Tres Sorbos de Café
(Para leer en voz alta)
Por César González “Chico”
Primer sorbo
… — ¿pero por qué tendríamos que leer y por qué veinte minutos? preguntó…
… al principio no entendí… llevaba un rato hablando acerca de los libros que me gustan y disertaba acerca del amor pasional que les profeso todavía a Milady de Winter y a Yolanda Morgan, la hija del corsario negro, cuando levantó la mano…
… — ¿pero por qué tendríamos que leer y por qué veinte minutos?…
… preguntó sin premeditación ni alevosía aunque sí con ventaja, porque la acompañaba una turba de ciento cincuenta adolescentes iguales a ella, con cara de estarme haciendo todos la misma pregunta…
… soportar a más de dos adolescentes en una misma intersección espacio-temporal pertenece, parafraseando a los profesionales del eufemismo educativo, a mis áreas de oportunidad… ya no se diga si además debo intentar comunicarme con ellos…
… — la lectura no pertenece al deber, pertenece al placer… es una forma de la felicidad y no se puede obligar a nadie a ser feliz de tal o cual manera, le respondí… ¿quién te dijo esa idiotez de los veinte minutos?…
… señaló algo a mi espalda… me di vuelta y vi que al fondo del escenario proyectaban un cartel promocional inmenso con el actor Diego Luna en pose de Fred Astaire, sosteniendo un libro entre las manos y con una leyenda que decía: «Lo que importa está en tu cabeza, lee 20 minutos al día»… firmaba el Consejo de la Comunicación, Voz de las Empresas…
…— mierda, dije sorprendido… el micrófono que lamentablemente funcionaba a la perfección amplificó cada sílaba…
…también a mi espalda pude ver los rostros desencajados del director de la escuela, de varios maestros, de algunos padres de familia, del licenciado no sé qué, que luego supe era responsable de llevar la campaña de leer 20 minutos a las escuelas, de la maestra de piano, del profesor de deportes, etc, etc… todos estaban allí… estaba también mi amiga Elena, quien me había hecho directamente la invitación…
… —vente un día a la escuela para que les platiques a mis alumnos de tus libros, a ver si algo se les pega… tenía una mano sobre la boca como apagando un grito y negaba levemente con la cabeza…
…se hizo un silencio largo e incómodo… yo miraba absorto la versión gigantesca de Diego Luna, el presidium me miraba amenazante, Diego Luna miraba fijamente su libro y en el auditorio resonaba la última palabra dicha por el ponente: mierda, mierda, mierda…
…—pues me parece, dije al fin, que independiente de lo que diga Diego Luna aquí presente, nadie debería leer si no quiere; ni siquiera veinte minutos… un murmullo de tensión recorrió el auditorio…
…—dirán ustedes que cómo es posible que en un evento de fomento a la lectura les aconseje no leer… pues ese es mi consejo; no lean si no quieren y sobretodo no permitan que nadie los obligue a hacerlo porque les está quitando la posibilidad de querer después… pero sí les digo que quienes no leen, se pierden una de las formas más exuberantes de la felicidad, de la belleza, del placer y de lo que significa ser humano… dicho esto termino, buenas tardes…
… no hubo ovación; unos pocos aplausos tímidos, saludos de protocolo en el presidium, un diploma que ponía mi nombre sin acentos y la mirada gélida de Elena que no ha vuelto a hablarme desde entonces…
… salía yo en derrota rumbo al estacionamiento cuando un muchachito rubio y gordito me alcanzó corriendo y se me puso delante…
… — oiga ¿y esa Yolanda Morgan era guapa?…
…— no te imaginas, le dije…
… no todo está perdido, siempre hay un justo en Sodoma, pensé…
Segundo sorbo
… — ¿C, cuál es tu libro?…
… la pregunta no encerraba generosidad alguna… en realidad era una trampa más de esas con las que la escuela hace todo lo posible por hacerte odiar los libros…
… el profesor E olía extraño, imposible determinar a qué exactamente; era una mezcla entre grasa de zapatos, humedad y mal aliento… a veces también olía a sopa de fideos… tenía unos ojos de ratón que miraban a través de unas gafas gruesas de carey y parpadeaba todo el tiempo como si la luz del mundo lo lastimara… casi no se le veía el blanco de los ojos…
… — ¡C, carajo!, ¿cuál es tu libro?, me apuró…
… — el 37 profesor E…
… — ¡Ah!, Benito Pérez Galdós, “Los Duendes de la Camarilla”… una delicia, te va a encantar…
… había una biblioteca pero todos los libreros estaban cerrados con llave… la llave la tenía el profesor E colgada del cuello con un listón rojo, como si se tratara de la llave que abría el cinturón de castidad de su puta madre…
… la mente obtusa del profesor E había desarrollado un extraño sistema para determinar qué libro debíamos leer; una suerte de lotería apocalíptica en la que sumaba tu número de lista con la fecha, a lo cual se le restaba el número del libro que habías leído la semana anterior… ese te tocó y ese leías…
… —bueno analfabetas, ya saben, resumen de tres cuartillas para la semana que viene… disfruten…
… —me cago en Benito Pérez Galdós, le dije a mi amigo A en el recreo, no pienso leerlo…
… —tienes suerte; a mí me tocó “La Economía de América Latina en el siglo XIX”…
… —ese me tocó a mí la semana pasada, dijo F que se había unido al grupo… y ahora “Las Vidas Paralelas” de Plutarco…
… yo no había leído uno solo de los libros que me imponía la esquizofrénica lotería del profesor E y mi calificación corría peligro, pero ya me había cagado públicamente en Don Benito Pérez Galdós, así que claudicar y leer “Los duendes de la Camarilla” ponía en peligro mi honor…
… intentando rescatar mi calificación y mi honor, tentando a la suerte, escribí un muy digno resumen de “Los Duendes de la Camarilla” en versión libre del célebre narrador C… es decir, lo inventé todo… ni una sola línea de ese resumen tenía nada que ver con lo que el buen don Benito escribiera, pero me quedó tan bien y lo leí con tanto aplomo que el profesor E me felicitó… así descubrí, confirmando mis sospechas, que el tortuoso profesor E no había leído ni madres y que escribir podía ser muy divertido…
… —señor C ¿título y autor de su libro por favor?…
… se llamaba L y era lo más hermoso que un moconete de cuarto año como yo había visto jamás… llegó de pronto, sin previo aviso e inició para mí el largo ciclo en el que me enamoraba de mis maestras… dijo que venía a sustituir al profesor E que había enfermado de escorbuto, tripanosomiasis africana, leptospirosis o alguna enfermedad extraña y merecidísima… dijo que como pensaba continuar sobre la línea marcada por el infausto profesor E teníamos que leer un libro a la semana… sacó la llave –no sé si eso de que la sacara de lo profundo de su escote fue real o imaginario- y abrió los libreros de par en par…
…—bueno muchachos, ahí están los libros, dijo, tómense su tiempo y escojan con cuidado… cuando hayan elegido vuelvan a su lugar…
… yo la miraba fascinado y muy, muy a lo lejos, como en un sueño, escuchaba su voz pasando lista y tomando nota de los libros que habían escogido mis compañeros…
… — ¿señor C?, ¿señor C? me miraba sonriendo… ¿usted es el señor C?
…—sí, yo soy, perdón… estaba distraído…
…— ¿no me escucha?, ¿me puede dar por favor el título y el autor del libro que escogió?…
…—sí, claro, dije; con la emoción de quien intuye que está por comenzar un largo viaje… Moby-Dick, la ballena, de un tal Herman Melville…
Tercer sorbo
… mi peor pesadilla es una en la que pierdo la memoria… me miro al espejo sin reconocerme y vivo en una casa en compañía de extraños… he olvidado el nombre de las cosas y para qué sirven… me encuentro de pronto mordisqueando el jabón y sacudiendo los muebles con el gato… salgo a caminar en una ciudad desconocida en la que todo el mundo me conoce… todos parecen saber cosas de mí; mi nombre, mi dirección, tal vez mis oscuros secretos… cosas que yo ignoro, que alguien tendría que contarme de mí mismo… como a aquel famoso guitarrista de jazz que estuvo en coma muchos años y que cuando despertó no recordaba nada… tuvieron que explicarle que solía ser guitarrista y que tocaba jazz… al final el tipo tuvo suerte y terminó tocando mejor de lo que lo hacía antes de entrar en coma, pero nunca nadie supo si volvió a reconocerse cuando se miraba al espejo…
…ayer escribí sobre mi sombra para no morirme del susto si pierdo la memoria; para explicarme que ese no soy yo, que esa mancha oscura y deforme que me sigue a todas partes arrastrándose por el piso y restregándose en las paredes no es mi exacto reflejo, sino sólo la sombra de la sombra que soy en mis pesadillas sin memoria…
… ayer escribí cinco o seis cuartillas sobre tus ojos para jamás olvidarlos, para saber siempre que sirven para mirarme en ellos y para que no se me olvide nunca que los hice llorar…
El poso del café
…hay quien apaga el amor como se apaga la luz, como se cierra el grifo…dichosos ellos…para mi es una lucha contra el incendio, contra la inundación.