Voluntad de la Luz de Luis Armenta Malpica.
A 20 años de su primera aparición
Voluntad de la Luz de Luis Armenta Malpica.
A 20 años de su primera aparición
Gabriel Martín
Ya con el primer ejemplar publicado de Voluntad de la luz en mis manos, en esa nueva primera relectura, me olvidé de los poemas del amigo para descubrir la poesía del poeta, y este libro se me volvió fundamental desde aquella noche, o desde la semana entera que me acompañó a todas partes y me brindaba significados e imágenes que antes no había percibido. En ocasiones olvidamos por algún tiempo a nuestros libros fundamentales, pero como los buenos amigos, siempre están ahí, prestos a abrirnos su cariño nuevamente. Por ello quiero abordar esta presentación desde el recuerdo, desde lo que Voluntad de la luz me ha significado como lector y ser humano. No sé cuántas veces lo he leído, pero hace ya varios años que no lo he vuelto a visitar. Espero, esta noche redescubrirlo, ya en unas horas más, en la hermosa edición con que
festeja sus 20 años, la editorial Salto Mortal. Quiero hablarles de la huella que este libro ha dejado en mí. No hice una relectura minuciosa; no conté silabas, ni realicé agrupaciones semánticas para diseccionarlo.Este libro ya ha hecho correr demasiada tinta, yo no estoy en posición de analizar las líneas anafóricas ni todos los recursos retóricos ni estilísticos, ya hay quienes lo han estudiado y desmenuzado de una manera que yo sería incapaz de hacer. Lo que sí puedo afirmar es que este libro es puntal en la obra de Luis Armenta y un momento brillante en la historia de la poesía jalisciense. Con estas líneas quiero más bien responderme el porqué este libro se ha convertido en uno de mis fundamentales.
Voluntad de la luz se construye desde la voz primigenia, la que existe aún antes del orden, en el caos que eran los sentidos de muchos de quienes conocimos a Luis en su fundación. Hace algunas semanas, una amiga de aquellos tiempos me preguntó si Luis seguía escribiendo tan complejo como antes, no, la palabra que usó fue “complicado”. Sonreí, pero recordé haber llegado a pensar así. Por fortuna he seguido los pasos de Luis, me gustaría decir que los he acompañado, pero no, los he seguido, al igual que a otros creadores que renombran la vida para comprenderla y mejor asirla. Escriben de una piel hecha a su mundo, un mundo creado a su único lenguaje. La historia natural y la del hombre desde su poesía, de otra manera no encontrarían justificación alguna para escribir, y hace mucho tiempo que el ser humano se habría conformado con la ciencia. Los lectores, entonces, somos doblemente afortunados, porque se nos refiere la maravilla que ya conocemos pero desde otra maravilla. Es aquí dondeVoluntad de la luz es un libro fundacional, porque desde el universo mineral nos inicia en la mirada de la creación, y así el agua, el pez, la migala, toman cuerpo al ser nombrados-creados por la palabra del Primeroque funde el polvo para darle rostro a la piedra, para darle un lugar al pez en un museo. Con su palabra perfila y le da aliento al hombre, a los hombres por venir.
Al recrear la creación, el lenguaje es el mecanismo darwiniano en la pluma de Luis. Desde el día que inició la palabra, hasta que la palabra se hizo heptasílabos y endecasílabos en el día que Luis Armenta no tomó de asueto, fue creado el hombre indiviso “Eva-Adán”: el hombre tomó su forma en el crisol de la poesía. Y así,el tono del libro, de lo primigenio mineral y vegetal, se irá volviendo más carnal a medida que aparece el hombre y evoluciona. El pez es nacimiento mucho antes que sus branquias y motivos; desde su condición de polvo, porque venimos de una explosión de helio en la que todo comenzó. Más adelante encontraremos una segunda creación en la que lo sagrado femenino cobra mayor importancia incluso que en los evangelios apócrifos. Lo sagrado femenino ha sido abordado de forma continua en fechas recientes. La mayor parte de las veces con mala suerte y peor factura, en novelas, guiones y seudo-documentales históricos. Tal vez sea este canto de Luis Armenta el que con mayor detenimiento, pasión e inteligencia trata el tema. Sobra hablar de su calidad artística. Lo sagrado femenino es visitado con amorosa voluntad, desde la voz de un sensible creador que no necesita de sacrificios ni de adoraciones exclusivas para brindar su homenaje a la mujer “Adán-Eva”. Esto, creo, es por lo que Voluntad de la luz se ha convertido en uno de mis libros fundamentales, porque me enseñó a mejor amar al ser humano. Sé que conservo todos mis vicios y egoísmos, pero este libro me brinda maneras de contemplar la maravilla del hombre, de la mujer, del pez incierto de nuestros deseos, de la migala fecunda en brazas, en ansias, de la familia como el mínimo grano de mostaza del que se construye la ciudad más grande de todas. Me brinda una mirada más benévola que la propia, y llena de luz y de la voluntad para que la maravilla continúe. Tal vez, después de todo, y a pesar de sí mismo, el ser humano es digno de un mundo como el que habita, es un milagro evolutivo, o el resultado de una creación inspirada. Luis nos adivina la luz atrás de los ojos que los demás no aceptamos; es más fácil el pretexto que lo divino.
La poesía, como argumento absoluto, en la obra de Luis Armenta ha conseguido darle un rostro más creíble a Dios, incluso me reconcilia con la idea. Y es que algún tiempo estuve tan cerca de la iglesia y de su historia que no pude más que alejarme de Dios. Voluntad de la luz me reintegra, si no la fe, sí la belleza de la posibilidad. Pero no le cuelgo sermones ni encomiendas a este libro. No, Luis no tiene intención alguna de reconvenir. Para él, la poesía es asombro. Nunca deja de asombrarse: en algunos otros de sus libros escucharemos que con la voz del viejo sabio Luis escribe del Luis Infante. Porque “Su corazón es la ciudad más grande que conoce”.
Luis Armenta es heredero y discípulo de los grandes de la poesía. Con este libro obtiene, fuera de embrollos administrativos, el reconocimiento más importante de nuestro país, aunque tal vez el mayor reconocimiento que pueda hacérsele es el que obtiene día con día con el respeto y cariño de sus pares, de sus alumnos y lectores. Conozco, admiro y amo a Luis Armenta desde hace casi 30 años, pero no creo ser un buen lector suyo desde entonces, si no apenas desde hace unos quince años a estas hojas. Para los autores que son llamados a ser ejemplo, los lectores siempre llegan después.

Breve selección
EL PEZ INMERSO
El pez será una ausencia cuando ya no lo nombren
mientras no puedan verlo las arañas
ni se le dé por muerto
en algún nido.
El pez será el asombro que se finja
cuando al ir al zoológico
en la sección de historia se le mire
disecado
encima de una ficha:
Pez
extinto.
Entonces se le echará de menos.
Más de alguno dirá que él sí lo conocía:
era dueño de un par de poderosos alerones
cubierto con escamas de metal
y en la punta del cuerpo
en el timón de mando
una cortina de humo
ensombrecía
su avance.
Y otro dirá que no
que el pez era un antiguo rascacielos
especie de pirámide de vidrio y argamasa
en donde los muchachos escondían las monedas
robadas a sus padres.
Y una anciana gloriosa
(lo que denotará su estirpe y sexo)
abrirá los olanes de su blusa
desarmará su torso
y enseñará en la aréola
el cuerpo inconfundible del pez
en sus costillas.
Y ella no dirá el nombre que una vez fue
la herencia del agua
no dirá que malagua fue un invento de ancianos
y que no existe otro animal que el hombre…
Se quedará
desnuda
tan pez
como hace ya
muchísimo
estuviera
al acecho
de un nuevo golpe
de años
que la conduzca
al agua.
La mujer
en medio de la burbuja de aire
surgida de su aureola
beberá de una vez lo que una vez dio
a su hijo
se enganchará por siempre
en su anzuelo de madre
y morirá tranquila
atravesados los labios por un beso
los ojos de un crepúsculo blanco
y el corazón
partido en tres
por una gota de agua.
Y los desconocidos se dirán entre sí…
«Era la ungida».
Ella
en la agonía del pez
convulsionada
negará con los ojos.
Todo eso fue mentira.
Solo hay algo que de ella va a decirse
sin que el hombre recele:
la mujer era
el pez.
Siempre lo ha sido.
Mas los hombres esperan
porque habrá de llegar de algún sitio
del hombre
la migala.
EXCAVACIÓN DEL AIRE
Allá lejos —Là-bas— hubo una piedra hundida
donde el aire pareció detenerse.
Un trozo de basalto —vestigio de cuando los volcanes
eran los dictadores del reino mineral y las plantas
(todas desconocidas) peleaban con el humo
por la tierra—
parecía milagroso entre la lava ardiendo.
Piedra mayor que el polvo diamante de lo intacto
se mojaba de musgo; al aire
ardía.
Con sus huellas verdosas resbalaba un camino
de ceniza y de fuego:
escritura de calcio rupestre y cuneiforme
en los huesos del aire
la voz —de primigenia hechura—
se solidificaba.
Y qué decía —Là-bas—
que allá lejos
en el mundo ficticio de los tiranosaurios
las migalas intentaron asirla
con sus dientes.
Cómo la tradujeron los nuevos celacantos
si allá lejos —Là-bas—
en las profundidades
ningún megalodonte vio el signo
del basalto.
No decía nada que pudiera explicarse
sobre el mundo:
el hombre no había nacido aún
de la espina del pez
del huevo
de la piedra.
Era el aire tan solo
presagiando las alas que vendrían a surcarle
quien lo buscaba al fondo del basalto.
Era un aire —Là-bas—
que viajaba lentísimo: inmóvil
pero adherido al polvo que iba adquiriendo el humo
al convertirse
en roca.
Y no era piedra
porque entonces (y más si era basalto)
contuvo la ceniza —pez óleo volcánico—
de lo que sería
el agua.
Así toda placa tectónica que removió la tierra
fue bautizada al fuego
bajo el nombre del aire.
Debimos esperar que Dios hiciera el agua
para creer en los peces.
PRIMERA LITURGIA
Quién nació de la tierra
en las profundidades inquietas de una mina
que los viejos volcanes hubieron de iniciar una liturgia
: es el fuego —diamante, sol, corazón animado—
un dios de hidrógeno y fosfuros
(sus padres antiquísimos)
: quien inicia con sed y combustión su reino de metales.
(La mina gestatoria —vientre de arcilla
viento y metaloides—
era una gran caverna de recuerdos: allí murió
el oxígeno, la savia, el trilobites.
Sobrevivían los dólmenes, menhires
monolitos de piedra
que las estalactitas y las estalagmitas reconocían
por padres.
Quedaban, sobrepuestos al légamo
los trozos de un glaciar
—tal vez el último— al que corrían las lágrimas
como dos fumarolas de silicio.)
De esta piedra de cal, áspera ruina (de alcurnia
pre-cambriana)
nacen dos vetas de agua. Mármol
entonces —catedral ósea de un sol
insospechado—
qué fue de aquella luz caliza antes que el cráter
de un volcán la convocara con sus cantos tectónicos
:
era un agua silente
inamovible
respirando a escondidas
bajo tierra.
No parecía lo que es: líquida y transparente
flor, pececillo de azogue, sudoración
del calcio.
No aparecía: su sombra
en la caverna se redujo a una veta. Fósil de luz
—lo que podemos comprender de aquella luz
de entonces—
glaciar
—el primero, es posible—
completamente azoica.
(Suena contradictorio, pero la vida no existía
por el agua: el aire —si lo llamamos vivo—
era el dios que reinaba entre las rocas.
Y el aire no hacía ruido:
se oye
contradictorio.)
Luego vino la luz: cera
ascua
matriz
con la que el aire cobijó sus planicies.
Imploración del ámbar
—cuarzo de qué prodigios—
esa miel tan dorada en las colmenas.
Y por la luz fue natural el tiempo:
veinticuatro horas como partes de un día
las vértebras
del mundo
protozoario.
Y con el tiempo fue ineludible el hombre
para encenderlo todo.
Y con el hombre fue indispensable el hombre
para no sofocarlo.
TRAYECTORIA DEL PEZ
Mucho antes de lo que hoy les relato
la voz del pez tenía
la misma prosa de la voz humana.
En esto se conoce que todos fueron peces
desde antes de ser hombres.
Pero ahora nada dice.
Nada inventa que suene como jurar en vano.
Al principio fue el pez.
Del pez fue la migala.
En esa transición entre el mar y la tierra
nacieron los cangrejos ermitaños:
las arañas calizas
con el mar de su parte.
Cuentan que una centolla hincó sus espigones
en el marjal del mundo;
extendió sus raíces;
en su tronco el veneno fue transformado en savia
y su pelambre pardo (recuerdo de migala) es el follaje
intenso que le da la estatura.
Así nació la ceiba.
Así murió la araña.
Bendito aquél que venga en nombre de sí mismo
a repoblar las aguas
porque será llamado el único
culpable.
El bejuco
trepado en la agonía del árbol
es vecino del ave.
Ambos de la migala.
Y de la muerte miran el devenir del río.
El pez no teme ahogarse:
es pez
por el ahogo.
Y tiene muchos huesos
si recuerda.
Por ejemplo, hace siglos
el pez para olvidarse de su futuro en hombre
se convirtió
en migala.
Una frágil poción: azogue más azufre
fue el secreto.
Había una contingencia en el milagro:
si el pez dejaba de pensar en la migala
desaparecería.
r
Desde qué flor
el pez
vendría.
Días hubo en que su sangre se le cargó de hiedras
de tanto retornar
para saberse
solo.
Débil
minúsculo
ni siquiera aguardaba lo que la sal
intuía:
el cauteloso viaje de los peces al muérdago
para resucitar entre una telaraña.
Del mar le vino al pez el gran pavor
del aire
la prodigiosa asfixia contada por los hombres.
Pero lloró de oído
con esa misma prosa que tenía la migala.
Cómo sería de pez
que cuando fue una araña
el agua misma cumplía sus vaticinios.
Así llegó a la tierra
madre raigal
aborigen
y fruto.
En el mapa reseco de aquellas nervaduras
el árbol aclaró su errancia y su ceguera.
Cuando el pez lo dispuso
apenas el coral
nacería equidistante de sus branquias.
Como si desde siempre
perder fuera encontrarse con la vida
y ganar fuese pasar de largo
en busca de un posible enemigo
de vez en cuando un buitre
nadándole en las venas
otro huevo de pez
anidado
—mesías por venir—
de una migala
qué apagón en los ojos tuvo el pez
al palpar sus costillas
y sentir su veneno.
Y es que era un pez sin nombre
un muerto de las aguas
que bautizaba al mundo
con una picadura.
r
El polvo acumulado a espaldas de la araña es
una luz molida.
Otras aguas la mojan
con un tacto más tierno.
Su plena libertad
de luz y fango
en cada poro fecunda la intemperie.
De aquellos costurones
la piel gruesa del siglo
no toma posesión la estirpe de la ceiba.
El verde de la tierra es
una brújula
que guía el instinto
el suero
y el desove de la araña en los peces.
Qué tanto fue de pez
y de migala
que le nació una ceiba a los marjales.
Así comenzó el mundo que hoy relato.
El pez, sumergido en el hombre, se buscaba a sí mismo
en la migala
solo
para no hundirse.
r
Se requiere una flor
para sintetizar la risa y el asombro.
En la tímida casa de sus manos
los árboles protegen una huella apenas
perceptible para el hombre.
Es un rasgo común a los veneros;
fábula cotidiana en los pantanos:
la osamenta vital de la costumbre
que hace del pez la araña
del ermitaño
el hombre.
Casi nunca se pasa por la ceiba.
Casi nunca se le detiene un hombre.
Su quilla es un oasis
por delante
(panes mutuos los remos
vino común sus velas).
Frente a tal cercalejos de la ceiba
los animales
desanclados retornan a la roca
al único terrón de azúcar transparente
a quienes —dicen
los peces
nombraban algo suyo.
Qué azoro entonces en los peces
cuando explota el andén de sus espinas
en un montón de luces diminutas
porque pegó la luz en sus aletas.
Qué galope de polvo en la espuma del aire
porque vuelven los peces a los cauces del fuego.
Qué labranza en las sienes
para nuevos sudores de la ceiba
si el agua se permite desvenar los cristales de malagua.
El nombre de los mares no es un cauce obediente.
Un latido de espuma
entre los dedos
de los pies de la ceiba
escudriña en silencio la boca
de los peces
y les da de sus pechos las sales
para que en esa mansedumbre
la inmensidad
comience
en el recuerdo.
r
El pez buscó la luz
en la misma espesura que vivía.
Solo en el pedestal del humo negro
la memoria
recupera las vetas clandestinas
de lo ya inevitable.
Quien conoce las aguas donde muere
vivirá todo el tiempo.
¿En qué olvido del pez vio a la migala el hombre?
¿Qué telaraña existe en el delta de un río para fincar la luz
en un marjal oscuro?
A la ceiba le ha llegado el otoño por los pómulos.
Un silencio soldado a sus costillas.
Un arma de dos filos son sus nidos.
Enfermó de bejucos, centollas y agua dulce.
En el delta del río
asistida de luz
las hojas de la ceiba están a punto de reventar
de pájaros.
r
La muerte de la ceiba dejó varado al pez bajo del agua.
La soledad era un ancla de hueso que lo ataba
a su sangre.
Más indefenso por triste que por viejo
el pez se preguntaba
—a su ermitaño (de cien ojos) interno—
por qué morían las ceibas.
Los leves esqueletos de las flores se mecían.
El mar se remangaba sus puños desleídos.
El dolor era un barco que entraba
por el pez
como en una botella.
r
Transcurrieron algunos tornasoles.
La soledad fue el líquido que corrió por la espina del pez
y en el ámbar veneno de la araña.
Aún la migala zurce todo rastro del pez
para que nadie sepa adonde emigra.
Son los peces
los pueblos sumergidos
que poco a poco emergen.
¿En qué mueca de sal tiemblan los otros que desbaratan su origen y trayecto?
Después del primer grito de otra flor
inundada de sol y de malagua
muy lejos de espetones, del ocre
duro espejo de la sangre
de ese rastro de sal donde anochece
ese grito congregado en los labios
de padre y madre ceibas
el pez quiere encontrar
—detrás de sus pupilas de ermitaño
y delante de sus anteojos de hombre—
el origendel agua.
¡Aleluya los grumos del azufre!
¡Glorificadas sean las burbujas de azogue!
r
La inmensidad, la sed
es la memoria.
El pensamiento, esa frágil poción
otrora pertenencia de los peces
maravillosa dote de la ceiba
es herencia del hombre.
Así conoció el fuego.
r
En el raspar del fósforo del sol crecía la lluvia
y la hacía navegable.
A veces por naufragio
por una red de lastres, un anzuelo
de los viajes de la sed al océano
el pez no dijo al hombre.
r
La muerte, mucho antes de lo que hoy les relato
era un hallazgo inútil.
*
*
Luis Armenta Malpica (Ciudad de México, 1961) radica en Guadalajara, Jalisco, desde 1974. Fue becario del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Jalisco (CECA) y del Programa de Estímulos a la Creación y Desarrollo Artístico (PECDA) de la Secretaría de Cultura de Jalisco. Fue miembro del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Jalisco y es director de Mantis editores.
Expremio de Poesía Aguascalientes (1996), Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde (1999), Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta (1999), Premio Jalisco en Letras, el máximo reconocimiento a las artes que otorga dicho estado (2008), Premio Nacional de Poesía José Emilio Pacheco (2011), Premio de Poesía en el Certamen Internacional de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz (2013), entre muchos otros reconocimientos. Homenaje en el VIII Encuentro Internacional de Escritores en la Región de los Ríos (Campeche),en el VII Encuentro Tranvolcánico (Colima), Homenaje y Premio en el III Encuentro de Poetas Enrique González León (Jalisco) y por la Edición Conmemorativa (20 años) de la publicación de Voluntad de la luz (Salto Mortal, 2016). Por su labor editorial recibió la Pluma de Plata (Patronato de las Fiestas de Octubre) en 2006, y en 2014, el premio NichitaStànescu por la promoción de la literatura rumana contemporánea, durante el Salón Internacional del Libro de Chisinev (capital de la República de Moldavia).
Autor de los poemarios: Voluntad de la luz (1996), Des(as)cendencia(1999), Ebriedad de Dios (2000), Luz de los otros (2002), Ciertos milagros laicos (2002), Mundo Nuevo, mar siguiente (2004), El cielo más líquido (2006), Cuerpo+después(2010), Götterdämmerung (2011), El agua recobrada, antología poética (2011),Envés del agua (2012), Papiro de Derveni (2013), Llámenme Ismael (2014), Götterdämmerung. Antología personal (2015) yGötterdämmerung. Antología mínima (2015),entre otros. Libros y poemas de su autoría han sido traducidos al alemán, árabe, catalán, francés, inglés, italiano, neerlandés, portugués, rumano y ruso.
Aparece en antologías de diversos países, siendo las más recientes: Le payssonore. 9 poétesmexicains(Le Temps des Cerices, Écrits des Forges, Mantis editores, Quebec, 2008), Muestrario de poetas de Jalisco (Consejo Estatal de la Cultura y las Artes, 2010), Un árbol de otro mundo. En homenaje a Antonio Gamoneda (Vaso Roto, Barcelona, 2011), Dalla parola anticaalla parola nuova. Ventiduepoetimessicanid’oggi(Raffaelli Editores, Rimini, Italia, 2012),Antologielirică (FundaţiaCulturală Antares, Galaţi, Rumania, 2012), Caravansary (Mantis editores, 2014), Versões acústicas (2014),Antología general de la poesía mexicana, tomo II (Selección, prólogo y notas de Juan Domingo Argüelles. Océano, 2014) y Encuentro Internacional de Poesía Paralelo Cero (El Ángel Editor, Ecuador, 2015).
Autor de varias muestras de poesía; entre las más recientes: Diez y nota (Secretaría de Cultura de Jalisco, 2010),Trece mantis en un jardín germano / Dreizehn Mantis in einemdeutschenGarten(Mantis editores, Col. Terredades, 2013), el cual obtuvo el premio al mejor libro de poesía publicado en 2013, Equinoccio. 50 poemas ecuatorianos del siglo XX (en conjunto con Gustavo Iñiguez; Mantis editores, 2015),XV Premios de Poesía María Luisa Ocampo (Mantis editores, 2015) y Siete rutas hacia un bosque alemán/ SiebenPfade in einendeutschenWald(Trad. de RikleBolte y Timo Berger. Mantis editores y Fonca, 2016) entre otros.