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Helena Beristáin en el conflicto universitario de 1999 – Una visión de los académicos

María Stoopen Galán

 

A la memoria de Helena Beristáin

En este artículo intentaré reconstruir, desde la perspectiva de una académica que lo vivió, algunos momentos clave del conflicto universitario de 1999 y las consecuencias que tuvo para la Universidad Nacional Autónoma de México.

El 15 de marzo de 1999, el Consejo Universitario aprobó el Nuevo Reglamento General de Pagos (RGP) propuesto por el rector de la UNAM, Francisco Barnés de Castro. Ante la reacción de rechazo a la medida por un buen número de alumnos, la movilización que provocó la decisión en la comunidad estudiantil y el amago de una huelga, algunos académicos, entre ellos profesores eméritos, intentaron impedir la confrontación que ocurriría y emprendieron acciones oportunas para evitar que se paralizara la Universidad. Varios profesores e investigadores eméritos, se entrevistaron con el rector Barnés para externar su opinión sobre la medida y persuadirlo para que iniciara un diálogo con los estudiantes. En esa reunión, alguna voz aconsejó prudencia al rector con estas palabras: “el tratamiento del problema de elevación de cuotas requiere reflexión, ponderación, precaución.”

María Stoopen Galán

 

A la memoria de Helena Beristáin

En este artículo intentaré reconstruir, desde la perspectiva de una académica que lo vivió, algunos momentos clave del conflicto universitario de 1999 y las consecuencias que tuvo para la Universidad Nacional Autónoma de México.

El 15 de marzo de 1999, el Consejo Universitario aprobó el Nuevo Reglamento General de Pagos (RGP) propuesto por el rector de la UNAM, Francisco Barnés de Castro. Ante la reacción de rechazo a la medida por un buen número de alumnos, la movilización que provocó la decisión en la comunidad estudiantil y el amago de una huelga, algunos académicos, entre ellos profesores eméritos, intentaron impedir la confrontación que ocurriría y emprendieron acciones oportunas para evitar que se paralizara la Universidad. Varios profesores e investigadores eméritos, se entrevistaron con el rector Barnés para externar su opinión sobre la medida y persuadirlo para que iniciara un diálogo con los estudiantes. En esa reunión, alguna voz aconsejó prudencia al rector con estas palabras: “el tratamiento del problema de elevación de cuotas requiere reflexión, ponderación, precaución.” Los académicos reconocieron “el rezago presupuestal de la UNAM, pero [advirtieron que] lo que se obtendría con los incrementos no resolvería el problema y sí crearía otros.” “La mayor parte de los mexicanos ─aseguró una de las eméritas─ vive en este momento en una inhumana pobreza. Debemos posponer esta discusión. No nos beneficia enfrentarnos”. También señalaron que: “No debe permitirse el aumento de las cuotas […] pero tampoco el paro de labores, pues esto traería un grave deterioro a la UNAM.” Los académicos mostraron una clara visión política con respecto al papel de la Universidad en relación con las condiciones sociales y económicas del país. A unos días de que estallara la huelga sugirieron prudencia a la autoridad, previeron las graves consecuencias y resumieron el sentir de muchos de los académicos. “El rector Barnés ─comenta al final el columnista de “Astillero”, que destacó la intervención de los eméritos─ no puede desestimar las voces de sus mejores académicos.”

Y en verdad, el rector no escuchó esas voces autorizadas. La huelga se inició el 20 de abril: “La Asamblea Universitaria Estudiantil refrendó que estudiantes de 30 centros educativos de la UNAM izarán en el primer minuto del martes, la bandera rojinegra en sus respectivos planteles.” Y la Universidad cerró y quedó desprotegida.

Un grupo de profesores, sabiendo que los estudiantes inconformes tomarían las facultades el 20 de abril, esa mañana nos fuimos concentrando en el estacionamiento de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL). Presenciamos cómo iba en aumento la algarabía de los jóvenes que desde los edificios ocupados se asomaban hacia el campus para celebrar la conquista y también cómo crecían las manifestaciones de burla hacia las autoridades que, en grupo compacto, presididos por el rector, recorrían la explanada hacia Rectoría. Muchos de los académicos reunidos en las afueras de la Facultad no apoyábamos las medidas ni de unos ni de otros: “que no haya cuotas, pero tampoco huelga.” Entre los que éramos testigos de esa confrontación, se creó una sinergia que nos llevó a reunirnos ese mismo día para idear soluciones. Federico Álvarez, profesor de la FFyL, se señaló como líder, quien, una vez constituido el Colegio de Personal Académico de la Facultad poco tiempo después, fue nombrado presidente por aclamación. El espíritu que nos congregaba era el de mediación para buscar una conciliación de las partes y evitar la polarización.
Principiaron así las reuniones y actividades del grupo de académicos: asambleas, discusiones, propuestas de solución, cartas públicas manifestando nuestra postura, colectas para publicar desplegados, diálogo con los estudiantes paristas, entrevistas con distintas autoridades… Había dinamismo, respeto y cordialidad. Lográbamos las decisiones por consenso, intentábamos articularnos con otros grupos y sectores. Los más lúcidos estaban conscientes de que había asuntos más amplios a resolver que el de las cuotas; que el problema de fondo era el modelo de universidad. Por eso, pensábamos que la discusión entre las partes en conflicto debería abrirse a los académicos, a quienes asistía el derecho de participar.

A una semana de establecido el paro, el Dr. Barnés convocó a un diálogo para discutir el Reglamento con una comisión nombrada por el Consejo General de Huelga (CGH). De diversos grupos de académicos surgió la propuesta de una intermediación entre las partes. Los estudiantes la rechazaron, así como los términos del encuentro anunciado por Rectoría. Sin embargo, los delegados del CGH reconocieron en el llamamiento de las autoridades “la victoria que significa haber recibido, por primera vez, el carácter de interlocutores.” La iniciativa del rector, no obstante, tampoco tomaba en cuenta a los académicos en el movimiento de huelga. Sin embargo, interpretamos que el llamado al diálogo del rector se había debido a la gran marcha del viernes 23 de abril que mostró la fuerza y el gran número de opositores al Reglamento, así como a la participación de los académicos manifestada de diversas maneras. Entendimos que la intervención del rector no había sido gratuita y que en ese sentido ya habíamos influido. A una semana de iniciado el paro, profesores e investigadores reunidos en la Facultad de filosofía y Letras coincidimos en que:

Los profesores no podemos mantenernos al margen. Debemos exigir nuestra participación. No podemos esperar que las partes lo decidan, puesto que es nuestro derecho intervenir. Hemos de exigir la presencia del sector académico y hacer ver al rector que hay problemas más grandes como el de la estructura de la universidad. Debemos nombrar una comisión ya no de mediación, sino de participación efectiva como sector. Hay que empezar por un primer paso: el de la suspensión [de las cuotas] con el fin de evitar las consecuencias negativas del modelo neoliberal de universidad. Asimismo, hay que investigar qué opinión les merecen nuestros pronunciamientos tanto al rector como al director de la facultad. Asimismo, hay que sugerirles a los estudiantes nombres de candidatos a la comisión que los acompañe a la negociación. Hay que dejar planteado un comité que sea responsable de vincularnos con los estudiantes, así como con otros grupos de profesores.

En efecto, tuvimos varias entrevistas con miembros del CGH y, en diversas ocasiones algunos asistían a nuestras asambleas. Iniciadas nuestras sesiones regulares, pronto surgió la necesidad de crear una organización más formal para otorgarnos una representación ante las autoridades universitarias, el Consejo General de Huelga y la opinión pública. Así nació el Colegio de Personal Académico de la Facultad de Filosofía y Letras, un grupo compuesto por académicos con adscripción tanto en la Facultad como en los Institutos de Humanidades y de Ciencias Sociales, el llamado Subsistema de Humanidades. Por votación se constituyó la Mesa directiva. En ese momento, nuestro Colegio se fundaba por primera vez; en otros casos, especialmente en los Institutos, los Colegios ya existían, pero la huelga les permitió reactivarse. Dado que se trataba de una huelga estudiantil, desde la Facultad se tenía contacto y se podía entablar diálogo con los estudiantes. Se reunían en las inmediaciones. Imposible olvidar que el Auditorio Justo Sierra se constituyó en la sede principal del CGH, que aún no ha sido restituido a la comunidad universitaria.
Así, el 10 de mayo, como una propuesta de la Asamblea de la Facultad de Economía, los paristas aprueban el Pliego Petitorio:

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Que se elimine el Reglamento General de Pagos

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Que se aumente el subsidio gubernamental para la Universidad

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Que se destine el 8% del PIB a la educación y el 2.5% para el nivel superior

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Que se deroguen las reformas al reglamento de inscripciones que desaparecieron el pase automático e impusieron restricciones para la permanencia de estudiantes en al UNAM

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Que desaparezca el Tribunal Universitario, Auxilio UNAM y los grupos policiacos en la Universidad

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Que se cancele el examen de egreso de licenciatura y desaparezca el Ceneval

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Que se cancelen las sanciones y consignación contra estudiantes, profesores y trabajadores en Economía, la ENEP Iztacala y todo aquel que resulte afectado por la ‘justicia universitaria’.

En vistas de que la huelga se prolongaba y de que resultaban inaceptables la mayoría de los puntos del pliego petitorio, el 11 de mayo, el rector Barnés anunció la creación de una Comisión de Encuentro para buscar un acercamiento con el CGH y propiciar el inicio de un diálogo.

El objetivo de esta Comisión sería recibir y escuchar propuestas de toda la comunidad universitaria a fin de establecer las condiciones para un diálogo directo, incluyente y propositivo. Sin embargo, la Comisión no tendría carácter resolutivo. Asimismo se reiteraba que el Reglamento General de Pagos podrá ser perfectible, pero de ningún modo sería abrogado, ya que en él también se consideraba el cobro por otros servicios académicos y trámites escolares.

Un poco más adelante, ante las posturas irreconciliables de las partes y en busca de decisiones y acciones concertadas por los distintos cuerpos académicos de la Universidad, fue fundada, con la participación de Colegios de Personal Académico de Facultades, Escuelas, Institutos y Centros, la Federación de Colegios de Personal Académico de la UNAM (FECOPA), bajo los siguientes lineamientos:

Ante la desarticulación del personal académico de la UNAM, y frente a los retos de transformación académica de nuestra institución, el 25 de mayo de 1999, en el auditorio del Instituto de Astronomía, catorce colegios del personal académico decidimos constituir la Federación de Colegios del Personal Académico de la Universidad Nacional Autónoma de México, de acuerdo con lo establecido en los artículos 113 y 114 del Estatuto del Personal Académico de la UNAM […]

Helena Beristáin, profesora emérita fue invitada como oradora en el acto de inauguración, distinción que se extendió a los Colegios en los que ella participaba. Otros integrantes del de Filosofía y Letras estuvieron presentes en el evento y, a lo largo del conflicto, formaron parte de la Federación. En su discurso, la académica planteó que el modelo de universidad propuesto por el rector Barnés era una imposición del imperialismo y que iba en contra de la cultura mexicana; que la fundación de la FECOPA era una manera de defender esos valores. En consecuencia, desde ese mismo momento, el nuevo organismo académico señaló públicamente que: 

El diálogo es el único medio para solucionar el conflicto, los universitarios debemos comprometernos a no emplear en ningún momento ningún medio represivo para dirimir nuestras discrepancias. […] A partir del pliego petitorio del CGH y de la propuesta de la Comisión de Encuentro, puede convenirse en una agenda inmediata que permita la superación del conflicto y abra paso a un amplio proceso de transformación universitaria que incorpore los siguientes puntos: el compromiso explícito de ambas partes, de celebrar un foro abierto de discusión y decisión […] que incorpore a toda la comunidad universitaria y que incluya […] el ingreso y permanencia de los alumnos, y la relación con el CENEVAL, […] financiamiento y presupuesto, reforma académica, legislación y formas de gobierno, con la garantía de que los acuerdos tomados por consenso en dicho foro serían sancionados por el Consejo Universitario.

De esta manera, el documento de la FECOPA intentaba hacer negociables los categóricos planteamientos de los estudiantes y la negativa del rector a derogar el RGP; se pronunciaba por el diálogo entre las partes y la solución pacífica y concertada del conflicto. De este modo, coincidían en espíritu el diálogo inicial de los académicos con el rector Barnés, los propósitos del Colegio de Personal Académico de la Facultad de Filosofía y Letras y del Instituto de Investigaciones Filológicas y los de la Federación. Sin embargo, las posturas de una y otra parte en relación con las demandas estudiantiles y el levantamiento de la huelga, a esas alturas resultaban ya irreconciliables, a pesar de los intentos de diálogo claramente expresados desde el inicio por los académicos comprometidos en la solución del conflicto.

Al trabajo constante y a las proposiciones de solución planteadas por las diversas organizaciones instituidas por los académicos vino a darles fuerza y nuevo aliento el documento dirigido a la comunidad universitaria el 27 de julio por un grupo plural de maestros eméritos compuesto por Luis Esteva Maraboto, Héctor Fix Zamudio, Alejandro Rosi, Miguel León Portilla, Alfredo López Austin, Luis Villoro, Manuel Peimbert y Adolfo Sánchez Vázquez. La declaración de principios que encabezaba las propuestas de solución era la siguiente:
Preocupados por los enormes daños causados a la Universidad y al país por la prolongación del actual conflicto, así como por las dificultades que se han presentado en el diálogo entre la Comisión de Encuentro y los representantes del Consejo General de Huelga, reafirmamos nuestro rechazo a cualquier uso de la fuerza pública para resolver los problemas de la Universidad. Hemos recogido la opinión generalizada entre los Universitarios tanto de la necesidad de abrir espacios de reflexión sobre los problemas de la institución como de la urgencia del levantamiento de la huelga.

La comunidad académica encontró en el grupo de eméritos un honroso liderazgo que conjuntaba con inteligencia y sensibilidad la postura sostenida por los Colegios de Personal Académico y la Federación. Con ellos se abría una puerta a nuestro derecho de ser escuchados y participar no sólo en la solución del conflicto sino en la reestructura de la universidad. La prueba de la articulación existente entre el grupo de los eméritos y el Colegio de la Facultad era la composición de la Mesa directiva, para la cual la asamblea había nombrado como Vicepresidentes a la Dra. Helena Beristáin, a la Dra. Margit Frenk, al Dr. Alfredo López Austin, al Dr. Adolfo Sánchez Vázquez, nuestros queridos eméritos. Éstos no fueron sólo cargos honoríficos, sino que los profesores eméritos sesionaban activamente con el resto de los académicos y asistían también a las reuniones de la Mesa directiva.

Por su parte, el CGH, al principio consideró la propuesta como una trampa, pero finalmente fue aceptado el diálogo, que se dio en el Auditorio Justo Sierra el 10 de agosto. Sin embargo, los huelguistas tomaron posturas divergentes: unos solicitaban la integración de una Comisión Organizadora para los foros de discusión con integrantes del resto de la comunidad y otros insistían en el cumplimiento del pliego petitorio y no levantar la huelga hasta que se cumpliesen sus demandas. Y así, en una asamblea del CGH en la Facultad de Ciencias, celebrada el 19 de agosto, se dieron fuertes choques entre moderados y ultras. De este modo, ante la mirada indignada e impotente del sector académico comprometido, eran ya inevitables la descomposición del CGH y el aislamiento del rector Barnés, que desembocó en su renuncia el 12 de noviembre. Como fueron inevitables los eventos que se precipitaron después ─incluida la toma de los Institutos─, a pesar de los Diálogos en Minería, de la marcha a la sede alterna de Rectoría en San Jerónimo, de la fundación de Convergencia Universitaria, que conjuntaba a académicos, estudiantes y trabajadores del STUNAM en busca de soluciones viables.

Las instalaciones fueron entregadas a la comunidad por la PFP el 6 de febrero de 2000. Esa fue la manera, quizá la única posible, por medio de la cual el nuevo rector, Juan Ramón de la Fuente, pusiera fin al conflicto después de poco más de nueve meses de huelga. Sin embargo, los académicos del Colegio, que buscamos el diálogo, decidimos volver a nuestras actividades bajo protesta. Así terminó el movimiento político que, paradójicamente, movilizó a toda la comunidad universitaria y paralizó a la UNAM. Sin embargo, el que fue uno de los recintos importantes en que el CGH sesionaba, el auditorio Justo Sierra, también conocido como Che Guevara, aledaño a la Facultad de Filosofía y Letras, fue retomado poco después por algunos de los estudiantes más radicales. Hoy, 16 años después, permanece ocupado ilegal e ilícitamente por un grupo autodenominado “Okupaché”. Ninguno de sus miembros forma parte de la comunidad universitaria.

Julio Hernández López, “Astillero”, La Jornada. Año Quince, núm. 5250, secc. Política (19990416), apud María Teresa Camarillo y Guadalupe Curiel (coords.), Hemerografía del movimiento estudiantil universitario (1999-2000). México, UNAM, 2005, p. 43.

Alma E. Muñoz, “El Consejo Universitario refrenda la huelga; comienza a media noche”, La Jornada. Año Quince, núm. 5253, secc. Sociedad y justicia (19990419), p. 47, apud ibid, p. 45.

Hermann Bellinghausen, “Aceptan estudiantes dialogar, pero no como pretende Rectoría”, La Jornada. Año Quince, núm. 5263, secc. Política (19990429), p. 10, apud ibid, pp. 67-68.

Minuta de la reunión celebrada por los académicos de la Facultad de Filosofía y Letras el 28 de abril de 1999.

Yolanda de Garay, Historia de un movimiento estudiantil 1999-2001,Capitulo V 5.1 Comisión de Encuentro, UNAM, México, edición digital.  
http://www.biblioweb.tic.unam.mx/libros/movimiento/capitulo5.html

La Comisión estaría integrada por: Arturo Bouzas Riaño (director de la Facultad de Psicología), Ángel Díaz-Barriga (director del Centro de Estudios Universitarios), José Luis Mateos Gómez (profesor emérito de la Facultad de Química), José Núñez Castañeda, Rafael Pérez Pascual, Ricardo Pozas Horcasitas, Cristina Puga (directora de Ciencias Políticas y Sociales), Ricardo Tapia Ibarguengoitia (investigador emérito del Instituto de Fisiología Celular), Silvia Torres Castilleja y Jorge Villamil Rivas (profesor de la carrera del Colegio de Ciencias y Humanidades). Yolanda de Garay, op. cit.

Cf. Yolanda de Garay, ob. cit.

Acta constitutiva de la Federación de Colegios del Personal Académico de la Universidad Nacional Autónoma de México, 25 de mayo de 1999.

Federación de Colegios del Personal Académico de la UNAM. Congreso Constituyente. Informe de la Mesa Coordinadora Provisional, s. d., www.fecopa.unam.mx/informe_Con.doc

La Jornada, 28/07/99,  p. 14, apud Yolanda de Garay, ob. cit.

La composición de la Mesa directiva era la siguiente: Presidente: Dr. Federico Alvarez. Vicepresidentes: Dra. Helena Beristáin, Dra. Margit Frenk, Dr. Alfredo López Austin, Dr. Adolfo Sánchez Vázquez. Secretarios: Dra. Cristina Gómez, Dr. Miguel Soto, Lic. Tatiana Sule. Tesorera: Dra. María Stoopen. Vocales: Dra. Mariflor Aguilar, Dra. Georgina Calderón, Lic. Eva Cruz, Mtra. Marina Fe, Lic. Ricardo García, Mtra. Marcela Gómez, Dr. Horacio López Suárez, Mtra. Leticia Moreno, Mtro. Federico Navarrete, Mtro. José I. Palencia, Dr. Javier Torres Parés y Dr. Gabriel Weisz. El jardín de los cerezos. Revista virtual del Colegio de profesores de la Facultad de Filosofía y Letras, http://saturnales.tripod.com/

Cf. Yolanda de Garay, ob. cit.

 

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