la que se hace referencia en este artículo en la siguiente liga: 
http://www.blancomovil.com.mx/index.php/contenidos/poesia/220-poetas-de-la-peninsula-de-yucatan-1975-1996

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