Escribo, porque no he encontrado una mejor manera de tocarte, ni otra avenida que esta calzada de palabras desde la que te puedo mostrar cierto sistema planetario al que todavía guardo una profunda estimación ¿Cómo evitar que el día quede hundido en las calles irregulares de la ciudad?, ¿cómo impedir que escapes, que desaparezcas al torcer una esquina? Aquí te vuelves un murmullo y tu respiración es el vapor de la tinta al secarse; éste es el sitio al que acudes puntual o donde me esperas dormida. Aquí siempre es de noche, es el punto al que vuelvo tras haberme extraviado en la rutina o después de perseguir, junto con otros cuervos, objetos cuyo brillo resultó falso. Yo adquiero ese trasfondo que hace falta, porque no es sólo tu sexo ni el imán de tus senos desbordados en la mesa, ni tu vientre que termina en un oasis negro. Escribo, porque no es sólo tu cuerpo, ni yo el suicida paseándose nervioso en la azotea, es más bien una forma para que las vocales rueden como el sudor por tus labios.
Tú vienes aquí para cobrar esa profundidad que te falta, esa raíz sin la cual los meses giran inútilmente. Pero tu propio hallazgo no te deja tranquila, piensas que no eres completamente tú, dudas que esa mano que me dice adiós desde la puerta sea la tuya, y no aceptas el rostro que te prolonga por el canal de los renglones. Y es cierto, tampoco esta duda y esta inconformidad te pertenecen. Aquí nada se parece a nada, aunque cada imagen sea su imagen y cada sonrisa salga de ti. Aquí es donde yo escribo prolongando el rumbo de tu mirada o la ruta de un ademán que seguramente no querían decir más. Aquí, con el humo y la caligrafía, te hago bajar los párpados y extiendo tu cuerpo porque, finalmente, aquí ninguna evasiva te sirve, ni la parvada de ángeles mutilados que aletean en ese sueño tuyo, ni los días que no recuerdas al repasar la semana una y otra vez, ni tu boca que pretende huir por el margen izquierdo de esta página donde sin voluntad apareces tendida.
Eres esa colina que momentáneamente forma el oleaje del papel cuando mi mano, entorpecida por tu aparición, palpa su superficie o vuelve atrás colocando punto y tildes. Y al leer estas palabras, sin que lo puedas evitar, por más que bajes la voz, vibran tus labios y este sonido te recorre la piel. Después será el silencio, las calles que se alargan hasta la madrugada y los faroles siempre desvelándose solitarios hasta el amanecer, y vendrá, no lo dudes, el goteo infinito del abecedario con sus frases hechas, el idioma que desgasta la gente. Después no será nada, a lo más una huella digital que se borra en tu cuello o en tu cintura.
Pero ahora que todavía es ahora, ya no son las dos sílabas que te recorren y humedecen, es el ruido de la pluma al dibujar tus consonantes, es la puntuación que se desplaza por tus piernas y las marca con lunas ortográficas. Ahora es por fin tu cuerpo jadeante.
Óscar de la Borbolla
Nacido un 8 de septiembre de 1949 en la Ciudad de México, Óscar de la Borbolla se ha desempeñado como escritor, ensayista, poeta, filósofo y conferencista. Ha colaborado en revistas y publicaciones culturales como Alfil, Blanco Móvil, México en la Cultura, Revista Mexicana de Cultura, ¡Siempre!, Los universitarios, Galería y como columnista en Excélsior y El Nacional; además de realizar guiones radiofónicos para los programas Ucronías radiofónicas de Radio Educación, así como La carta radiofónica de Radio Trece. Es profesor de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán de la UNAM, donde es titular del área de Metafísica y Ontología, también es docente de la Escuela de Escritores de la Sociedad General de Escritores de México (Sogem), así como coordinador de talleres en diversas universidades, casas de cultura y en la Coordinación Nacional de Literatura del INBAL. Es miembro de la Comisión Dictaminadora de la Dirección General de Bibliotecas de la UNAM. En 1987 recibió el Premio Internacional de Cuento Plural por su antología narrativa Las esquinas del azar y el Premio Nacional de Humor La Sonrisa 1991 por Nada es para tanto. Su obra ha sido editada en inglés, francés y serbocroata; ha dado conferencias en universidades de la República Mexicana, Estados Unidos, Canadá y España. Entre sus obras destacan novelas como Nada es para tanto (1991), Todo está permitido (1994), La vida de un muerto (1998) y El futuro no será de nadie (2011); ha publicado los libros de cuentos La risa en el abismo (2004), El amor es de clase (1994) y Las vocales malditas (1988); en ensayo destacan Filosofía para inconformes (1996), La rebeldía de pensar (2007), La muerte y otros ensayos (1993), así como el volumen poético Los sótanos de Babel (1986).