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Linaje de Caín, fragmento. Hans Giébe

Así como la luz escarba en la materia

y llena de licores trashumantes

esa lengua carmesí,

así verbalizó un rayo lo indecible

e imaginó a los primeros hombres

que fueron dibujados en la arcilla

por la mente ociosa de una sombra,

plena de trances

y matices extasiados

que impusieron el desdore del vacío.

Así como la luz escarba la materia,

amaneció de pronto,

mientras turbias amapolas

abrían sus perfumes

al gran sonámbulo tras la brutal rendija

de la primera noche.

Él,

le dio rostro al polvo

y frotó un par de sílabas en su frente

ya manchada desde el nacimiento:

muer-te,

desde el vientre del ramaje,

póstuma hojarasca de un árbol de jade

en función a desecarse en el Edén.

Retozaba un anchuroso viento

que ligero comprimía

el fruto ambivalente

y el glande de una espora inquieta

que fecundó lo oscuro

que fermentó el conocimiento,

causa del recelo,

de ese numen repugnante.

Los expulsó,

por un capricho incomprensible,

mientras una de sus luciérnagas

era aplastada en la bóveda nocturna

al unísono del tenue grito de lo triste.

La verde hoja resollaba entre los higos,

pero insuficiente fue contra el pudor.

Los despreciados huían de la demencia,

ya descalzos, ya desnudos,

y con el corazón tembloroso y agitado.

Nadie ha podido aliviarse

desde aquel destierro.

Siguieron probando la corteza fosca

del agrio néctar de la rabia.

En efecto, su creador,

era un voluble niño

en un cuerpo de gigante.

Los ojos de los expulsados

se deslumbraron con verdades

del austero conocer de la materia.

Un fruto de luz se fue extinguiendo

mientras alguien se paseaba en el jardín

a la hora de la brisa.

Él maldijo

a mujer y a hombre condenados,

aun sabiendo de su arrebato tentativo

por comer del árbol del lenguaje.

El deseo reptaba

para desocultar los misterios

y hundirse en los abismos.

Tal conocimiento era reservado

a míticas deidades

de disolutos animismos

que inventaban otros mundos.

Los exiliados

exploraron su sexo, dactilaron cavidades.

con ansia de encontrarse en los opuestos.

Hasta que nació el primero del incesto,

aquel de nombre maldecido,

el primogénito de las tragedias.

Caín, portador de las calamidades,

reo en una cárcel propia hecha de pulsiones.

Apenas balbuceante

ya labraba las dunas y las grietas

para apaciguar el temblor de su vientre

con esperanza de insuflarle vida

a lo que inerte ha nacido.

Pero no hubo trigo

que mitigara el resquemor abdominal.

Ni aun lamiendo la gamuza de la vid

pudo detener la sed extraña

que lo arrumbaba entre sequedades.

 

 

Hans Giébe nació en Pachuca. En el Estado de Hidalgo cursó sus estudios superiores (UAEH y UPT). Es escritor, editor y abogado. Fue publicado en Amsterdam (Extracto MMXII, 2012) donde también participó en exposiciones plásticas. En Francia lo publicó la revista Poésie Premiere nº 64. Algunos de sus libros son: Evocación al silencio (2013), Soliloquios y Los Fragmentos de la revelación (2014). Es presidente de la Asociación Civil ARS Artistas en Retribución Social y director del sello editorial Vozabisal S. A. de C. V.

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