POEMAS DE JULIA SANTIBÁÑEZ, DE LOS LIBROS VERSOS DE A PIE (2017, OFIPRESS), SER AZAR (2016, EDITORIAL ABISMOS) Y RABIA DE VIDA (2015, EDITORIAL RESISTENCIA)
REINA
Ese enjambre de abejas en tu beso
zumba agujas y miel.
Saña de aleteo, mis sienes,
bajan aguijones a mi cintura,
jarabe, a mi sexo.
Me desmadejo.
Bisbiseo una queja,
de púas almibarada,
toda yo abejadísima,
mi zángano.
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PASAJERA
De tu trozo de mundo eres dueña,
niña de agua
que tiempo dentro te anuncias.
Con retumbos y piruetas
le borras a mi talle toda forma.
Pesas mis pechos, los estrías,
me amasas como quieres las costuras
hasta que un día,
soberbia, ocupes tu silla
y me dejes hecha una tonta,
sin poder reconocerme en mi cintura.
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FUERA DE CUENTO
Tan como sin hada,
te concedo tres deseos.
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ALUVIÓN
Soy penetrada muchas veces simultáneas por tu voz dice lo que me quieres de par en par hendir la grieta y hacerla más y luego tus manos me entreabren sacan sus jugos para así la lengua entre los muslos les busca el alma y me ay también tu sexo tieso como tieso y duro se alimenta de la brecha de zanjarla taladra la agrandar y me ay de tanto penetrada en mil en mí
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UMBRÍA
La noche cae suave sobre la cama,
pluma de sombras que se desliza
y despierta la marejada.
Me marea,
me marea el vaivén en que me acunas,
ligera,
balanceo de olas negras,
combas que arrulla tu voz ondulada.
Toca mi pecho tu balsa a la deriva,
toca tu boca, preferida, la mía
y me dejo llevar, lánguida de agua,
y nada importa sino este mar.
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UBICUA
Con frecuencia me acerco a esa niña tan fuera de lugar y le acomodo el mechón de pelo que le cae sobre la frente a esa niña frágil de asombro ante unos versos que no entiende.
A veces le digo que sigo siendo ella.
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CASTIGADA
No he usado tu cepillo de dientes
ni me he aburrido en tu tarde de domingo.
En este banquito corriente
desperdicio mi amor.
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SOFOCO
Adolorarse
el cuerpo de estar solo
de andar hecho una mueca
exprimido por dentro
harto de llevarse puesto
y sobrarse
tan poquito de alma
tan sin sombra.
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BIFORME
Hay miedos al aire libre,
en vértigo de correr entre los coches,
subir un puente y estirarse
a temblar la guerra que estálla abajo.
Y hay miedos de puertas adentro,
angustia que no se localiza pero angustia,
una cosa gorda y quieta bajo la cama.
No son dos sino una sola
criatura híbrida.
Sólo es cuestión de tiempo.
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ACOMODO
En ti es donde mejor
me siento.
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URBANITA
La lombriz se arquea
en la grava de la avenida,
como que busca.
Le lastima la sombra
y mucho más en la entraña,
escalofrío tan nocláxon noamenaza,
uno como mareo del alma expuesta.
Ahí fingimenta, se casiarrastra
cual si no le inminenciara
que su suave toda pulpa
es la más despanzurrable alarma.
El suyo es un amor muy insensato.
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HISTORIA
Son necias las barricadas
los torreones, inútiles
si en la aldea las niñas codician al extraño
espían su arma fulminante
buscan su saeta
si se abrasan al ataque sugerido
ansían quedar de bruces
hinchada la boca
la blusa, un jirón.
Y yo
sin barricadas
sin torreones.
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EN PARO
No te moriste.
Tomaste un descanso, como los empleados de la luz hacen huelga un día para demostrar que sin ellos nada funciona. Y convencen a todo el mundo.
Ya puedes regresar.
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GUARIDA
El gorrión se cae.
Sordo y mudo
del nido se cae,
sin aire, desnudo.
¿A qué dios invoca,
boqueando?
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ARTE
Al centro de la galería, una mujer de mármol, estrepitosamente bella, tan desnuda como si palpitara.
Alguien pregunta el nombre de la modelo.
Alguien más, el nombre del escultor.
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RESIDENTE
Volver a la casa que habité
reconocer el crujido de la puerta
el desperfecto en el techo
la misma huella de mis pasos en la alfombra.
Saber lo que esconde la gaveta
(abrirla de nuevo)
tocar ese reborde en la pared.
Morada hecha a mi tamaño
a mi olfato
trazada al rastro de mis manos.
Regreso a tu cuerpo como a mi hogar.
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BOCANADA
Arrancar el amor
como se arranca un fruto del árbol,
con la misma vehemencia
y un golpe de muñeca.
Sentir su peso
en el hueco de la mano.
Salivar su aroma
sin permiso.
Convencida de que es mío
hincarle el diente
llenarme la boca de su jugo
dejar que escurra
serpentee.
Con la boca hinchada de su pulpa
irme andando la rubia avenida.
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ENVIÓN
El monstruo se desata
en el laberinto de mi oreja.
Corre calle abajo
(embriagado)
y avasalla.
En loca carrera trastorna,
fascina con el portento de su rabia.
Lo espera una flor incandescente.
Qué prodigio de ojos excesivos.