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Los altibajos de la poesía de Jorge Manzanilla

Adán Echeverría

 

Los ideales de las publicaciones tienen siempre un tufo de soberbia, aunque su principal objetivo sea la comunicación y compartir ideas. Sabemos que algo que falta en la literatura mexicana es la crítica. La verdadera crítica, no la de manotazos en la mesa, ni la sólida defensa del camarada o de la amante en turno. La crítica pensada en los lectores, que diga, ‘Yo veo esto en los textos, lee conmigo y verás’. Que sea pensada en los autores, en preguntarles ¿Por qué si puedes escribir cosas tan bellas, terminas escribiendo aquello que no tiene sentido?

Adán Echeverría

 

Los ideales de las publicaciones tienen siempre un tufo de soberbia, aunque su principal objetivo sea la comunicación y compartir ideas. Sabemos que algo que falta en la literatura mexicana es la crítica. La verdadera crítica, no la de manotazos en la mesa, ni la sólida defensa del camarada o de la amante en turno. La crítica pensada en los lectores, que diga, ‘Yo veo esto en los textos, lee conmigo y verás’. Que sea pensada en los autores, en preguntarles ¿Por qué si puedes escribir cosas tan bellas, terminas escribiendo aquello que no tiene sentido?

Ya he hablado de los altibajos en la poesía mexicana, y he puesto algunos ejemplos. Por eso tengo que hablar de este poemario que me ha llegado al buzón de correo. El poemario lleva por título Vitral de todos mis cuerpos (2015), y el autor es Jorge Manzanilla (Mérida, Yuc, 1986). Jorge fue alumno mío en dos épocas. La primera entre 2004 y 2006. Luego vivió en Mochitlán, Guerrero, donde estudió su licenciatura y al concluir volvió a Mérida entre 2011 y 2012; volvió a mí taller, e incluso me apoyó en la coordinación del mismo en mis ausencias. Actualmente cursa una maestría de creación en El Paso Texas.

Jorge ha publicado 5 poemarios en forma de plaquettes (se considera un libro al que presenta un número de páginas mayor de 60): Sonido de barro (2010), Que me sepulten recostado en la palabra (2011), Escarnio (2014), Diáfano 23 (2014) y la que hoy nos ocupa. Ha ganado además dos premios de poesía uno en el 2013, y otro en el 2015. A sus 31 años de edad lleva alrededor de 12 años de formación literaria, en particular en la poesía. Ha tomado talleres, ha impartido talleres, ha publicado, ha sido reconocido como poeta por dos jurados que le otorgaron premios de poesía. Pero por sus prisas, Jorge no deja de equivocar el camino, y volverse parte de aquello que he llamado «Los altibajos de la poesía mexicana».

La obra literaria de Jorge se puede resumir así: Escribió un hermoso poemario llamado Diáfano 23; un texto ampliamente recomendable, escrito después de mirar de cerca la muerte, al ser hospitalizado. Cuando salió del hospital, el poemario vino a él, y Jorge tan sólo fue vehículo para la construcción del mismo, para que llegue hasta nosotros, para poder subirnos a su lectura, y salir de ellos conmovidos. Un texto cargado de honestidad. Un texto tan bueno, tan completo, que los otros textos de Jorge pueden ser prescindibles.

Down/Abajo
Sonido de barro fue el texto con que se presentó a la comunidad literaria. Un texto construido en Guerrero, en el que al autor roza los ideales de una cultura maya pero vista muy por encima, desde un punto situado en el mestizaje; como alguna de esas figuritas que puede uno encontrarse en las zonas arqueológicas, donde puede comprarse una figura de Batman mientras camina por Chichén Itzá. A eso suenan estos versos de Manzanilla. Las alusiones que el autor hace son desde tan lejos que por tal motivo los versos no se construyen, no reflejan emociones ni sentimientos.

«Viene el fuerte golpe del regazo antropológico.
Débil cordura del bicéfalo que eructa la rabia,
el alimento de las uñas,
la erosión sexual,
y la hormiga que lleva el bosque en su espalda.

Crisantemos cromados de hiel,
elixir del faisán que llora
la tos que alguna vez existió.»

De las cinco primeras líneas que Jorge apunta, -en este ejemplo-, ninguna es una imagen, ninguna es metáfora, ninguna tiene sentido, y menos le dan sentido a la «estrofa», y las tres siguientes líneas textuales también carecen de imágenes. Si al final de cada línea textual uno pusiera un número, parecería el índice de un poemario, pensando que cada una fuera el título de algún poema que pretende construirse, pero este no ha sido el caso. Las líneas textuales (no las llamemos versos porque no lo son, un verso es una idea) que Manzanilla apunta no conducen a ningún sitio.

¿Por qué un bicéfalo eructaría la rabia? ¿Por qué es débil su cordura? ¿Qué cosa es una débil cordura? ¿Cuál es el alimento de las uñas? ¿Por qué viene un fuerte golpe? ¿Qué es el regazo antropológico? No puedo imaginar unos «crisantemos cromados de hiel», ni menos el «elixir del faisán que llora». ¿El llanto del faisán es el elixir? ¿O acaso su sangre? Y ante todo esto ¿qué cosa es la tos que alguna vez existió? ¿Ya no existe? ¿La tos del faisán? ¿Del bicéfalo? Sólo se trata de palabras unidas entre sí que no reportan nada, y que pudieran mostrar algún tipo de ritmo pero nada más. No presentan ningún sentido estético, ni siquiera en su sentido pueden ser apreciadas. Así va cualquier poema que existe en la plaquetta Sonido de barro. Un texto con el que el autor se ha precipitado. El autor lo sabe, prueba de ello es que en sus fichas biográficas actuales, no le da crédito a esta publicación. El autor prefiere guardarla, pero el internet ahí la tiene, a la vista de quien busque esa referencia. Puede muy bien servir para un taller literario en el que se pretenda establecer un claro ejemplo de lo que ‘no son imágenes’.

Up/Arriba

Uno llega al poemario de nombre Que me sepulten recostado en la palabra, y el autor –quizá porque ha pasado el Bicentenario de la independencia de México, quizá porque se preludiaba un cambio de sexenio, quizá por sus vivencias en la Universidad de Guerrero- se vuelve un practicante de la poesía social, y desde ahí entrega un discurso voraz y verdadero. Un buen texto de Manzanilla, en el que incluso nos entrega sus Poemas Tetra pak. En este trabajo Jorge pretende establecerse desde el oficio de poeta, y trabaja como artesano con los golpes de la sociedad en la mirada, para llevarlo desde el conocimiento que permea en su vida, hacia la hoja blanca. El resultado es un poemario que bien se deja leer, y releer. Hay acá algo de su poética, la búsqueda de una voz. El poemario es claro por sí mismo. Les invito a conseguirlo.

«Quieras o no,
soy la lengua que recorre tus venas para callarte
Desde la ventana:
escupe la metáfora, aviéntala sin recato
cuéntales a todos de nuestro silencio
del parque congelado por nuestras risas.»

 

Up and Down / Arriba y Abajo

Pero el autor necesita escribir, necesita –por culpa de las redes sociales- escupir hacia todos lados, y navegando realiza el descuido de nuevo sobre su trabajo poético, y entonces trae su Escarnio. Uno pudiera ‘celebrar’ las intenciones de hacer que el último verso de un poema se vuelva el título del siguiente, pero el texto que ahora presenta el autor refleja totalmente la teoría de Los Altibajos, el no saber reconocer que no todo lo que llegue a su cabecita es un poema. Seguro que uno puede encontrar intenciones poéticas pero habrá que rebuscar:

«CUANDO ALGUIEN PIERDE LAS LLAVES EN UN POEMA
no tiene las hojas necesarias para abrir la lluvia
quizá carga la maqueta de un posible verso
borrador en el mosaico de los dedos.
Pero quisiera un cerrajero bajo los dientes,
un oficio de madera o plomería
en el quehacer de los años.
Pero en la bolsa del mandado extravía
entre el follaje del olvido la rafia y alambre inoxidable,
las pocas palabras del poema.»

En el texto anterior uno puede darse cuenta. ¿Cuál es el campo semántico en el que se encuentra el hablante lírico? Lo que parece interesante en el primer verso (ahora sí nombrémoslo verso), se pierde en el segundo, se pierde más en el tercero, y al llegar al cuarto ya es un total embrollo sin sentido, más allá de la rima interna entre ‘verso’ y ‘dedos’. Los siguientes dos tercetos padecen el mismo problema, hay un interés poético, pero los textos se le caen. El autor parece no leer en voz alta sus versos, para volver a caer en la rima interna entre ‘plomería’ y ‘extravía’, lo peor es que se cae en ese defecto mediante un verbo.

Si el autor asistiera a talleres, como alguna vez lo hizo, pero que al parecer ha abandonado, como resultado de que le han dado premios, de que le han publicado plaquettes de poesía, hubiera podido reconocer los equívocos y entonces construir algo como esto:

«CUANDO ALGUIEN PIERDE LAS LLAVES EN UN POEMA
quisiera un cerrajero para abrir la lluvia
hacia las hojas necesarias de un posible verso.»

O alguna otra sugerencia que le hicieran notar, que hay líneas textuales de las que uno debe prescindir para lograr la poesía, el hallazgo.

Up /Arriba
Los días caminan sobre los pasos del autor, y entonces el poeta entrega su Diáfano 23, y con esta obra entrega la que hasta ahora es la nota más alta de su trabajo.

I
La anestesia sabe a toda mi infancia,
lo sé porque hace unas horas amputaron la luz de la ventana.

II
Aquí no hay sala de parto
aquí Leticia sangra aguas negras de los tímpanos
¿Para qué vienen los días nublados?
Si todavía hay un quirófano donde se incendian lámparas de ecos.
Leticia responde entre suero y silencio

III
¿Por qué callejón viene Leticia?
Los sudores del recreo se siguen escribiendo
aun cuando Papá se enoje y escupa fogatas
aun cuando Mamá jale las patillas del cielo para regañarla.
Hoy Leticia dibuja la infancia con el iris.

IV
Cuando creíste en el sueño ciego de salvación
¿Creíste dormir con imágenes que forman pájaros de azufre?
He leído en tu oreja parte de mi infancia.
Leticia no debes de olvidar a Lalo.
El chico que traza un río de vocales mudas.
Lety, recuerda que mi abuela se mira con tus ojos,
Por tanto conoce la historia de Sergio y sus llanuras.
Eres la mujer de la camilla veintitrés
y todavía murmuras juventudes.

V
Buenos días Sergio
Ya es octubre y el otoño enjuaga los ojos.
Afuera tu hermana Lety y el espejo de la Eva bíblica.
Sergio levanta la tinta de la foto,
la tarde existe como un pretexto de parques.
Hay un ciclo de vida en la sala cuatro,
camina hacia urgencias,
asciende a los relojes
porque mi abuela teje sombras y rosarios con su sangre.

VI
Octubre tiene formas de ceiba,
viene Lalo, con todos sus cuerpos.
Allá la ventana aúlla de noche.

Ven y pregúntale a Sergio
de todas las citas con la espera,
ya no sé hablarte con mi nombre,
abajo de las metáforas, hay una almohada.

Todo verso duerme con su muerto.»

«La tarde existe como un pretexto de parques», qué genial verso. Y aunque el poema termine con una terrible rima interna entre ‘verso’ y ‘muerto’, uno ha visto poesía, y puede aceptar aquellos espacios como limitaciones del oficiante. Manzanilla es un poeta, pero un poeta que sigue cometiendo las equivocaciones de querer publicar todo lo que su cabecita piensa. Estoy casi seguro que Jorge no paga por la publicación de sus obras, pero se y puedo afirmar que los contactos que tiene mediante las redes sociales, son las que le permiten la publicación sin que haya crítica a su trabajo. Compañeros que le hacen el esfuerzo, el intercambio de ideas, prebendas culturales, de promociones, en los que ven luz sus líneas textuales, sus construcciones textuales, que no terminan de ser Poemas. Porque al parecer en México, un poeta necesita estar en los encuentros de escritores, acudir al mayor número de lecturas de poesía, para chelear y charlar con otros autores, más preocupados por la ‘farándula poética’ que por la construcción calma y pensada de sus trabajos. Y mientras Manuel Iris (Campeche, 1983) con dos libros ha obtenido dos premios nacionales, y ha brindado en la calma de su voz, trabajos con una cadencia poética de amplios vuelos, Manzanilla se apresura, entrega sus ideas, sus intenciones –que siempre son buenas- que no terminan de alzar el vuelo, que no terminan de cuajar. Acá pongo otros ejemplos de los altibajos del poeta:

«Papá no está en ninguna parte,
vengo de hablarle al tintero de la sangre,
vengo de romper la botella del Vodka,
vengo de hacer llamadas para salir de mi madre.
Papá no está en ninguna parte, grito en templo de sales
Rompo este verso en primera persona.
Hice yo mismo este poema; antes de entumirme al tiempo.
Antes de arrancarme al tiempo.»

¿Antes de entumirme al tiempo? ¿En serio? Los altibajos se encuentran en muchos de sus textos. Si uno arranca con el anterior texto, el inicio es prometedor, pero insisto en que Manzanilla no lee en voz alta porque se enreda con rimas como en ‘parte’, ‘sangre’ y ‘madre’, si a eso sumamos la repetición del ‘vengo de’, qué cosa nos queda del primer cuarteto que nos entrega, solo una intención. Arranca el segundo cuarteto y ocurre lo mismo, la rima en ‘parte’ y ‘sales’, y luego el sinsentido que hace caer aquella primera intención, para cerrar con la repetición de ‘tiempo’ en las dos últimas líneas textuales, que evidencian una pobreza de lenguaje en la construcción.

Pero si uno es insistente, puede volver a encontrar poesía escrita por Jorge Manzanilla, como el siguiente texto:

«Alguna vez existió la palabra paz
fue de relieve y de cauce terso,
diplomática, elegante, de baños blancos
mantuvo el deseo de convertirse en pradera paciente
Ser aire y nube jubilosa.
Fue venerada por hippies y por el descanso eterno.»

No hay más que agregar en la construcción anterior. Quizá al entrar al segundo verso el ritmo se tropieza, pero no cae; uno sigue y se enreda de nuevo en la poética en que el autor continúa su búsqueda. Hay que celebrarlo. Pero igual tiene que mostrar respeto hacia sí mismo en esa búsqueda y ser paciente; dejar que sus letras reposen. Algo que es difícil para los escritores mexicanos, que corren tras de los contactos, de los presupuestos, de las ediciones. Una licenciatura, y dos premios literarios, más cinco plaquettes de poesía, seguro abren alguna puerta; seguro permiten una currícula que nos ayude a ganarnos algunos pesos para dar talleres. Y entonces ¿dar talleres, pero no aplicar las técnicas en nuestras propias construcciones?

En agosto de 2015, Manzanilla entrega un quinto poemario, con un genial título Vitral de todos mis cuerpos. Y aquello que parece una promesa de un texto que pueda estar por encima de Diáfano 23, hace caer al poeta Jorge Manzanilla, demostrando que el oficio se le escapa de las manos.

Up) La intención textual es muy interesante. Narrar las emociones de los personajes de un drama de la vida real, de la violencia de la vida real, del desencanto social sobre la diversidad sexual, y los muchos malos juicios al respecto. Caminar sobre los espacios de una poesía referencial, intentar el inter texto. Manzanilla no lo logra. (Down

Up) Para crear la intertextualidad, el autor presenta al inicio del texto lo que pareciera ser una nota de una ‘Agencia Policial’, con fecha incluida y es muy quisquilloso con la hora. La nota es precedida de lo que pudiera ser un título que dice ‘Agencia Veracruzana’, pero no se sabe si es un expediente policiaco, si es una nota del periódico; uno no logra entrar a ese juego, solo preverlo. Lo cual es un desacierto total. (Down

Lo interesante de aquella pequeña nota, es que se menciona un caso. El lector entonces se preguntará ¿Esto es real? No importa si lo es, o no lo es. ¿Y entonces porqué aparece como si intentara serlo?, pero con un descuido tal que no se afirma si lo es o no. Entonces aquello que pudo ser una intención intertextual (poesía con notas periodísticas reales) carece de sentido. Aún así, el lector puede querer entrar al juego que se plantea. Lee el nombre de Oscar Lara Ochoa cuyo cuerpo fue severamente golpeado, y se prepara para saber el ¿qué ocurrió? ¿de qué va este libro? Y se introduce.

Up) Siguiendo con la ‘intención intertextual’ el lector mirará el Capítulo 1: Ramiro. Uno no sabe si leerá sobre Ramiro (nótese que ya hay dos personajes mencionados), o si Ramiro será quien lea los textos. Desde el primer numeral uno comienza a confundirse. Observa sobre la hoja blanca dos discursos diferentes. El poema en la parte superior, y algo que se publica de la misma forma que al iniciar el poemario, como una nota, tal como aquella que iba titulada por la Agencia Veracruzana, pero esta vez presenta una fecha sumamente detallada (supongo porque tenía que ser en ese mes, en ese día, en esa hora y minutos exactos): 12 de julio del 2009, 03:16 hrs. No se trata de un diario, porque muy pocas veces alguien sería tan exagerado con los minutos en los que se escribe. Pero asumamos que lo es. Entonces ¿quién es el hablante lírico de la primera parte? Pareciera que la parte de abajo se ha extraído de la voz de Ramiro que da lugar al nombre del capítulo. Esto lo señalo porque en la parte de arriba que parece ser el poema se mencionan dos nombres Gonzalo y Ramiro, mientras que en el apartado que pareciera ser un diario personal o bitácora se mencionan otros dos Óscar y la tía Luzma. Sin embargo la confusión prevalece porque ambos textos están escritos en primera persona. Ante lo anterior, ante la confusión con que se crea arranca el texto, los cuatro nombres mencionados en el texto, uno ya no encuentra ¿Quién es el hablante lírico? ¿Qué cosa se está leyendo? Vayamos pues a lo que se lee.

«Le dije que no me gritara con navajas
que no rezara sin el olor de los ángeles
que no llamara a Gonzalo.
Hoy soy la lluvia de Ramiro.
Edifico los eclipses.»

Hemos asumido no saber quién es el hablante lírico que expresa lo anterior. Vayamos más ¿A quién le dijo? ¿Quién? ¿Por qué?

Lea usted las dos primeras líneas textuales (que no son versos). En el primero la idea de alguien que es violento ya viene desde ‘dije que no me gritara’, lo de las navajas acaba por ser un ideal ‘tremendista’; para que alguien cándido piense: Gritar navajas, oh qué malo. Mala es la línea toda. La segunda línea textual es un absurdo: ‘que no rezara sin el olor de los ángeles’. Pareciera que los habitantes de Los Ángeles son los que apestan para nuestro autor, porque no se qué otro olor puedan tener los ángeles, y menos sus rezos. Uno tiene que ser un excesivo para pensar que quizá se refiere a las velas, al olor de su plumaje, al olor de los inciensos, o a cualquier olor que uno quisiera asumir que tienen los ángeles, dado que por las minúsculas no se refiere a la ciudad del estado de California. Es una total tontera.

Vaya. Entremos entonces en la parte de abajo de esa página con que arranca el poemario. Como arriba hemos visto está fechada en 2009, en julio, y con hora exacta 3:16 hrs, es decir, se trata de la madrugada.

«Tengo otro miércoles para la página de sus dedos. Acuérdate de Oscar cuando fue náufrago de aquella pared. Cada quien ve un amarillo distinto en su propia ventana. He estado deambulando a la vista de mi tía Luzma, su ritual por encontrarme ha estado muy lejos de mi oleaje. Ahora jugaré al impulso de los desfallecidos.»

No bastando con la fecha que otorga día, mes y año, horas y minutos exactos, el hablante lírico (que hemos querido asumir que es Ramiro, pero no lo sabemos) habla de ‘tener otro miércoles’, en esta construcción la palabra ‘otro’ refiere que ha habido otros miércoles y no sólo este, como si el miércoles fuera parte de un ritual. Pero cuando uno lee ‘la página de sus dedos’, se da cuenta que al decir ‘sus’ el autor introduce a otro personaje. Lo cual se vuelve aún más confuso. ¿A los dedos de quien se refiere? Lo mismo ocurre con ‘aquella pared’, que infiera no cualquier pared sino ‘aquella’, como si fuera parte de algo que es de suma importancia. Lo que sigue es totalmente cándido: «Cada quien ve un amarillo distinto en su propia ventana», que nos refiere a «El sol sale para todos», «Todo depende del cristal con que se mira»; para decir algo como esto, el autor intenta hacer uso de un lenguaje poético y no muestra más que unas limitaciones respecto de las imágenes que impulsan a lanzar el libro a la basura. La totalidad confusa de esta primera página nos haría abandonar el texto, pero la habilidad del lector de impulsar el morbo de un probable asesinato desde la nota inicial nos hará continuar –a algunos, claro.

Arranca el numeral dos, del poema que va en la parte de arriba, y las notas del supuesto diario en la parte de abajo, fechadas con extrema precisión. No los cansaré con un análisis de todo el poemario, ya se han dado cuenta a lo que se están enfrentando. Pero quiero hacer un listado de algunos de los demás errores y sin sentidos en que el autor cae:

  1. «Vine por tu camisa que veo dentro del espejo». Perdonen la insistencia, pero es que el autor no lee en voz alta. Note usted la triple rima interna en ‘veo’, ‘dentro’ y ‘espejo’, el eco que causan.
  2.  

2) «Los meses vomitan pólvora». Tremendismo.
3) ‘rómpeme la madre con el yunque’. Tremendismo.
4) ‘No quiero envenenar tus vocales’. ¿Lo entiendes? ¿Qué cosa quiere decir? La línea textual en sí misma puede significar cualquier cosa. No es una imagen.
5) «La distancia empina los demonios hacia la navaja de mi tiempo». El sinsentido total, más allá de la poca estética de que los demonios se empinen. Tremendismo.
6) ‘Agosto es una sábana de disparos’. Podría ser un genial verso, pero en el contexto en el que se desarrolla con tantos equívocos lo vuelve solo un aliento más del Tremendismo de la construcción de la idea poética.
7) «Los viajes falo / ciudad arena / ciudad rupestre / ciudad miel / en los ojos / de Gonzalo.» ¿Los viajes falo? Es en verdad una tontería de verso. ¿Acaso pretende ser un hallazgo?
8) ‘Me duele hasta el filo de los fríos’. Oh, dios, la rima interna es gigantesca. No la escucha.
9) ‘La pobreza canta al gallo’. Entre esta línea textual y aquella que dice «Como encontrarle una pestaña a lo que nunca tuvo ojos» del cantautor guatemalteco Ricardo Arjona, no hay distancia.
10) ‘¿Cuándo saldrá la rosa de mi boca?’ Y con esta terrible rima interna entre ‘rosa’ y ‘boca’ quiero terminar este análisis.

¿Qué cosa necesita la poesía para la sobrevivencia en los lectores? Menos adulación, y mayor compromiso de parte de los autores como de los lectores que nos acercamos a ella. He leído dos o tres textos de camaradas respecto de algunas de las obras de Jorge Manzanilla, en las que no se detienen a leer con calma. Incluso he leído buenos comentarios acerca de este texto Vitral de todos mis cuerpos juzgue usted querido lector. Confronte lo acá expuesto con lo que usted encuentre, con lo que a usted le parezca interesante a la hora de acercarse al poema. El taller es indispensable para la formación de los autores, pero muchos autores jóvenes se ven sorprendidos por un jurado que les otorga un premio, y entonces claudican tanto ellos, como aquellos seguidores de autores premiados. Y piensan que por haber recibido un premio el texto es algo maravilloso, y no es así. El texto ganador de un premio ha sido considerado triunfador entre una serie de textos que llegaron a ese premio, y ha sido la obra que un trío de lectores –en la mayoría de los casos-, decidió que estaba por encima de los otros trabajos. Es decir que tu trabajo, para solo tres lectores, fue mejor que los otros trabajos que llegaron al premio. Y eso es algo que no puede validar a una obra. No pierdan el piso.

Lo anterior se lo he dicho en diversas ocasiones a Jorge Manzanilla. Él sabe bien que mi comentario es sobre la obra que ha lanzado a publicación. Le he dicho que deje reposar su trabajo. Que se permita leer más literatura, más poemas. Que no le de miedo borrar aquello que no debe aparecer, y que siga trabajando para construir una mejor obra. Del libro Vitral de todos mis cuerpos, lo rescatable ha sido el título.

 

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