Ray Manzanárez (Acapulco, 1968). Narrador, poeta y artista plástico. Ha publicado Día Cero y las plaquettes A pedazos y Germinando Visiones #0.Es director del sello independiente Manzahnos Ediciones que realiza publicaciones artesanales y edita en su propio blog. Es director de Teatro del Nuevo Mundo e integrante del Taller Juntaversos.
Capítulo II
No te acuerdes que el cielo
se hizo añicos
bajo tu infierno aplastante,
Las nubes de semen
se hicieron translúcidas
y tu muñeca se inflamaba,
el cielo se encendió
en fuego anaranjado,
blanda se hizo la tierra,
tus huesos quebradizos.
Para no hundirte en el suelo,
de abismos más pletórico
a cada paso dado,
te agarrabas de las raíces,
pero tenían espinas
para desgarrar tu piel,
para engarrotar tus dedos;
mientras colgabas de ellas
los alacranes comían tu estómago,
las sanguijuelas se prendieron
a la escasa carne
hallada en tus tobillos,
tu vientre se hizo flácido,
se volvió un vacío costal.
Llenado después
con huevos de alacrán.
Tu vientre murió un día.
Tu vientre aún no despierta.
Tu vientre es una bolsa
que parirá escorpiones
cuando se abra el nudo
depositado en tu pecho.
El nudo en tu pecho bombea hiel,
amarga tus oídos,
obstruye tu nariz,
al sube-y-baja juega
en el recinto de tu garganta,
aletarga tus pulmones,
pero no mueres.
Quieres arrancarte
las venas a mordidas,
quieres arrojarte al océano
atado a una roca,
quieres poner tu cabeza
en el suelo al paso de un trailer,
quieres morir, así, de inmediato,
pero no te atreves.
La negra se marchó
a tu amante regresándote,
la misma de antes, hoy endurecida.
La negra se marchó
a tu amante devolviéndote,
envejecida y con nuevo nombre:
“Su ausencia”.
La negra te dejó.
Tú besabas sus pies flotantes,
un breve instante ella descendía
para pisotearte con saña.
Te despreció la negra
porque Dios no es contigo.
La negra amor no tiene,
pero tiene a Dios en su bolsa,
Dios es con ella y ella con Dios.
(de Día Cero)
Materia de sueños
No somos sino sueños,
estructurados por ínfimos
granos de arena caribeña,
habitantes de un absurdo reloj
que cada vigilia
nos devuelve a la nada
creándonos de nuevo,
parecidos y diferentes
en cada entrega
a los caprichosos
brazos del seductor de alertas,
poseedor de inconscientes,
somos deseos, esperanzas… miedos
alguien se sueña tú y me sueña,
alguien se sueña yo y te sueña:
Nos reencontramos,
cuando nos creíamos olvidados;
te materializaste
paulatinamente,
de sombra a luz,
pasaste junto a mí,
el caminador oscuro,
nada más que sombra
en el sueño que aún
no soñaba conmigo.
Antes de este incidente
protagonicé circular pesadilla:
Yo, punta de acero del compás,
clavado en pavimento,
giraba y tropezaba
sin salir del mismo punto;
tú, extremo de grafito,
dabas vueltas en derredor,
enterrado y mareado,
te reconocía y desconocía
sin poder alcanzarte…
El éter en que navego
Penetró el que tú navegas
Y te alcanzó, me soñaste,
reconociste un producto
de antiguas inconsciencias.
Quisiste huir, no lo permití;
toda luz engendra sombra,
fui por ti alumbrado,
de nuevo soy contigo.
Aprovechemos
lo que queda de inconsciencia
hasta la vigilia
de los que sueñan este sueño
en que tú luz me devoras,
tornándome luz contigo,
ahora estamos hechos
de alegría, amor, placer,
y no somos sino sueños.
(de A pedazos)
Devoradores
No he nacido para ser gato
que no te engañe
mi aparente mansedumbre
ni la suavidad de mi pelambre;
nací para ser pantera,
nací para ser jaguar,
nací para tener sables
en lugar de dientes,
para ser un león alado.
Mi cuello no está hecho
para llevar el yugo,
mis oídos no responden
a voces de mando,
mis oídos me guían
hacia los susurros;
están diseñados
para responder
al estímulo sutil
del aleteo de las luciérnagas.
Mi olfato tiene la capacidad
de percibir los vapores
emanados de la fricción
de tus agridulces labios
cuando se tocan al andar;
ahí en esa caverna
de humedad profunda
que ellos encubren
es donde se engendran
mis deseos de vida,
es ahí de donde emergen
los alientos míos.
Cuando hambriento despierto,
tras veinte horas de inconsciencia,
no deseo devorar tu carne,
quiero que ella me devore:
Engúlleme impiadosamente
que tus labios me consuman
que tu caverna absorba
mis vitales torrentes,
los fluidos capacitados
para sangre originar,
para volverse huesos,
para, en fin, encarnarse.
Devórame y volarás
en inabarcables alas,
no temas que me extinga,
cómeme cuanto quieras,
que para ser tu alimento,
para eso, sí,
es que fui concebido.
(de GV #0)
Gigante
Tengo una musa gigante,
una esfera celestial de plata,
a veces tan niña que me toma
cual sonaja entre las manos,
me sacude por dentro y por fuera,
conmocionando mis estructuras,
haciendo rabiar
a la demoniaca legión
de monstruos bicéfalos
que comprime mis alas.
Enfurecidos al escucharme reír
arrojan dentelladas simultáneas
en contra de los dos.
Me he propuesto ignorarlos,
no prestar atención a sus chillidos,
ni a las punzantes heridas
que siembran en mí;
sé que perderán fuerza,
y caerán de mi lomo pedregoso
si la plateada musa
aguanta también
sus salvajes tarascadas.
Toda la noche mi luna y yo,
girando en torno al globo,
resistimos mordeduras.
Emergemos tras otro horizonte,
ella se expande, se transforma
en insólito amanecer,
aurora de zinc;
yo acaricio sus entrañas
trasmutado en rubicunda nube.
Los demonios caen,
sin nada sólido
para hincar las fauces.
Ha concluido la batalla,
la belleza expansiva
de mi metálica musa
en los espejos se ha impregnado
y cuando en ellos miro,
yo, fragmento de inframundo,
veo a un ángel en el cielo.
(de HOJA DE RAYM #10)