Problemas de lectura y escritura: Cuento y Novela

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Por Juan Antonio Rosado

COLUMNA TRINCHES Y TRINCHERAS

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Antes de deslindar géneros preponderantemente narrativos, como el cuento, la novela corta y la novela, no debe confundirse el ámbito de la escritura con el de la lectura. El escritor que se concentra en una sola trama, es decir, en un solo hecho, puede generar elipsis temporales o espaciales que hagan que el lector infiera que existen hechos detrás o hechos paralelos. Cuando hablamos de novela, e incluso de novela corta, podemos implicar dos o más tramas paralelas o entrecruzadas, pero una de ellas no necesariamente se halla enunciada en todos sus detalles. En un cuento puede haber multiplicidad de hechos enunciados, no desarrollados o inferibles, pero el género cuento como tal sólo admite una trama. Si intentamos desarrollar dos o más, puede suscitarse un error estructural: el desarrollo trunco de uno o varios sucesos. Entonces, valdría la pena convertir ese aborto de cuento en novela corta, desarrollando las dos o más tramas, ya sea de forma entrecruzada o paralela. Si se desea hacer un cuento con una multiplicidad de hechos truncos, éstos pueden ocurrir de manera introspectiva en la mente del personaje, que podría estar sumergido, por ejemplo, en un delirio. En tal caso, el monólogo con secuencias introspectivas sería la base: el cuento tendría que estar estructurado como flujo de conciencia y la trama principal se reduciría al personaje que piensa o imagina tal multiplicidad de hechos. Así estructuré mi cuento «La importancia del condimento», contenido en la antología El miedo lejano y otras fobias. Tal estructura permite que el cuento aparezca como sucesión casi interminable de hechos truncos que se suceden de forma continua en el flujo de conciencia.

Ahora bien, de cualquier forma se trataría de un experimento, ya que se sale de los parámetros considerados «tradicionales» de la cuentística, aunque sea posible. Lo importante es que funcione, y si la intención es proporcionar una sensación vertiginosa, cumple su cometido. Pero el cuento tradicional se concentra en una trama, aunque se pueda aludir de manera indirecta a otras no desarrolladas. Una novela, en cambio, admite digresiones, tramas trenzadas o paralelas, así como otros géneros y discursos intercalados. Si no existe de hecho la pureza en el arte, la novela es de verdad —como lo afirma Sabato— uno de los géneros narrativos más impuros.

En cuanto al ámbito del lector, allí puede interpretarse o completarse muchos huecos que de modo deliberado se dejaron en la escritura; no obstante, debe recordarse que la mejor interpretación integra los elementos textuales e incluso extratextuales tácitos o implícitos en el ámbito narrativo. Una mala interpretación agrega elementos no implicados. Es cierto que cualquier obra contiene elementos extratextuales en apariencia, pero no lo son, sino que están allí de forma tácita: pueden inferirse. Un ejemplo: si en un cuento pongo a dos personajes que cargan un baúl y lo ponen en una carroza tirada por caballos, no tengo que decir que se trata del siglo XIX o XVIII. El contexto es un elemento extratextual tácito: está allí. Muchos elementos extratextuales inexistentes en el mundo representado pueden provenir de la subjetividad del lector. Hay lectores (malos) que no toman distancia de lo que leen; al contrario: pretenden identificarse con el personaje (carismático o no) o con las situaciones. En narraciones muy sicológicas lo anterior es insensato.

Consideremos, por último, que no puede ponerse todo en una novela y mucho menos en un cuento. El error de muchos cuentistas novatos es que desean meter todo o muchas tramas o hechos en un género que se caracteriza por su intensidad, concisión y economía lingüística. En tal caso, yo aconsejaría que escriban una novela corta y no un cuento. La diferencia es estructural y no de cantidad de páginas.

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