Un origen menos: poesía de Gerardo Escalante

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Es probable que haya sido yo el último en ver con vida a mi padre/ tendido sobre sábanas que ya no daban flores/ conectado a un estanque de vidrio para cultivo de algas/ o composta de laguna.

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Gerardo Escalante Mendoza (Ciudad de México, 1969). Egresado de la Facultad de Filosofía y Letras, de la UNAM. Ha publicado en La Jornada SemanalCentro Poético ; Lumbrera; Nuestra Tierra; Tres ventanas a la Literatura oaxaqueña (ant. Almadía 2005); Cuarto Poder,  Letra Viva entre otras.  Editor de Letra Viva Nuestra Casa, Umbral, La Gaceta (Oaxaca, 1997-2003).

 

 

 

 

 

Un origen menos

El parque

I

Es probable que haya sido yo el último en ver con vida a mi padre

tendido sobre sábanas que ya no daban flores

conectado a un estanque de vidrio para cultivo de algas

o composta de laguna.

(La cirugía)  Una pequeña reja de varillas sobre el abdomen.

un accidente en el pasado le dejó de recuerdo

una aneurisma en el meridiano del estómago

había perdido demasiada arena

dijeron los doctores

Las palabras de Carlos eran tan secas como la manzana de azufre

que iluminaba la habitación

una enfermera autorizó acercar una esponja con vinagre

(a una boca que clamaba algo de dios),

aunque, en honor a la justicia cristiana, sólo ofrecí una gasa de agua

con mi mano a quien me había traicionado

por una moneda de plata

Catorce años sin oírle decir una sola frase

una sola llamada. Vaya ni una foto.

Pero dejó una postal

puntualmente dedicada

por la muerte

El brillo de sus ojos pierde la ruta

La larva del mediodía desciende por los muros

Las grapas metálicas sobre la piel dejan entrever

desde sus cavidades

una negrura perfecta

II

repté los aros esmaltados

por los que atravesaban ellos,

entre ladridos y sonrisas

en la época de los grandes camellones

subí la escala del tobogán

y las resbaladillas de óleo

pero nunca me arrojé sobre su pendiente

alterando el vértigo

me habrían levantado el cargo por el

delito de infancia organizada

aunque debo declararme inocente:

fui cómplice de su felicidad,

no de la mía

 

Cerca de mayo

III

Me heredó el viaje constante,

el engaño,

el fraude y,

entre otras cosas taraceadas por el tiempo y sus frascos de vinagre,

el gusto por las mujeres.

Me sugirió, sin siquiera decirlo,

llenar con poemas mis páginas vacías

gastar el mundo   

vivir

en ninguna parte.

Todo eso y menos me enseñó mi padre.

Quemó su mundo una mañana. Partió

cuando las dudas aún no hacían muelle en mi espíritu

y me arrebató el paseo en el bosque. La cercanía.

Las voces,   

el método para las respuestas varadas en el horizonte.

Pero dejó una nota de ira en el camino

Las albas del hombre

A Juan Bañuelos

 

I

Los hombres beben un rostro amargo a las seis de la cantina

El equilibrio de un minuto

a veces la mística tardanza de la noche

congela las sílabas de su alegría

Siembro cigarrillos en las parcelas engrasadas de una mesa

Se hunden las palabras de los que aman

en el ramal de sus lágrimas

Osamentas del sueño salen a flote durante la inundación

de las horas

y sobre mi frente se extiende un horizonte

de naufragios

Mis ojos germinan sus preguntas en la madurez de la tristeza

Afuera, en la explosión de la distancia,

flores ardientes caen de la boca de los poetas

El amor acarrea sus rebaños

hacia la jaula

del murmullo.

II

Estrello sobre la pared del alba el envase del hastío

y rebautizo sus barcazas totémicas    

Pero no le digo nada a la poesía

porque para ella soy

la rama seca

el día de ruina

la casa de aire

el niño

III

Todo yo

amarilleo por dentro

es la luz saliendo en hojas

de mi tarde personal

La vida de alguien a las cinco en el velarde del día

sobre una vieja mesa de laca. Una mesa cualquiera.

Negra como uno de esos guitarrones de Morelia.

El licor derramándose desde la luna del recuerdo.

El aguardiente se incorpora a la piel de la alfombra

sobre una mesa (la que sea)

con vasos al borde

en los que un hombre ha vertido

su lamento

Después de la contienda

IV

ya me estaba pasando de la hora de la comida en el patio de los sacrificios

de mi sombra que aguarda fiel en el bocacalle

de la sed

de los días de deseo

del otoño y la delicada hermosura de sus escalinatas.

Casi me paso también de cerveza y de palabras.

 (Mientras no rebase el nivel medio de la última lluvia sobre el último valle

y sus apasteladas configuraciones de asfixia  civil…)

En tanto no pasemos de largo el encuentro el amor inpuntual de los poetas

ni su odio exacto

ni desoigamos nuestra conquista

su radiación

nuestros dos segundos de entropía histórica

ni la palmera enferma traída por los antiguos tartesos

No nos alejemos entonces de la puerta que nos parió y arrojó a la banqueta

a beber un poco de luna durante la dolorosa conversión

de /cocodrilo

a

poeta/

el que se arrastra para medir la pasión germinante

en las jardineras de lo cotidiano

V

El hombre que se oculta para olvidar la estación

y  beber de más y     hablar de más

del amor inexacto

del rechazo fiel y sus plantas palidecientes

del pentasílabo estrellaenalto:

Necesitaré más que la pérdida para robar poder del manto.

Pero si logro extraviar esta tarde

seré capaz de dejarlo todo

echar al hombre al pie de la puerta  

acaparar al hastío brindar por el encierro  

hundirme en las parcelas engrasadas de una mesa

y perder el grito.

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