Iliana Vargas entrevista a Marilinda Guerrero: malabarista de lo fantástico

 

Narradora guatemalteca nacida en 1980, Marilinda Guerrero nos habla sobre sus mundos creativos y sus intereses ficcionales, y nos comparte un cuento inédito que surgió hace unas semanas en el taller de Literatura fantástica impartido por Lola Ancira.

 

Para empezar, me gustaría que nos contaras un poco de ti: cómo combinas tu vida cotidiana con las actividades que realizas y que abordan no sólo la escritura, sino la promoción de la literatura fantástica a través de ensayos y videos, y la construcción de tu propio mundo de títeres.

 

Mi profesión es la odontología, así que mis días transcurren en malabarear entre pacientes y el tiempo libre dedicado a la lectura, escritura, investigación, grabación, experimentación, creación de títeres y de cuentos. Suelo ponerme metas semanales: investigación sobre escritoras de literatura fantástica, creación de videos de cuentos con títeres y monstruos, la lectura, escritura.  Cada semana es distinta, de pronto surgen proyectos y debo dejar unos para cumplir con otros, pero vuelvo a retomarlos.

 

Tuve la fortuna de saber de ti gracias a una charla con Wingston González, un poeta guatemalteco que estuvo de visita en México el año pasado. Fue una grata sorpresa encontrar puntos en común con tu escritura, en particular con ciertos usos de lo siniestro y lo extraño, dos elementos de lo fantástico. ¿Qué detonó tu interés por la literatura fantástica, y cómo desarrollas tu propia visión de este género en tu narrativa?

 

Sí, me contó Wingston que te había conocido y me pareció genial. Cuando empecé a escribir cuentos tendí a utilizar (de forma tímida) algún elemento fantástico en mis historias. Fue cuando conocí a José María Gironella y su cuento “El huevo rojo” que quedé fascinada por lo fantástico, y a partir de mi libro Voyager ya me instalé en la búsqueda e investigación del género a través de la lectura de cuentos y textos académicos.

 

¿Dirías que hay una tradición de lo fantástico en Guatemala? ¿Qué autoras y autores  han trabajado este género desde sus diversas aristas: el terror, el horror, lo extraño, lo siniestro, etcétera?

 

Lo fantástico en Guatemala ha estado presente desde la oralidad en las leyendas y mitos del país. En la literatura, pocos autores se han dedicado a trabajar exclusivamente el horror y lo siniestro como el caso de Byron Quiñonez. Algunos han utilizado elementos de lo fantástico de forma esporádica en alguno que otro cuento o novela, como es el caso de Ramón Salazar, Franz Galich, Ana María Rodas, Ronald Flores, Ana María Sandoval, Ángel Marroquín, Lorena Flores Moscoso, Juan Calles,  Mildred Hernández, César Yumán, Jeanny Chapeta, Estuardo Prado, Desiree Cordón, Rafael Aparicio, Mayevi Galindo, Julio Calvo Drago, Gabriela Sosa, Arnoldo Gálvez, Ana Isabel Cabezas Dardón, Tania Hernández, Paola Judith Herrera, Eugenia Gallardo.

 

Una investigación o antología de lo fantástico en la literatura guatemalteca no existe aún. Como un proyecto individual, he ido recopilando poco a poco aquellos textos que han abordado o utilizan recursos de lo fantástico.

 

Sé que también te interesa la ciencia ficción y que de hecho fuiste fundadora de la revista Exocerebros, dedicada a este género. ¿Hay temas específicos que te llamen la atención y que abordes de forma particular en tu escritura o que te interese difundir desde la revista?

 

Exocerebros surgió como un proyecto de publicación, sin embargo en la primera convocatoria la mayoría de relatos enviados a la revista fueron de varios países, muy pocos guatemaltecos. Paralelo a la investigación sobre lo fantástico he investigado la tradición latinoamericana en este género. En Guatemala se tiene el referente de la ciencia ficción norteamericana, así que decidí dejar de ser un sitio de publicación para pasar a ser un sitio de referencia de la visión latinoamericana en el género, esperando que mis compatriotas busquen, lean las publicaciones, vean los foros y encuentros virtuales que he ido publicando para ampliar el campo de visión y temáticas.

En lo particular, he trabajado desde lo distópico, pero conforme he ido conociendo el género y las nuevas clasificaciones, nuevas ideas de proyectos literarios han ido surgiendo.

 

Por desgracia tus libros no han llegado a las librerías de México. ¿Nos podrías contar un poco de ellos y de algún proyecto en el que estés trabajando ahora?

 

Me zambullí en lo fantástico desde la publicación de mi libro de cuentos Voyager (ed. Subversiva, 2015). Antes había publicado otros libros de cuentos, pero aún no había encontrado el sitio donde pudiera ser con más libertad. Conocer lo fantástico me permitió explorar otras posibilidades y después de Voyager publiqué Sector 23 (ed. Cultura, 2019), un libro de cuentos que transcurre en un mundo distópico y dentro de éste, el amor de una madre hacia su hijo, el perdón, el reencuentro, los miedos. Este libro ganó mención honorífica en la rama de literatura juvenil del certamen Marilena López. Este año publiqué el libro digital Cuando las flores aprendieron a bailar polca (ed. Cuentos bien Trulis); aquí trabajo lo extraño y lo siniestro en la mayoría de los cuentos. En literatura infantil he publicado los e-books Canelo y La abuela gata.

Actualmente estoy trabajando en un libro de cuentos para niños y en cuentos de horror. Fuera de la producción literaria personal, en Instagram los jueves hablo de escritoras de literatura fantástica y ciencia ficción, investigo sobre las características literarias de sus obras así como su vida y las doy a conocer. Estas investigaciones las convierto en ensayos para mi columna “El huevo rojo”, en la revista digital Gazeta.

 

Para finalizar, ¿te gustaría compartir con nosotros un cuento breve para que quienes nos leen se acerquen a tu escritura?

 

Sí, con gusto. Les comparto este cuento inédito que escribí para un curso de literatura fantástica que llevé con la escritora Lola Ancira.

 

 

*

A veces los escucho por las noches

 

Hoy fue una de ellas. Terminé cansada después de atender varios pacientes en la clínica, a pesar de ser las tres de la tarde. A las cuatro es el toque de queda. Desde el primer día que se implantó el nuevo horario, me da tiempo de salir al jardín. Hoy no pude hacerlo. Al dormir, escuché unos pequeños ruidos en la ventana de mi cuarto que simulan el sonido que hace la uña de un dedo índice al tocar una ventana. Sé que se trata de un dedo porque hace unos días probé imitarlo con cuchillos de cocina, una varilla de madera, una de metal y de último probé cuál de los dedos de las manos podría provocar ese sonido en particular. Hay una diferencia entre el toquido de la uña del pulgar y el índice, un toc toc toc toc que suena distinto a los demás dedos. Imagino es la cantidad de masa de tejido en cada dedo; no puedo explicarlo bien, pero estoy segura que al comparar los diferentes materiales que producen el toc toc toc, era la uña de un dedo índice el que tocaba a mi ventana.

 

Los niños. Se escuchan las risas de los hijos de los vecinos. Parecen estar contentos en medio de todo lo que acontece. A veces pienso en quitarme la vida. Desde que regresé  y vine a estar encerrada, no he podido dejar de pensar en la tierra debajo de las uñas de esos niños. El no poder salir a la calle no calma estos pensamientos, tampoco lo es trabajar durante el día con muchas capas protectoras encima y aun así sentirme expuesta. La risa de los vecinos es cada vez más fuerte. Parecen empeñarse en que los escuche.

 

Toc             toc             toc

 

Anoche soñé que estuve en el sitio donde desaparecieron. Pasé por esa vereda estrecha, esos árboles sombríos, esos troncos que parecían mecerse hacía mí conforme atravesaba esa humedad blanca con trazos de azul flotando en el aire. Me encontré con la tumba, el pozo. Introduje los dedos en la tierra, un ligero calor los abrazó. El ambiente estaba frío, si no supiera de la probable presencia de cadáveres de niños intentaría que la tierra me abrazara para calentarme. Aunque dicen que nadie encontró los cuerpos. Pero escuchan sus pasos, siguen aquí, debajo de nosotros, tocando con sus dedos índices para que los escuchemos.

 

Toc toc toc

 

Se escuchan unos pequeños toques en la ventana de mi cuarto. Pareciera ser el sonido de la uña de un dedo índice en la ventana. Sé que es el dedo índice porque hace unos días quise averiguar cuál de los dedos de las manos era el que hacía ese sonido. Hay una diferencia entre el sonido de la uña del pulgar y el índice, imagino que es la cantidad de masa de tejido alrededor de la uña, aunque mis dedos no son especialmente  gruesos. Toctoctoc, si, es la uña de un dedo índice la que toca en mi ventana.

 

Me despierto confundida en mi cuarto. Me levanto al baño, me mojo la cara. Vuelvo a escuchar los toquidos, esta vez los escucho más cerca. Volteo a ver, buscando el origen del sonido pero no encuentro nada que pueda explicarlo. Los toquidos son más intensos, más fuertes, parecen pedir que los encuentre. Siento una presión fuerte en el pecho, llevo mi mano al corazón, los toquidos parecieran surgir de aquí, toc toc toc  me preocupo de algo que no puedo entender ni explicar. Me dirijo al comedor, toctoctoc abro las cortinas, toctoctoc enciendo las luces, toctoctoc voy al baño, toctoctoc la sala, enciendo todas las luces de la casa y no encuentro a alguien o algo que haga  estos sonidos. Siento aún cómo los toquidos parecieran surgir de mi pecho. En el centro de la habitación, cierro los ojos para concentrarme. Intento averiguar si en realidad provienen de dentro de mí. Toctoctoc, alguien abre la puerta.  Veo un espejo, una habitación oscura. El reflejo no muestra mi rostro, muestra la de alguien más que se me hace muy familiar. Levanté mi mano derecha. Tiene unas venas muy marcadas, observé las líneas de mi mano. Una gran M la atravesaba. Al palparla con el pulgar de la mano izquierda, pude apreciar unos pequeños callos justo debajo de la base de cada uno de mis dedos. Toc toc toc. Lentamente moví uno a uno para observar sus movimientos. Toc toc toc. Al principio eran rígidos, luego fueron aumentando la velocidad frente a mis ojos. Mi mano mostró movimientos que no conocía, un rostro oculto que no sabía existía. Mi mano se desprendió de mí sin sangrar, como si fuera una mano extranjera. Caminó hasta ponerse frente a mi rostro, me mostró las uñas negras, oscuras, llenas de tierra. Trato de abrir los ojos.

 

No puedo.

 

Continúo en esta habitación, frente a un espejo que refleja a alguien más, observando observar mis uñas. Ya no escucho toquidos. Escucho pasos. Pequeños pasos que se acercan a mí, en esta obscuridad, no sé dónde estoy, quién soy, qué soy.

 

Toc

Toc

toc

 

 

 

 

Iliana Vargas (Ciudad de México, 1978) es narradora y ensayista egresada de la licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM donde cursó el Diplomado de Literatura Fantástica coordinado por Ana María Morales y co-organizó el Encuentro Multidisciplinario en torno a lo Fantástico, en 2001. Actualmente forma parte del Seminario de Literatura Fantástica Hispanoamericana que se imparte en la misma institución, coordinado por Alejandra Amatto, Jazmín Tapia y Miguel Candelario. En 2018 fue seleccionada para formar parte de la delegación mexicana The  Mexicanx Initiative en la 76 World Science Fiction Convention, en San José California; y en 2019, para participar en el 2º Encuentro Internacional de Literatura Fantástica y Ciencia Ficción en Santiago de Chile y Punta Arenas. Es autora de los libros de cuento Joni Munn y otras alteraciones del psicosoma (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2012); Magnetofónica (Ediciones y Punto, 2015); Habitantes del aire caníbal (Editorial Resistencia, 2017). Su obra forma parte de antologías impresas y plataformas digitales como: Léeme (Jonathan Minila, Secretaría de Cultura CDMX/Laboratorio de Tecnologías El Rule, 2020); Un universo en el que no nos extinguimos (Libia Brenda Castro, 2019); A Larger Reality: Speculative Fiction from the Bicultural Margins / Una realidad más amplia: Historias desde la periferia bicultural (Libia Brenda Castro, Cúmulo de Tesla, 2018); Biútiful Frik (Bernardo Fernández, Secretaría de Cultura, 2018); Lados B. Narrativa de alto riesgo (Mauricio Bares, Nitro/Press, 2018); Cuentistas de Tierra Adentro 2007-2017 (Secretaría de Cultura, 2017); La tienda de los sueños. Un siglo de cuento fantástico mexicano (Alberto Chimal, Ediciones SM, 2016); entre otras. Escribió la columna “Hibridaciones Sinápticas” y editó el dossier Fémina Incógnita para la revista Vozed. Algunos de sus cuentos han sido traducidos al inglés. Su próximo libro lleva por título Yo no voy a salvarte y será publicado por Eolas Ediciones en España.

 

 

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