Por Lazlo Moussong
México es un país de privilegiado genio musical, pero la ignorancia supina de los políticos de cualquier color ha dejado en el abandono a la música de concierto. Solamente cuando Carlos Chávez tuvo en sus manos la promoción oficial de esta música, pese a que aprovechó el puesto para promoverse nacional e internacionalmente antes que nadie y enviar preferentemente sus partituras a las orquestas extranjeras, debemos estarle agradecidos de que (también a pesar de haberse manejado con preferencias personales) muchos de los mejores compositores hayan tenido la posibilidad de publicar sus partituras y escuchar sus obras en la sala de conciertos de Bellas Artes. Muchos años después, en su taller de composición del Conservatorio Nacional, forjó nuevos talentos entre los que el más conocido fue Eduardo Mata como director de orquesta.
Después de la gestión de Chávez en Bellas Artes, la música mexicana recuperó su reconocimiento gracias al extraordinario movimiento de la Danza Moderna Mexicana que realizó un movimiento nacionalista histórico por sus avances dancísticos y coreográficos integrados con los grandes valores de la creación musical mexicana como Silvestre Revueltas, Pablo Moncayo, Jiménez Mabarak, Carlos Chávez, Blas Galindo y, a su vez, promovió a los valores que entonces surgían como
Luego, ya no hubo más para la promoción de la música mexicana de concierto, salvo iniciativas individuales como las de unos pocos directores de orquesta ocupados en darla a conocer aquí y en el resto del mundo, como Eduardo Mata, Sergio Cárdenas (a quien la historia de nuestra música y el cielo mismo le reconocerán sus grabaciones de las sinfonías de Candelario Huízar), Eduardo Díaz Muñoz y, ahora, el director belga titular de la Filarmónica de la UNAM, .
Oficialmente, durante seis sexenios y, desde luego, el actual, nuestra música de concierto, los compositores, las orquestas, los intérpretes y, lo más grave, las escuelas de música han sido abandonadas casi a su suerte, con paupérrimos presupuestos, e inclusive el Conservatorio nacional de Música, durante el sexenio del delincuente Ernesto Zedillo, fue sometido a toda clase de presiones para intentar desaparecerlo, con la consecuencia de un sensible deterioro de su calidad educativa.