Simone de Beauvoir: “No se nace mujer, llega una a serlo”

Aralia López González

 

Simone Lucie Ernestine Marie Bertrand de Beauvoir (1908-1986), nació el 9 de enero de 1908 en el Montparnasse, entre famosos cafés donde se reunían Modigliani y Picasso, y la fiebre modernizadora de los tranvías de vapor y de los nuevos edificios urbanos. Fue hija de Française Brasseur y de Georges Bertrand de Beauvoir, ambos provenientes de familias de la alta sociedad de banqueros, aunque luego venidas a menos. La brillante vida social es interrumpida por la guerra de 1914 -1918, y sufren estrecheces económicas. 

Aralia López González

 

Simone Lucie Ernestine Marie Bertrand de Beauvoir (1908-1986), nació el 9 de enero de 1908 en el Montparnasse, entre famosos cafés donde se reunían Modigliani y Picasso, y la fiebre modernizadora de los tranvías de vapor y de los nuevos edificios urbanos. Fue hija de Française Brasseur y de Georges Bertrand de Beauvoir, ambos provenientes de familias de la alta sociedad de banqueros, aunque luego venidas a menos. La brillante vida social es interrumpida por la guerra de 1914 -1918, y sufren estrecheces económicas. Simone es instruida en el catolicismo acendrado de la madre; pero después de una larga etapa de misticismo, a los 14 años sufre la angustia de perder la fe y asume que no existe, más allá de la muerte, ninguna vida eterna, sino que sólo existen las terrestres y temporales existencias individuales. Empieza a escribir un Diario, actividad que no abandonará nunca, y desde entonces superará todas sus crisis vitales y también las colectivas mediante la escritura. Rebelde desde pequeña, advierte los valores hipócritas de su contexto social y cada vez se separa más de los convencionalismos familiares. Descubre su soledad en ese mundo pero se afirma identitariamente luchando contra las mistificaciones y entregándose a su vocación intelectual y literaria. En 1926 saca su diploma de Literatura con honores. Continúa sus estudios de filosofía que termina en la Sorbona, instrumentando así su ambición de ir comprendiendo el mundo desde una perspectiva de totalidad. La rodea, también, el ambiente rebelde y cuestionador del surrealismo. En aquel primer cuarto de siglo, ya se oían voces femeninas que proclamaban el derecho de las mujeres a rechazar la maternidad, si así lo deseaban, propiciando además la igualdad política, social y cultural entre los sexos y formas nuevas de relación de pareja y de vivir la sexualidad.

En la Universidad, igualmente, se pone en contacto con el pensamiento político de izquierda y con el entusiasmo por el psicoanálisis, teoría que rechazará en cuanto a la construcción de la subjetividad en mujeres y hombres en El segundo sexo. Continúa escribiendo su Diario e inicia una novela, mientras prepara su tesis sobre Leibniz para optar por el máximo título académico de catedrático. Pero de ella no se aparta el sentimiento de soledad y la convicción de ser muy diferente a los demás. Decide entonces salir de su extremo aislamiento intelectual e introspectivo para incursionar en bares, fiestas, actividades sociales diversas al mismo tiempo que descubre su erotismo. Rompe sus últimos prejuicios con el que dirán y se empeña en deshacerse de las limitaciones supuestamente femeninas, para constituirse como un ser humano y libre. Ahora, es el escándalo de su familia pues “vive peligrosamente”. Escribe en su Diario: “Quiero la vida, toda la vida. Me siento curiosa, ávida, ávida de arder más intensamente que nadie, sea cual sea esa llama”.

En 1928, alrededor de los 20 años, entre los escasos candidatos a la cátedra de filosofía, había un grupo famoso por sus audacias intelectuales y sus desafíos a las costumbres. Algunos de ellos son Jean-Paul Sartre (1905-1980), Paul Nizan y René Mahen. Este último se hace gran amigo de Simone y es él quien le pone el mote de “Castor”. Así la seguirá llamando para siempre Sartre, a quien a su vez le decían “Cobra”. Un año después, Simone de Beauvior es la primera mujer en Francia que logra lo impensable: impartir clases de estudios superiores de filosofía en un Instituto de hombres. Es decir, enseñar como autoridad académica al “sexo fuerte”. Pronto dejará la casa familiar para vivir sola e iniciará su ininterrumpida relación amorosa e intelectual con Sartre: la más extraordinaria historia de amor en libertad del siglo XX; modelo paradigmático de pareja para los y las jóvenes más arriesgados de México y de Latinoamérica durante las décadas de 1960 y de 1970. Sartre no se cansaría de decir hasta su muerte lo siguiente: “Lo maravilloso de Simone de Beauvoir es que posee la inteligencia de un hombre… y la sensibilidad de una mujer… Es decir, que encontré en ella todo cuanto podía desear”.

La vida y producción de Simone de Beauvior y de Jean-Paul Sartre, no se entiende sino considerándolos como una pareja. Al modo de un universo intelectual y amoroso que en un complejo juego de espejos, se retroalimentaron solidaria y críticamente. Alianza excepcional de dos eminencias que dominó política, cultural y moralmente, medio siglo de Francia y del mundo, desde la perspectiva filosófica del existencialismo ateo, cuyas premisas éticas descansaron en las nociones de libertad, autenticidad, responsabilidad y compromiso en lo individual y en lo colectivo. Acompañados de la admiración y del escándalo removieron destructiva y constructivamente la racionalidad de la conciencia occidental, extraviada en la ruta de las dos grandes guerras mundiales.

Simone de Beauvior reparte su quehacer intelectual y creativo entre la literatura y el ensayo político y filosófico existencialista. Pronto es reconocida como una exitosa novelista. La invitada en 1939 fue su primera novela. La siguió en 1945 La sangre de los otros, sobre la guerra. Esta novela logró 32 ediciones. Entre sus ensayos sobresale “Por una moral de la ambigüedad” de 1947. Alrededor de 1940, mientras Alemania invade a Francia, Beauvior comienza a preguntarse en qué medida es mujer o no lo es. Esta inquietud sobre su identidad sexual y genérica gesta su magna obra intelectual, El segundo sexo. Ya he dicho que era una escritora de éxito. Su novela Todos los hombres son mortales, escrita entre 1943 y 1946, la dedica a Sartre, quien afirmaba por entonces: “el hombre es una pasión inútil”. Esta novela tuvo una gran recepción y fue reconocida por los críticos como la gran novela metafísica del Existencialismo. En ella, mediante el protagonista Fosca cuya vida transcurre durante diez siglos, reflexiona sobre la condición humana y concluye que aunque el tiempo pasa, los seres humanos no cambian porque no parecen desear la felicidad.

Sin embargo, no será sino hasta junio de 1949 con la publicación del primer tomo de El segundo sexo, del cual se vendió 22 000 ejemplares en una semana, que Simone de Beauvior impacte mundial y revolucionariamente en las Ciencias Sociales y Humanas de su tiempo. En noviembre del mismo año sale el segundo tomo y vuela también de las librerías. Con esta obra tremendamente polémica el escándalo estalla: las “buenas” conciencias la califican de abyecta e indecente. El Vaticano la incluye en el Índice de libros prohibidos. Pero ya será imposible desconocer el nombre de Simone de Beauvior. El segundo sexo se tradujo al polaco, al hebreo, al sueco, al árabe, a muy diversas lenguas. En inglés aparece en 1953. En español se publica en Argentina aproximadamente en 1952. En España tardará en editarse debido al franquismo.

Era pues comprensible el escándalo que produjo El segundo sexo, pues entre otras cosas, describía, explicaba y exploraba históricamente la sexualidad de las mujeres incluyendo el lesbianismo. Cuestionaba, además, el matrimonio y la maternidad como único destino de la mujer, naturalizado con base en lo biológico entendido bajo el prisma sexista de la ideología patriarcal. No obstante, para otros y otras, con esta obra había nacido la Filosofía del Sexo, y constituía una liberación tanto para mujeres como para hombres. El segundo sexo es una obra existencialista que instrumenta una metodología transdisciplinaria, enorme y novedoso anticipo del modo de abordar el conocimiento en la actualidad. Incorpora, acepta y cuestiona al mismo tiempo, acervos de conocimientos científicos como de las Ciencias Sociales y Humanas. Incluye la Antropología cultural en su vertiente del estudio de los mitos, en especial aquellos que han nutrido y nutren la creencia en una supuesta esencia femenina o “eterno femenino”. En cuanto existencialista y precursora del Feminismo contemporáneo que surge a fines de 1960 y tiene su auge durante 1980, Simone utiliza también su propia experiencia de vida y anticipa la reflexión feminista sobre el cuerpo y la sexualidad de las mujeres como fundamentos teóricos de una nueva epistemología. Los cuerpos y las conciencias son sexuados, y se configuran culturalmente en términos de la concepción de los géneros femenino y masculino y de la normativa heterosexual.

Es mucho lo que le debemos a esta monumental obra, base de los estudios sobre la mujer e incluso de los estudios de género más actuales que introducen también los de la masculinidad. La originalidad de El segundo sexo consistió en 1949 en proponer una puesta en cuestión acerca de las ideas adquiridas sobre lo que era ser hombre o ser mujer; con base en justificaciones supuestamente naturales de carácter esencialista. Ella declara: “Nada de lo que ocurre al hombre es natural, porque su presencia pone al mundo en tela de juicio”. Todo esto, condensadamente, lo expresó en esa luminosa y desafiante declaración con la que inicia el segundo tomo de El segundo sexo: “No se nace mujer, llega una a serlo”.

Sin embargo, no olvidemos que no será sino hasta 1972 que Simone de Beauvior se identifique con el movimiento feminista. Antes, como militante de la izquierda política con bases marxistas, abordaba los problemas de la desigualdad sexual y genérica desde la perspectiva única de la lucha de clases. Esto no impidió, no obstante, que El segundo sexo se convirtiera inmediatamente en la Biblia del Feminismo en Europa, Estados Unidos y en América Latina. En México, el pionero feminismo de la también filósofa Rosario Castellanos estuvo marcado por El segundo sexo en su obra poética, narrativa y ensayística. Entre otras escritoras latinoamericanas, debe señalarse los nombres de: Clara Silva de Uruguay; Silvina Bullrich y Beatriz Guido de Argentina; Albalucía Ángel y Fanny Buitrago de Colombia; Yolanda Oreamuno y Julieta Pinto de Costa Rica; Josefina Plá de Paraguay; Lupe Rumazo de Ecuador; Rosario Aguilar de Nicaragua; Rosario Ferré de Puerto Rico, y un extendido etcétera.

Finalmente, en cuanto a los estudios académicos sobre la mujer, también en América Latina, éstos se formalizaron a partir de 1980. En ellos se lee obligatoriamente El segundo sexo como un clásico vigente. Y comento que clásico, según Italo Calvino, es un texto que nunca termina de decir lo que dice.

 

Compartir

Otras cosas que podrían interesarte