Tres sorbos de café: Para leer en voz alta

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Tres sorbos de café

(Para leer en voz alta)

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Por César «Chico» González

Primer Sorbo

…¿hacia dónde camina El Caminante?… puedes cruzarte con él en cualquier calle y a cualquier hora… se le ve venir desde lejos, altísimo y flaco, echando humo interminablemente como un viejo tren que resuella y anda… se mira los zapatos como si el acto de caminar, de poner un pie delante del otro repetidamente, le produjera una enorme curiosidad…

…pocos lo recuerdan pero hace muchos años tenía otro nombre: Eldeloshelados; su nombre origina… entonces nadie se preguntaba hacía dónde iba; nos preguntábamos más bien si estaría o no a la salida de la escuela, en la puerta de la iglesia, a la mitad del parque… no es que fuera muy distinto a como es ahora, sólo que lo precedía un carrito de paletasencorvado siempre como un árbol que creció demasiado, unas manos imposibilitadas de tocar las campanitas del carro, por tenerlas siempre metidas en los bolsillos, como si tuviera frío; un frío que seguramente llevaba por dentro y que le ayudaba a mantener la temperatura de las paletas… lo único que le escuché decir alguna vez, con una voz que parecía venir de un abismo al centro de su pecho, en el que todo hombre atesora lo que le es más sagrado, fue:  —las de coco son las mejores—…

…luego desapareció varios años y regresó convertido en El Caminante… usa el mismo sweater café, igual de

viejo y arrugado que él; unos pantalones de color indefinido, de burócrata, de empleado de correos, de maestro de tercer grado; de alguien a quien le da lo mismo andar vestido o no y sólo lo hace para que lo dejen en paz cuando sale a la calle… alguien que está infinitamente solo, porque no tiene a nadie que le diga que no puede salir a la calle con esos pantalones… nadie sabe hacia dónde camina El Caminante y nadie se pregunta en qué naufragio perdió el carrito de paletas…

…un día gris en el que inexplicablemente nadie vino al parque,  lo vi pasar y me fui siguiéndolo… no era difícil; caminaba despacio y bastaba levantar un poco la mirada, para ver a la distancia la nube de humo de su cigarro… ¿hacia dónde camina El Caminante?… ¿hacia la tienda de Doña Concha, hacia la casa de masajes de Madame Sazú, hacia el puesto de quesadillas de Doña Lolis, hacia la nada?… uno de los grandes misterios de mi vida estaba por desvelarse… El Caminante dio la vuelta a la esquina y todo indicaba que en efecto su destino era la nada… allí sólo había calles, filas interminables de casas, banquetas, árboles… era ya una caminata larga y yo me estaba alejando como nunca de mi centro de operaciones… las calles empezaban a volverse desconocidas cuando El Caminante pareció apretar el paso y a lo lejos, en mitad de la nada, como un espejismo, se leía un cartel sobre el zaguán de un local comercial: “Paletería La Michoacana”…

…El Caminante entró al local y salió sonriendo… mordisqueaba lo que puedo asegurar, era una gélida, nívea y suculenta paleta de coco… entonces una voz extraña que parecía venir de un abismo al centro de mi pecho, completó una frase que aquella vez El Caminante no pronunció:  —son las mejores—…

Segundo sorbo

…lo malo en declarase de izquierda es que siempre habrá alguien que se declare más izquierdoso que tú… entonces serás desde indeciso, tibio o moderado, hasta vendido, infiltrado o traidor;  pasando por todos los matices dependiendo qué tan a tu izquierda se encuentre el otro izquierdoso en cuestión… para evitar eso y puedas pasar a ser compañero, camarada o compa, tu izquierdosismo debe acercarte al izquierdoso que está a tu izquierda… maniobra que seguramente te alejará de otro izquierdoso que antes era tu compañero, camarada o compa pero que ahora se encuentra menos a la izquierda de lo que tú estás ahora, lo que lo convierte automáticamente en un maldito moderadoindecisotraidor… y así, sucesivamente…

Tercer Sorbo

…cuando era niño me perdí en el supermercado… en realidad no me perdí yo, que estaba justo donde me habían dejado; se perdió mi mamá… yo estaba contemplando un refrigerador inmenso, repleto de jamones, salames y salchichas de esas que parecen pulgares de niño chiquito… ella, mi madre, se había puesto a conversar con una vecina copetona que hacía sus compras a esas mismas horas y que conducía su carrito en sentido contrario… yo estaba absorto en mi contemplación y de pronto, a diferencia del dinosaurio de Monterroso, mi madre ya no estaba allí… cuando eres chiquito la gente piensa que un buen porcentaje de tu mundo lo abarca tu madre y que su desaparición implicaría algo semejante al fin del mundo… no era mi caso… mi pequeño cerebro de seis años comprendió de inmediato la magnitud del acontecimiento… lo que para cualquier otro habría sido una hecatombe, para mí iba a ser una epopeya… no había nadie en los alrededores, ningún impedimento físico, ético, filosófico o moral que detuviera un ataque frontal, directo, inescrupuloso y ciego a los paquetes de salchichas… procedí con la eficacia del depredador… como el paquete se resistía desgarré el plástico con mis pequeños caninos de leche… victoria al fin… esas salchichas eran tan deliciosas como se veían, aderezadas además con el primer shot de adrenalina de mi vida… mis felicitaciones al chef… terminado el paquete sentí sed… conocía ese supermercado como la palma de mi mano así que me encaminé a la sección de jugos… Jumex de durazno fue mi elección… ¡ah! excelente cosecha…

…llegó la hora del postre… me deslicé hacia otro refrigerador que contenía flanes y gelatinas… estaba hecho un pequeño Nosferatu sorbiendo el caramelo de mi primera víctima y consideraba seriamente abalanzarme sobre una segunda, cuando una sombra se abatió sobre mi… la sombra la producía mi madre que había dejado de estar perdida y me abrazaba bañada en llanto sin importarle que le dejara el saco manchado de caramelo… me abrazó como nunca antes, me besó las mejillas y amorosa me dijo: —hueles a salchicha— … no recuerdo si mi madre tuvo que pagar por mis tempranos arrebatos trogloditas, o si fueron cortesía de Aurrerá… lo que sí ocurrió es que desde aquel día, estuvo muy atenta y jamás se volvió a perder… a veces pienso en qué habría pasado si no me hubieran encontrado nunca… yo estoy seguro que habría sobrevivido feliz muchos años, porque conocía perfectamente y de memoria el camino de vuelta a la sección de salchichonería…

El poso del café

…cuando dos se encuentran siempre hay uno que piensa que fue casualidad…

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