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Poemas de Manuel Becerra

Por Manuel Becerra

 

 

El cuerpo de mi hija se compone

de agua y de fiebre. De madrugada 

la sonrisa cumple su oscuro oficio.

A la hora del frío y del mercurio

retrocede la mano de la madre

como el mar de la bahía.

Entonces hay que poner paños húmedos.

Sobre sus flecos negros la coronan

la fiebre y el deshielo,

las coyunturas cálidas, la llaga

en el rencor por la vida.

Junto a mí, enfermo y pequeño

su cuerpo le hace de ángel y vuelve del delirio

con llagas en las manos. 

Pienso en esos momentos de poesía y de alquimia

y mi hija me señala a lo lejos un cerro

colmado de pequeñas aldeas y me dice:

mira, un cementerio barcos. 

 

 

Tokio

¿Recuerdas todavía aquel cortometraje

de Shōhei Imamura donde un hombre, un soldado

imperial vuelve de la guerra y adopta el modo

vital de las serpientes, y ya hecho una serpiente,

empieza a devorar roedores y a vivir

en los ríos y hacia el final se aleja

ondulando por aguas azules y tranquilas

de una cascada puesta en el estudio

y una mujer le grita poco antes del Fade out:

<¿tanto te repugnó ser hombre?>?

 

 

Poema de mujer con leopardo

El leopardo olfatea la amapola

entre los pechos de las colegialas.

Se mantiene despierto, aspira la silueta

de tiza de los muertos en la calle.

Una columna detrás de otra; muslos

y languidez, lo llevan de un lado a otro,

no al cuerpo sino a la estructura ardiendo.

No hay moribundo que se incline

a aspirar en el muro de geranios

mientras el gran leopardo circunda los jardines.

Te reconozco en él, este fulgor de sombra

que parece estar siendo escrito mientras vive.

Piensa en la maravilla que te acerca al felino:

cuatro zancas eléctricas

que sostienen el balance del torso.

Fue por esta postura en el amor

que el leopardo logró entrar a la suite.

Se abastece la lengua de recuerdos

el macho alfa. Escucha el invisible tacto

de los élitros que sostienen al insecto

ingrávido a distancias increíbles.

Se abastece las garras y las fauces

con los huesos sonoros de los pájaros.

Mata a las crías cuando la hembra es madre.

Cuando nos besamos,

una jauría se confunde entre los arbustos,

cuando entro en ti, a cuerpo de sombra

y me vacío dentro, un leopardo se tiende

a dorarse bajo la luna: esa luz blanquecina

que cae sobre el césped y antecede a los geranios.

 

Manuel Becerra Salazar (Ciudad de México, 1983) es músico y poeta. Es autor de Cantata Castrati, Editorial Colibrí, 2004; Los alumbrados, Estado de México, 2008; Canciones para adolescentes fumando en un claro del bosque, UAZ, México, 2011;  Instrucciones para matar un caballo, Conaculta/FONCA, México, 2013; La escritura de los animales distintos y Fábula y Odisea, de próxima aparición.

Ha sido galardonado con el Premio Nacional de Poesía Alonso Vidal 2019, Premio Nacional de Poesía Enriqueta Ochoa 2014, Premio Nacional de Poesía José Francisco Conde 2013, Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde 2011 y el Premio Nacional de Poesía Enrique González Rojo 2008.

Obtuvo la Beca que otorga la Fundación para las Letras Mexicanas en el área de poesía, (2009-2010) y ha participado como escritor invitado en encuentros de literatura en Cuba, Japón, Canadá y New York.

Fue escritor residente en Omi Art Center en la especialidad de poesía (April – May) en Nueva York, 2018.

Este año fue seleccionado como escritor residente en The International Writing Program por La Universidad de Iowa (Septiembre – Noviembre, 2019).

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