Tiempo tan diferente al tiempo

Julieta Jaramaro

 

Si tuviera que definir a Hugo Gutiérrez Vega (Guadalajara, 1934) lo definiría con el epígrafe de Manrique que abre el poema «Mujer dormida»: Nuestras vidas son los ríos…

Porque pareciera que en Gutiérrez Vega la vida es así: tiene la fluidez de un río que viaja al mismo ritmo del corazón que palpita.

Mujer dormida es testigo de ello: poema de treinta y cuatro versos que abrazan de manera fluida no a la mujer que duerme, sino al hombre que es testigo de ello y devela cada instante que ocurre en ella.

Julieta Jaramaro

 

I

Si tuviera que definir a Hugo Gutiérrez Vega (Guadalajara, 1934) lo definiría con el epígrafe de Manrique que abre el poema «Mujer dormida»: Nuestras vidas son los ríos…

Porque pareciera que en Gutiérrez Vega la vida es así: tiene la fluidez de un río que viaja al mismo ritmo del corazón que palpita.

Mujer dormida es testigo de ello: poema de treinta y cuatro versos que abrazan de manera fluida no a la mujer que duerme, sino al hombre que es testigo de ello y devela cada instante que ocurre en ella.

En este poema hay elementos recurrentes en la poesía de Gutiérrez Vega: hay una casa, hay un aire que rodea la construcción. Pero también hay un dejo de esperanza cuando dice:

 

Veo tu puerta cerrada
y el balcón entreabierto,
siempre abierto,
para librarte de los malos sueños.

 

Y es que el poeta sabe que siempre existe una segunda manera de entrar con el amado: segundas puertas en construcciones y en el cuerpo. Y el heroísmo: rescatar a la amada de los sueños que perturban porque sí, el amor (o al menos un amor “verdadero”) – por antonomasia – tranquiliza al ser.

El Yo poético se desplaza en la escena hasta posarse en el cuerpo entre las sábanas y es testigo de la vida que lo rodea a partir de la respiración lenta que siente.

Las sábanas son el simbolismo, también, de aquello que está cubierto y que, sabemos, esconde algo que quisiéramos entender o acariciar. Las sábanas como símbolo de lo oculto y lo deseado.

 

También lo natural cumple su curso
La sangre cumple su trabajo
y transcurre sin prisa
por tus sienes
para que tú te duermas.

 

Sabemos que el poeta le habla a la amada desde el cuerpo pero desde lejos. No hay necesidad de despertar porque en su contemplación algo parecido al amor florece entre ellos. No es necesario estar despierto para saber lo que se siente.

Y en esa ruptura del pensamiento, en esa justificación de la realidad, el poeta también observa hacia afuera, reflexiona en los Otros que están afuera y en ese otro Tiempo que nos obliga a ceder a veces a una realidad inesperada.

 

Ese tiempo tan diferente al tiempo
que nos manda a la calle
y nos dicta sus leyes

 

Pero es el mismo tiempo el que obliga a que todo pase como pasan los ríos.

 

II

El desnudo es un cuerpo que crece en la habitación de la amada. El desnudo como un ser que la habita. El cuerpo dormido refleja esa paz que es imposible de interrumpir y el poeta se siente vencido:

 

Me voy sin hacer ruido.
Te dejo en el país
construido por el sueño.

 

La escena, ese cuadro con técnica desconocida. El hombre que permite el descanso de la amada y siente la paz. Saberse derrotado por la tranquilidad. Un cuerpo sonríe cuando alguien se marcha, se va como un río. Y el elemento de la fugacidad, también muy de Gutiérrez Vega, de nuevo aparece encarnada en


Los ángeles del otoño,
con un dedo en los labios.

Y estos seres le orden a la vida que no despierte a la amada porque sí Nuestras vidas son los ríos.

 

III

Hablar de Hugo Gutiérrez Vega es hablar de un río: de esa fluidez y de esa fugacidad. De la templanza y de la imagen que se construye y se reconstruye en sí misma. La poesía, lo dijo él mismo, es su manera natural de expresión. Todo así. Como un río que fluye.

 

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