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Los días de los Tlaloqueh. José Miguel Lecumberri

 

 

Una escritura en zig zag nace del jade

En las estrías angustiantes de su resplandor

Ídolo de luz quebrado por sus sombras interiores

La nada encarnada una flor sin pétalos

Una flor sin flor de la que emerge una cruz

De plumas blancas

Y los ancestros asoman sus ojos

Como descarnados espejos hambrientos de imágenes

Y un río de hojarasca se estremece entre las piedras del olvido

Y el sueño se fragmenta y cae añicos

Y penetrante el sol esclarece mis ruinas.

 

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Buscamos en lo subterráneo, en lo submarino, en el espacio exterior, la telúrica fuente de nuestra ansiedad y nuestro horror, cuando todo radica en los pétalos, a flor de piel retozan los monstruos.

 

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La exasperación como misticismo del confinamiento. Profanar con apetito caníbal el barro divino.

 

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Caído espejo que ahúma oscura sus mimbres

Cienego la máscara que me sustenta

El hálito ritual en que suspiran las sombras

Alacranan los labios figurines de cera

El triste anhelo que nos ponemos bajo la piel

Como un fantasma de aceite y lejía

Al que llaman melancolía o álgebra del dolor

Carpa semiótica que cimbra los estertores

Raquíticos de la augusta melodía que ripios

Destina al fuego voraz de la última meditación

Hijos de las estrellas los borrachos navegan

Ríos de pavimento y orín que destilan las cloacas

El inframundeo del dogo famélico

De la luna gris cuya mirada es un grito

Como el siniestro amén de las Iglesias

Como el dúctil cuchillo de la soledad

Androides de florentino acento de sístole barroca

De jugos gástricos como savia de manglar

Danzantes magos de lo frívolo

Dios les inyecta sus larvas

Que los devoran desde adentro

Gusanos

Larvas

Conejos

Sacados de la nada

Que el mago llama sombrero.

 

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Látigo que despierta las nebulosas

Cálida piel que ya no es

Sólo la muerte es tan garza

La espuma en tus labios

Serpiente que empluma desnudez

Algodón de azúcar

Que exhala el oscuro verso

Fábrica de muerciélagos y arcoíris

Princesa en ruinas

El tabaco rubio se torna cenizas

El sapo se sienta en tu ombligo

Y croa

melancólico

El voto secreto de una flor sombría

Pontifica tu desnudez una serpiente

Decapitada

El jaguar se inclina

Convertido en lágrimas

Qué harás

Dulce muerte

Con la fría doncella

De ojos negros.

 

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Tantos amores en cada existencia. Tanta tierra para cubrir un puñado de ceniza.

 

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M. Lecumberri, escritor, furiósofo y músico mexicano: (1981), ha publicado más libros de los indispensables, ha vivido más experiencias de las recomendadas por los profesionales de la salud.

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