Muchacha japonesa medita en el otoño ante el río Saint Laurent

 

Por José Luis Domínguez

 

 

A Ogawa Shizue.

Heráclito de Éfeso y Zenón de Elea parecen coincidir ante esos hermosos ojos de

                                                                                                                         alcancía,

precisamente ahora que la humedad de la tarde y las gélidas aguas del río Saint Laurent

comparten y entremezclan la dureza de un imponente gris metálico, aquí, en

                                                                                                                 Montmorency.

A dos millas de distancia, desperdigados árboles y un cielo –igual de grises, ambos-

se difuminan en una leve, casi imperceptible, bruma.

 Ante sus pies de infausta geisha y de princesa de eterna primavera,

 la grava y las piedras, al borde del río,

son también de un gris cobalto que hace juego con sus medias.

Sus zapatos, su bolso de mano y su listón en flor que adorna su sombrero blanco

son de un luto ceremonioso

igual que su costumbre de inclinar continuamente su grandeza entre los otros,

en un acto verdaderamente humilde con sus semejantes.

Veo su cuerpo frágil –silente escultura en línea vertical- y lo comparo entonces

con la dulce caña que, al semidoblarse, casi milagrosamente,

le permite al viento hacer con ella la música del alma que armoniza el universo.

Una tira de lana, estrecha y larga y guinda, cuya calidez rompe la armonía

de ese conjunto frío y rígido del mundo en Montmorency,

parece brotarle del pecho como una flor de sangre y cae sobre su espalda

a la que se protege con un longo y, sobre todo, elegante sobretodo blanco.

Qué lejos han quedado las terribles palabras de la abuela hablándole del holocausto,

qué lejos han quedado Hiroshima y Nagasaki aquel seis de agosto de mil novecientos cuarenta y cinco, a las ochocientas quince de la mañana,

los cuatro mil kilos desplomándose y estallando a seiscientos metros de altura,

y su lento y altísimo,

y su alto y hondísimo hongo de átomos mortales que alcanzó los cuatro mil grados centígrados

que en las pesadillas de su segunda infancia veía repetidamente alzarse ante sus ojos;

la abuela te contó lo decepcionante que había sido entonces

escuchar en la radio la voz del emperador aceptando los términos de la rendición.

-Fue- dijo la anciana hibakusha- casi cortándosele la respiración- como si dios doblase las rodillas.

Y pensar que soldados jóvenes y valerosos habían muerto por combatir

bajo las órdenes de un dios que había exclamado:

-¡En realidad, también soy un mortal!

Qué remota la tierra de su sol naciente,

y qué oculto tras el matorral nuboso ha quedado ese otro sol crepuscular

que el otoño resguarda en Montmorency.

¡Ahh, Montmorency! ¡Ahh, inmenso río Saint Laurent!

¡Tienen el ritmo y la belleza, y un sentimiento de nostalgia, y de tristeza en esta tarde!

Aquí, a orillas del río Saint Laurent, en Montmorency,

se refugian e intercalan las imágenes como un hermoso palimpsesto

en el que se hermanan el río y la flecha metafísicos,

la inmovilidad de una estatua y el soplo mágico del viento,

el pasado que emerge con renovados bríos como un iceberg

y el presente que a la vez a cada instante se hace nuevo y se envejece.

 

 

José Luis Domínguez. Escritor polígrafo nacido en Cd. Cuauhtémoc, Chihuahua, 1963. Es promotor cultural desde 1992, cuando funda el primer Taller literario en su comunidad. Coordinó el grupo filosófico de los Neoexistencialistas y el taller literario “Scripta manent”, hoy llamado “Octavio Paz”. Ha coordinado los talleres literarios en las ciudades chihuahenses de Jiménez, Delicias, Guerrero. Ha fundado, coordinado y sido colaborador de varias revistas literarias del norte de México.

Libros: «Jonás», 1996; «Quinteto para un pretérito», 2000; «El jardín del colibrí», ensayo literario, 2002; el poemario «Los dedos en la llama”; crónica y memorias «El Barrio Viejo de mis recuerdos», 2006. El libro “Diez leyendas de Cuauhtémoc”, 2007. En 2008, la editorial canadiense Lettres des forges le publica “El amor es un tibio, tierno cuerpo de mujer” en francés y español. También aparece el libro “El amor destruye lo que inventa” en el sello de la editorial de la Universidad Autónoma del Estado de México. Sus textos poéticos también han sido traducidos al inglés y al griego. En el 2009, la editorial veracruzana de Orizaba, Letras de Pasto Verde, le publica el cuadernillo de poemas titulado “Homenajes”. En el 2012, la editorial de la Benemérita Universidad de Puebla le publica el poemario “Palimpsesto”. En el 2013 publica el libro 12 Leyendas de Cuauhtémoc”. En el 2014 publica su poesía reunida “Los dedos en la llama”. En 2016 publica los libros “La otra historia de los menonitas”, “Manual de Poética para Universitarios” y “Dèja Vu y otros cuentos”. Desde hace ya varios años ha trabajado fomentando los cineclubs en varios cafés y restaurantes de su comunidad, además de ser el editor de los trabajos literarios de los alumnos del taller que coordina en su comunidad.

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