La sombra de su cuerpo
Poesía de Jesús Baldovinos
Jesús Baldovinos Romero
Autor de Recuentos, De borregos, lobos y otros insomnios, Tendedero de adioses. Antologador de Házmela de cuento y De barro y sal. Funda Sueño Colectivo, grupos teatrales (La Diabla, Manicomio a domicilio), suplementos culturales (La Talalacha, Rompecabezas), programas de radio cultural (Alebrijes, El café de las ocho), el Encuentro Literario Pacífico Lázaro Cárdenas. Dirige los talleres literarios “Babel” en Zihuatanejo, Gro., “Rayuela” en Lázaro Cárdenas, Mich. y en en la UAQro. en coordinación con el colectivo Espacio Libre.
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IV
Cuando la abuela calla
Dios se pone triste
La tarde se pone triste
La calle y el polvo se ponen tristes
Y todo empieza a llover
V
Anoche
A la abuela le dio por recordar
Cosas de su niñez
Las colocó sobre la oscuridad
Y brillaron como luciérnagas toda la noche
IX
Mi abuela es un libro enorme.
Cuando la noche cae
Tiende en el polvo del patio
Todos los peces todos los ríos
Todas las barcas
Y las mece
Para que los árboles duerman
Para que la luna duerma
Para que Dios sonría
X
Cuando canta a sus amores
Sus ojos son ríos
Se vuelve paloma
Vuela sobre los tejados
Regresa y coloca su corazón frente a la chimenea
Y suspira, solo suspira
Mientras la leña crepita una suave tonada
XIV
Entra hasta la cocina
A secar sus recuerdos
Los exprime
Los extiende
Y mientras espera cuenta sus secretos con una taza de café
Sin más, dentro de la casa comienza a llover
de Tendedero de adioses
**
…Te contaré algo terrible; soy poeta
Y padezco la ternura de las cosas
Eduardo Cote Lemus
El mundo es una colección de misterios
La niña los toca
Y con tiento los siembra en su mirada
Los arrulla
Los hace tiernos
Los hace palabra.
Tiemblan las cosas
El mundo es sembrado en un par de aves que todo tocan
Que todo revolotean
Tiemblan las cosas
Y las cosas son sembradas en la tierna mirada
En el vuelo de una ventana
En el silencio que espera nacer
En miles de palabras
La niña sonríe, toca, mira
Y enciende una enorme llamarada
La niña toca, mira, habla.
**
Papitas fritas
A Jas
Desde hace días tus días dan vueltas y vueltas a los míos
Como un dedo en el borde de una papa frita
-Los días son como papas fritas
Los devoras y quieres más
Alguna que otra, rancia, no te impide sentir ganas de echarte otra
Y luego, cuando se acaban, sigues pensando en ese crujir
En ese sabor salado-.
Vienes con tus palabras aprendidas a fuerza de platicar contigo mismo
En la cocina, en tu cama, con tu mascota, a grito abierto desde tus ventanas del pecho por donde nadie se asoma
Y aquí me tienes, repasando unas líneas que escribiste
Y que ahora yo te escribo
Para acompañarte desde lejos.
La vida también es como una papa frita, estimado Agustín
Alguien la aplasta y solo cruje, se desmorona y nadie la puede saborear.
Ahora entiendo tu amargura, tu tristeza, tu llanto en silencio, cuando junto a la botella de ron, te sirven un plato de papas fritas.
De Retrato de un poeta
***
Dibujábamos un avión
Y comenzaba nuestro vuelo
Las alas de la noche
Nos traían de regreso
En el piso solo quedaba un esqueleto
Nuestra infancia iba pasando lento.
**
La sombra de su cuerpo
I
Lucía es una esquina que espera y espanta a sus palomas, rozando con sus alas a las putas.
Es el gato de Bartolo dormido en un cometa
Y un bar cerrado que hizo llorar a Manuel una madrugada.
II
Lucía es una tarde donde la locura de Bernabé me ofrece un hotel que no existe
Y señala un punto geográfico donde crece la nada.
Una mano temblorosa que pide monedas y un raid a México.
Sus ojos me atraviesan y se pierde entre la gente buscando a alguien en su memoria.
III
Dos gritos jugando a ser eco entre los callejones de los barrios históricos.
Un recuerdo de las azoteas mirando al mar, el llanto de Solón,
Y la oscuridad que le endilga dolores al escenario.
Un beso de nube posado en sus petroglifos
El embrujo de una mirada detenida en el precipicio azul.
IV
Dos agujas soñando a ser soles y el ombligo moreno de las muchachas erizando la piel.
Cruz y vino, neón y arena, lengua ajena y distante sombra,
Miseria y silencio, protesta y esperanza, Ernesto y Cristo en la misma pared.
Lucía se disfraza de arcoiris y tiende la trampa cotidiana para vernos morir lentamente.
*
De su historia
El cocotero desnudo y la sombra de su hombre yacieron en el campo de quiebra.
Lucía no supo de dónde vino el relámpago que le agostó su venero.
El maizal, dubitativo, tembló de impotencia.
Los machetes alcanzaron con sus dedos el cielo y lo hicieron llorar.
Los mares cumplieron al pie de la letra cada profecía y vomitaron la ira de años contenidos.
Se disfrazaron de muerte y las botas de Caín cayeron en sus espaldas.
Lucía sólo miraba las nubes y les ataba una canción.
Le crecieron dos árboles enormes en las manos: Lucio y Genaro
Su sombra alcanzó a sus hermanos menores
Enseñaron el lenguaje con el que se conjugan los verbos de la libertad y la justicia
Mostraron cómo tejer una fina niebla en su pecho
Y con ella soplar por encima del hambre y el silencio.
Lucía se estremeció cuando talaron su tronco,
El estruendo del aullido se escuchó en los cuatro puntos cardinales.
Los demás hijos cavaron un hoyo y sepultaron sus ropas, sus manos, su sangre, su vida.
Dejaron de descifrar los sueños y se pudrieron como fantasmas en el armario.
Lucía colgó las manecillas en la pared de barro y echó a sus otros hijos a los gusanos.
(En un cofre cerrado dejó las cenizas del tiempo.
Ornó con su saliva las llagas de su madera.
Buscó con sus uñas la segunda piel de la tierra y esperó sus nuevos brotes.
Se le quebró el aliento y alzó su brazo para colgarse del viento).
De Lucía ha cerrado sus ojos