Una escritura en zig zag nace del jade
En las estrías angustiantes de su resplandor
Ídolo de luz quebrado por sus sombras interiores
La nada encarnada una flor sin pétalos
Una flor sin flor de la que emerge una cruz
De plumas blancas
Y los ancestros asoman sus ojos
Como descarnados espejos hambrientos de imágenes
Y un río de hojarasca se estremece entre las piedras del olvido
Y el sueño se fragmenta y cae añicos
Y penetrante el sol esclarece mis ruinas.
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Buscamos en lo subterráneo, en lo submarino, en el espacio exterior, la telúrica fuente de nuestra ansiedad y nuestro horror, cuando todo radica en los pétalos, a flor de piel retozan los monstruos.
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La exasperación como misticismo del confinamiento. Profanar con apetito caníbal el barro divino.
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Caído espejo que ahúma oscura sus mimbres
Cienego la máscara que me sustenta
El hálito ritual en que suspiran las sombras
Alacranan los labios figurines de cera
El triste anhelo que nos ponemos bajo la piel
Como un fantasma de aceite y lejía
Al que llaman melancolía o álgebra del dolor
Carpa semiótica que cimbra los estertores
Raquíticos de la augusta melodía que ripios
Destina al fuego voraz de la última meditación
Hijos de las estrellas los borrachos navegan
Ríos de pavimento y orín que destilan las cloacas
El inframundeo del dogo famélico
De la luna gris cuya mirada es un grito
Como el siniestro amén de las Iglesias
Como el dúctil cuchillo de la soledad
Androides de florentino acento de sístole barroca
De jugos gástricos como savia de manglar
Danzantes magos de lo frívolo
Dios les inyecta sus larvas
Que los devoran desde adentro
Gusanos
Larvas
Conejos
Sacados de la nada
Que el mago llama sombrero.
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Látigo que despierta las nebulosas
Cálida piel que ya no es
Sólo la muerte es tan garza
La espuma en tus labios
Serpiente que empluma desnudez
Algodón de azúcar
Que exhala el oscuro verso
Fábrica de muerciélagos y arcoíris
Princesa en ruinas
El tabaco rubio se torna cenizas
El sapo se sienta en tu ombligo
Y croa
melancólico
El voto secreto de una flor sombría
Pontifica tu desnudez una serpiente
Decapitada
El jaguar se inclina
Convertido en lágrimas
Qué harás
Dulce muerte
Con la fría doncella
De ojos negros.
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Tantos amores en cada existencia. Tanta tierra para cubrir un puñado de ceniza.
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M. Lecumberri, escritor, furiósofo y músico mexicano: (1981), ha publicado más libros de los indispensables, ha vivido más experiencias de las recomendadas por los profesionales de la salud.