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Prácticas feministas

 

Por Francesca Gargallo Celentani

 

En México, el inicio de la visibilidad de la más reciente cresta feminista lo marcó la organización de la marcha del 24 de abril de 2016, cuando “todas las mujeres” fueron invitadas a salir, en sus ciudades y lugares, para consignar su “hartazgo”. No se apeló a grupos, personalidades, ni se reconocieron dirigencias. La marcha fue “llamada” de manera autónoma, sin pedir fondos a organizaciones, universidades ni partidos, por una veintena de colectivos y algunas individuas que no pretendían representar a nadie. Al unirse para exigir una respuesta a autoridades omisas ante la violencia en contra de las niñas y mujeres demostraron que las mujeres no están enemistadas entre sí. A la vez, expresaron la necesidad de reapropiarse de los espacios públicos que la violencia .callejera y organizada, la criminalización de la protesta y el intento de imponer una cultura tipo de-la-casa-al-trabajo-del-trabajo-a-la-casa para quien no tiene los recursos financieros para la vida nocturna han arrebatado a las mujeres. Las dos consignas más coreadas desde entonces en las manifestaciones feministas son: ¡Vivas nos queremos! y ¡Si tocan a una, nos tocan a todas![1]

El día de la marcha la activista y columnista colombiana Catalina Ruiz-Navarro lanzó la etiqueta (hashtag)  #MiPrimerAcoso, publicando en su twitter: «¿Cuándo y cómo fue tu primer acoso? Hoy a partir de las 2pmMX usando el hashtag #MiPrimerAcoso. Todas tenemos una historia, ¡levanta la voz!». En el giro de tres horas en todo México 100 mil mujeres denunciaron en 140 caracteres el primer acoso que habían sufrido, muchas de ellas en la primera infancia, por familiares, transeúntes, conocidos, maestros, compañeros, en casa, en la calle, en el transporte público, en la escuela, en los centros deportivos y aún en las iglesias de adscripción de sus familias.

La idea de la etiqueta le vino a Ruiz-Navarro en Sao Paulo, en Brasil, donde las feministas brasileñas le contaron del #PrimeiroAsseido, creado por la organización Think Olga en octubre de 2015 a raíz de comentarios sexistas en Twitter sobre Valentina, una niña de 12 años que participó en un programa de cocina en televisión. En octubre de 2017, la estadounidense Alyssa Milano viralizó la campaña de denuncias por acoso al mandar un mensaje por twitter instando a las mujeres a narrar sus experiencias para demostrar la naturaleza extendida del comportamiento machista, a raíz de las acusaciones de abuso sexual contra el productor de cine Harvey Weinstein: “Si todas las mujeres que han sido acosadas o agredidas sexualmente hicieran un tuit con las palabras “Me too” podríamos mostrar a la gente la magnitud del problema”.

Desde entonces el hashtag #MeToo ha sido utilizado por más de quince millones de mujeres en 85 países, por lo cual el Parlamento Europeo celebró una sesión especial, así como el Capitolio y la oficina de Gobierno Británica. En Canadá y en Suecia se cancelaron programas de televisión por denuncias contra sus presentadores. ¿Qué sucedió para provocar una respuesta tan masiva acerca de un problema muy conocido y normalizado? ¿El hartazgo femenino había encontrado su momento para expresarse a raíz de las marchas contra el feminicidio y las diversas expresiones de violencia sexo-genérica de las jóvenes feministas nuestroamericanas? En realidad, ya en 2006, una feminista comunitaria afroestadounidense, Tarana Burke, había usado la expresión Me Too (Yo también) en la red social Myspace  para promover “empoderamiento a través de empatía” entre mujeres negras que habían experimentado abuso sexual, particularmente en las comunidades más desfavorecidas.

Las denuncias de acoso regresaron a México el 21 de marzo de 2019, con la etiqueta  #MeTooEscritoresMexicanos, a raíz de una denuncia específica contra un autor, lo cual originó más denuncias contra hombres, tanto escritores como periodistas, fotógrafos, cineastas y académicos, durante todo el fin de semana. Le siguieron etiquetas contra periodista y fotógrafos y el #MeTooAcadémicosMexicanos donde las denuncias recayeron sobre profesores de cualquier universidad, carrera y edad, algunas reclamando que las instituciones no actúan porque el acoso está totalmente normalizado. El acorralamiento, persecución o descalificación de las alumnas frente a los alumnos, por parte de profesores que no soportan que las mujeres sean mejores estudiantes que los hombres, fue también un tópico que salió a relucir en más de una ocasión.

Quince días antes del #MeTooEscritoresMexicanos, en ocasión de la marcha por el Día Internacional de la Mujer, en uno de los cruces de calles más transitados del continente, rodeadas por una valla compacta de viejas feministas y defensoras de derechos humanos del colectivo Marabunta, de una decena de transeúntes voluntariosas y de algunas críticas del arte militantes como las hermanas Hijar, un equipo de mujeres fuertes y jóvenes del Frente Feminista Radical, la Colectiva Crianza Feminista y Marea Verde, con cascos, arneses y palas descargaron sorpresivamente de un camión mal estacionado en el carril de ciclistas y sembraron frente al museo de Bellas Artes de la Ciudad de México un “Antimonumento contra el Feminicidio” de aproximadamente tres quintales y casi cuatro metros de altura. Al terminar la marcha, la valla fue engrosada por las compañeras de una batukada, cantantes, bailarinas, madres de las mujeres víctimas de feminicidio y desaparición forzada y feministas diversas que decidieron quedarse a resguardar a sus compañeras.  Unas jóvenes  activistas, entre chistes, resaltaron que ninguna profesora se había apersonado para sostenerlas o, simplemente, enterarse de qué se trataba la acción ¨…….

¿Qué sucede después de la denuncia, en efecto? ¿Las mujeres se sienten mejor, obtienen una gratificación, justicia o quedan expuestas a ser revictimizadas? ¿Los denunciados asumen responsabilizarse de sus acciones aceptando atención psicológica, reeducación feminista, prácticas de reparación o quedan simplemente expuestos a las más estrafalarias decisiones administrativas, que van de defenderlos, fingir demencia o despedirlos en caso de que necesiten dejar vacantes sus puestos? Denunciar lo vivido como injusto es un primer paso para romper con el sometimiento y hacer que se acaben las desigualdades estructurales del patriarcado. Dado que la denuncia es un paso (de ninguna manera es un fin en sí)  revela las formas humanas de quien lo da, pues señala a una persona capaz de violentar a las mujeres, a la vez que busca aprobación y apoyo de las mujeres que aún no han sufrido violencia o que no se han atrevido a denunciarla. Puede provocar nuevas relaciones así como crisis frente a la no aceptación de la verdad de quien se atreve a hacer pública una condición de maltrato machista, abuso o violación. Las mujeres básicamente buscan que los perpetradores reconozcan que son culpables, lo logren decir, y actúen de manera que valoren en sus relaciones sociales, la palabra, el trabajo, la condición de las mujeres para no repetir su agresión. Las denuncias por twitter y por escrache no siguen la vía legal,  apuntan a lazos de despatriarcalización de los propios cuerpos entre mujeres, reclaman el “Yo te creo, hermana”, pero corren el riesgo de moralizar las relaciones heterosexuales.

 No queda claro qué tipo de justicia piden las denunciantes de los diversos #MeToo, aunque  exigen la no repetición del daño. La etiqueta #NoEsNo, en particular, pretende poner freno al irrespeto de la negativa femenina ante un requerimiento masculino de cualquier tipo: las críticas a nuestra indumentaria y los comentarios sobre nuestros cuerpos, la manera de llamarnos, las letras de las canciones que nos dedican, los mensajes que nos envían, los textos que nos imponen en la escuela, la discriminación en los deportes, las restricciones que no alcanzan a los hombres, además de la evidente necesidad de que los acercamientos sexuales son permitidos sólo cuando ya un consentimiento explícito.

Las denuncias no judiciales pueden ser acciones de sanación contundentes, pues actúan en lo social. Posibilitan que a raíz de ellas los hombres asuman la violencia denunciada y actúen en consecuencia, considerando que las mujeres tienen el derecho irrestricto a protegerse primero. No obstante, enfrentan a las denunciantes a la posibilidad de quedar expuestas a venganzas o de ser ridiculizadas. Qué hacer después de la denuncia es una pregunta que sigue en el aire tanto como si es necesario presentar siempre en el ámbito público una denuncia. La preocupación por la libertad personal de las mujeres y su creación de formas alternativas de enfrentar la violencia patriarcal no pueden ser ajenas al feminismo. El diálogo entre posiciones diferentes debería ser considerado enriquecedor, sin embargo, son muchos los casos de cerrazón a los cuestionamientos y de agresividad hacia quien disiente con las ideas o posiciones ideológicas hegemónicas en los discursos feministas. Hablar de hegemonía en grupos casi marginales suena contradictorio, pero hay ideas dominantes e incuestionables en su seno. Pienso por ejemplo en la virtual imposibilidad de cuestionar la veracidad de una denuncia porque el mandato grupal es creerle siempre a la denunciante. Creerle a una mujer cuando denuncia acoso es, en efecto, parte de su defensa, reafirma su valor y le otorga una protección y una fuerza que viene de las mujeres. Sin embargo, ¿eso se vale también en el caso de las policías del metro que acusan a los hombres que fotografían o graban los abusos policiacos de haberlas acosado para descalificar su testimonio?

[1] La invitación a todas las mujeres a marchar fue acompañada de la invitación a usar los hashtag (o etiquetas) #24AMx #MareaVioleta #PrimaveraVioleta y #VivasNosQueremos, para compartir cualquier material que se realizara durante la marcha. Igualmente compartieron #MiPrimerAcoso para compartir las experiencias que acomunan a las mujeres en la cultura de la violencia patriarcal. Cuatro mujeres, Minerva Valenzuela, Mar Cruz, Cynthia Híjar  y Lulú Barrera, ofrecieron una conferencia de prensa a título personal el 20 de abril de 2016 para informar sobre las dinámicas de la marcha, sus puntos de partida y los recorridos de Ecatepec y de la Ciudad de México, en el centro cultural La Gozadera. 

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