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Poemas de Mercedes Reynoso (Baja California Sur, 1990)

Mercedes Reynoso

 

Paradoja

 

Voy tras las almas libres,

como caballos desbocados

hacia el acantilado.

Voy tras el aire

de sus pasos,

la sonrisa ajena

que dispara mil historias

en mi almohada.

Mercedes Reynoso

Paradoja

Voy tras las almas libres,

como caballos desbocados

hacia el acantilado.

Voy tras el aire

de sus pasos,

la sonrisa ajena

que dispara mil historias

en mi almohada.

Busco los ojos

que despiertan

mi sueño,

los que buscan horizontes

e imposibles,

los que aman

lo austero

de un atardecer.

Voy tras las almas

que no voltean atrás,

se dejan llevar

por una brisa casi perpetua

que despide

sus propios aromas.

Y huelen a tierra húmeda,

a café recién hecho

y sábanas mojadas.

Huelen a verdad

y un misterio exquisito

que me mantiene despierta.

A revolución.

A paz.

Huele a mar viejo

sobre piel ceniza.

Voy tras esas almas libres

que no se percatan

de la sombra que les sobra.

Y los miro de lejos

con ojos de ensueño,

porque vuelan alto

y solas,

sin ataduras.

Y también sin mí.

 

 

 

Erótica

 

Voy buscando

con tus labios

cada parte de

mi cuerpo.

Atravesando

el sonido

con tus manos.

Voy erosionando

los  bellos de mi piel

con tu suave soplar.

Inventando formas

con tu lengua

húmeda.

Me estremezco

con la sonrisa cómplice

que te imagino

al beber mi sexo.

Mi espalda se erige

a tu medida,

inventa un mar estrellado

para navegar.

Y tomas mi cadera

(timón-madera)

y te inventas

un océano por delante,

y soy sirena

en marea brava.

Con cánticos

que guían

tu travesía.

Para terminar

encallada

en tu pecho rocoso,

con la humedad salada

de la noche.

 

 

Manta

 

He transformado mis arrecifes

en cuevas subterráneas

de piel y hueso,

cada coral es ahora

un poro abierto,

y me sala la lengua

de una flor voracea marina.

Se escucha

mi romper de olas

contra la roca suave

que es tu espectro,

la silueta leve

de gua dulce

y caña.

Se han apagado los astros

para dejarme plena

gravitada

lunática

con tu sopor de alba.

Cada peñasco

que son mis huesos

fueron también expuestos

a tus fauces.

Bucéame hasta lo perdido

para encontrar cada forma

de abrazarte con mi oleaje.

Respira el susurro

y bucea hondo.

Encuentra un secreto

escondido entre las cuevas

entre las cascadas marinas

que no cesan,

que no acaban

y nos terminan.

 

 

Sexting

 

Sexting barato de 10 megapíxeles,

corre tras la pantalla,

¿No tienes más para ofrecer?

Seduces lánguido

tras tu aparatejo

de cristal,

como piernas de días

sin depilar,

así

transparente.

No me apetecen

tus palabras encendidas,

con sabor a tipografía

gastada,

las que malviven su corta vida

entre versos digitales

monosilábicos.

Detén ésta inmediatez

de correr mi sangre

y háblame de tu latir.

Solo para ver qué tan fuerte

te cojo.

Sexting barato de 10 megapixeles

y el wiffi inerte,

como el cartero despistado

de antaño.

Un “visto” es la cruel estupidez

rebotada  en la cara del soñador.

Tu notificación esclarece esa

estupidez .

Sexting barato a las 2 de  la mañana.

Y mi mano avara

reta al pensamiento

al ritmo del tecleo,

mientras mis piernas

se reducen a un par de montañas

dejando entrever un río platinado.

 

 

Las mujeres lloran

 

Las mujeres lloran.

Lloramos por todo:

porque amanecemos

entre el sollozo de la noche

y la voracidad de la luz madre.

Porque cuando el vacío

de una voz despoja

las entrañas,

aprisiona,

y no hay mejor remedio

que limpiar los grandes ojos

con verdad.

Lloramos porque nos cuesta

creer que el cuerpo alberga vida,

y después el arrepentimiento

de no desearla.

Lloramos porque nos creemos dueñas

de nosotras mismas,

pero entre el estado,

la iglesia

tu madre

tu padre

tu amante

la hermana

el vecino

tus sueños

tus deberes

la tierra

el cielo,

no sé ya qué carajos

es mío.

 

 

La mal amada

 

Hay un escalofrío vil

que me recorre en verano

cuando la piel calienta

las sábanas de las tres de la tarde,

ese que me llega como grito

entumecido

cundo me sé

la siempre mal amada.

Ni siquiera una gota de tu espanto

me despierta en las madrugadas

cuando entreduermo las ideas

después de follarte embravecida.

Las cuatro de la tarde.

Tal vez ya te diste cuenta de la locura

que se esconde tras la lámpara gris

o de los huesos en descomposición

en el horno de la estufa.

Tal vez mis gritos fueron tales

que tu endeble pene

sigue adormecido,

esperado un boca con miedo

y asco,

una que te diga que no le gusta

el sabor de tu miembro.

La tarde se anticipa y el calor la detiene,

nos quedamos en la cama

entre el sudor cansado

esperando te des cuenta de mis ojos,

que soy más que la puta bruja,

más que una botella.

Más que mi propio sabotaje.

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