Aura García-Junco nació en la Ciudad de México en 1988. Es narradora, ensayista y traductora. Estudió Letras Clásicas en la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha sido becaria en el Programa Jóvenes Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, la Fundación para las Letras Mexicanas y la primera residencia Under the Volcano 2018. Su novela Anticitiera, artefacto dentado, fue publicada por el Fondo Editorial Tierra Adentro en 2018, a propósito de la cual conversamos.
Leía, en una entrevista que te hicieron a finales del año pasado, una posible opinión sobre Anticitera que tú misma formulabas: “He publicado una novela que dirán que no lo es”. Me llamó la atención porque justo la primera vez que la leí me costó trabajo comprender que su estructura fragmentaria nunca abandona el hilo sutil que conecta la historia del artefacto y de los manuscritos, personajes principales del libro. ¿Nos contarías un poco sobre el proceso de escritura y cómo decidiste que en lugar de un conjunto de relatos, Anticitera, artefacto dentado funcionaría mejor como novela?
Aunque ese titular fue una interpretación del periodista, veo de dónde viene, en el sentido de que es una novela poco tradicional y, como tal, pide una lectura algo distinta. Este libro surgió en primer lugar como una serie de relatos breves, pero cuyo destino era conectarse. Creo que desde su concepción era un híbrido. Me gustan mucho las obras inclasificables y desconfío de la idea de meter todo en cajitas. En el caso de la novela, la ventaja es que se trata de un “género” tan amplio que permite mucha flexibilidad. Si el destino de los textos que componen Anticitera era orbitar alrededor de un aparato y cómo los personajes lo leen o lo construyen o lo sufren, al final el conjunto entraba más bajo esta categoría.
Una de las cualidades que yo encuentro en tu narrativa es el uso del lenguaje envolvente y preciso; o al menos a mí así me lo pareció porque me hizo entrar y percibir a detalle el entorno, los escenarios, paisajes y las atmósferas, tanto visuales como sonoras, de los distintos espacios y tiempos en que se desarrolla la novela. Sin afán de spoilear, diremos que el libro trata sobre los misterios y las dificultades en torno a la construcción de artefactos extraños que existieron en la vida real hace siglos. ¿De dónde proviene tu interés por los aparatos imaginarios? ¿Alguna vez has elaborado alguno o hay alguno que te gustaría haber inventado?
De niña amaba los libros de cómo funcionan las máquinas, que tenían esquemas de televisiones despanzurradas y refrigeradores a la mitad. Esa anatomía de los objetos me gustaba mucho, aunque nunca tuve la paciencia para hacer nada práctico con ello. Creo que mi interés era más “literario”, más desde el misterio de las cosas. Las máquinas de las que hablo en el libro son todas reales, aunque a veces no lo parezcan o aunque yo las haya colocado en sitios donde no van, o dado lecturas fantásticas a sus capacidades. Mi interés principal es cómo un mismo objeto puede ser leído de muchas maneras, especialmente si no queda del todo claro para qué sirve o cómo funciona. Sobre la elaboración, soy más de papel que de tridimensionalidad. Por eso me gusta cuando han llamado a Anticitera un aparato textual. Es lo más cerca que estaré de inventar algo.
Otros elementos muy significativos de Anticitera son las diferentes versiones de los manuscritos al pasar de mano en mano; los esquemas y las instrucciones para armar los artefactos.Todo ello me hizo pensar en libros extraños como El manuscrito Voynich o el Códice Seraphinianus y las especulaciones en torno al significado y objetivo de su escritura. ¿Dirías que tu novela es un homenaje a ese tipo de libros que han resistido el paso del tiempo, la censura, la destrucción, y que guardan secretos indescifrables?
Me encantan las historias de manuscritos indescifrables o perdidos. Me gusta mucho también pensar lo complejos que eran los procesos de transmisión textual antes de la imprenta, y el enorme trabajo que implicaba crear un libro. Todo eso me lleva a imaginar las muchas manos por las que pasó cada uno de estos manuscritos y cuánto de azar hubo en que sobrevivieran, a diferencia de otros, quizás más importantes en su tiempo, que por cualquier cosa desaparecieron. Mi libro nació de mi amor por ese azar, por lo fragmentado, por lo perdido y lo irrecuperable, así que definitivamente hay algo de homenaje.
La constante presencia de mecanismos, engranajes, planos, mapas y autómatas a lo largo de la historia y la idea del manuscrito como contenedor de la máquina me lleva a preguntarte si has visualizado tu novela como uno de estos artefactos y en ese caso qué sería: ¿un autómata, un expendedor de alguna esencia mágica, o algo más complejo como el pneumata de Herón que mencionas en uno de los capítulos?
En mis fantasías más optimistas, la novela funciona como un aparato compuesto de pequeñas piezas dentadas, un poco rotas, pero que encajan entre sí, como el aparato de Anticitera, el real y el fabulado.
Varios de los pasajes de Anticitera me hicieron pensar en las ilustraciones de los libros de horas medievales, en la vida de los navegantes que se aventuraban a lo desconocido, o en los tapices de “La dama y el unicornio”, y a la vez, en la contemplación del cosmos y la influencia de la energía astral en el movimiento terrestre. Sobre todo, me pareció fascinante la alusión a la armonía de las esferas, la invención de híbridos instrumentos musicales y el deseo de elaborar una caja donde pudieran existir los sonidos más allá de lo que entendemos convencionalmente como música: los sonidos como un bombardeo sensorial. Estos elementos, en conjunto, me hicieron percibir tu gusto por la ciencia ficción en tanto que hay un uso de la tecnología, por antigua y misteriosa que sea, para crear algo nuevo capaz de transformar de alguna manera el devenir humano. ¿Qué tanto pensaste en ello durante la escritura de la novela, y hacia dónde va tu búsqueda al respecto en la narrativa que has trabajado después de Anticitera?
Sólo después de haberla terminado y que un par de lectorxs increíbles me lo propusieran, se me ocurrió que la obra podía ser leída como Ciencia Ficción. Tampoco pensé específicamente en una obra de fantasía en los primeros procesos de escritura. Creo que al final sucedió porque, como dices, me gustan mucho esos géneros y son parte importante de mi formación como lectora y, por tanto, como escritora. En mi siguiente novela, también terminé yéndome hacia algo que entraría dentro de la ficción especulativa, pero tampoco fue un acto, digamos, premeditado.
Por último, ¿quisieras compartirnos algún fragmento de la novela o de algo que hayas escrito últimamente?
De Mar de piedra.
Cuarenta primaveras y sus inviernos pesaban sobre los hombros de Tupai cuando trazó los mapas que lo llevarían sobre el lomo vivo del barco del capitán Cook. Sentado en esa misma nave, en la que moriría años después, el navegante recorrió en su cabeza, detalle a detalle, las 130 islas que rodeaban su casa original, Ra’iatea. Con la pluma del soberbio Cook dibujó primero el centro del universo: Tahití.
Serratos, Marco Polo, Sofía Embleton, et al., Atlas para entender el mundo: Nuevas leyendas polinesias, Santillana, 2009.