Por Gabriel Mosches
En el rio de cemento habitaban incontables peces
de desconocido origen y con incierto destino
deambulaban
vomitando y tragando seres
de todos los tamaños
que se agitaban.
El sol se reflejaba en su metálico pelaje
pero a diferencia de los cardúmenes marinos
estos peces
si se alejaban de su recorrido
chocaban con estruendoso encuentro
y los seres que los habitaban
perecían exhalando líquida esencia
Los metálicos se retorcían de mil formas diversas.
Se alimentaban de la sangre de la tierra,
llenaban el aire de pestilentes aires que ennegrecían
las hojas de los arboles y los pulmones de sus habitantes.
Seguían succionando el fuego liquido