Prisión estatal de Piedras Negras

38208473_10216386586438848_437379845719064576_o.jpg

 

Por Maximiliano Cid del Prado

 

38208473_10216386586438848_437379845719064576_o.jpg

 

Tienen los presos una gata a la que aman.

Indiferente y orgullosa la felina se pasea por los talleres

en donde los reclusos hacen su jornada.

En ocasiones los mira desde lejos retorciéndose en el piso

con sus ojos de lagarto.

En los días calurosos, 

la gata aparece dormida en la litera de algún hombre.

Al despertar

el animalito se estira en un espasmo perezoso

entre las piernas de un convicto.

Un día nefasto

la gata llegó al taller maullando locamente.

Un alacrán la había picado.

Luego de unos minutos de agonía,

murió ante los ojos de los prisioneros.

Uno de ellos,

aquel que cometió los actos más salvajes,

tomó a la gata y la enterró en el patio.

Un par de hombres hicieron guardia

bajo el sol del mediodía.

Otros, se escondieron en sus celdas

a llorar amargamente

como se llora la muerte de la mujer amada.

 

Compartir

Otras cosas que podrían interesarte