Hay un mar que cubre tu cuerpo
Algo interminable de ti.
Hay tantas ganas de acecharte.
De quedarnos solos y en silencio.
El agua cae a los tobillos.
Ave de piedra cruza la memoria.
Hay colgada en la puerta
una despedida breve y dolorosa.
Unas ganas de salir.
Una ventana que da hacia el mar.
Orquesta de caracoles.
Y he llorado tanto por no verte.
Solo por florecer.
Porque la nube se expanda hasta ti.
Solo por no perderme en el otoño.
Y me divido en dos.
Escarcha en la memoria blanquecina.
Tengo ganas de aparecer.
Y todos tus montes,
todas tus coordenadas se hacen
estación de semilla.
Cada dolor tiene su sitio
Pero a mí, a veces,
se me entristece el estómago,
se me deprimen las piernas.
Me lloran las fracturas expuestas.
A veces
necesito antiácidos para la memoria porque sí,
los recuerdos son úlceras,
llagas que sangran
y mi pus se debilita
se cansa la bilis de ser bilis.
Cada dolor tiene su sitio
pero a veces
me salen padrastros en el rabillo del ojo
y es inevitable
no querer arrancarlo
quitarlo con lo visto
con lo pertenecido
lo asido por los ojos.
Dicen
que cada dolor tiene su sitio
pero mis lugares
nunca son los mismos.
Hay verdades que nacen
Con espinas en la boca.
Con lenguas que se iluminan,
que parpadean como luciérnagas.
Me duele esta pecera que son mis manos.
Este quererte sin principio y sin fin.
Tu nombre que florece y se marchita.
El esqueleto de tu voz.
Tu mirada radioactiva.
El cloroformo que es
la punta de tu lengua.
Hay palabras como lanzas
como astillas como agridulces.
Amargas.
Me conformo con verte convertido
en sombra technicolor.
En fotomatón de artificios.
Pero sólo
te encuentro
en forma de amputación.
ME ATREVO PENSAR/Que el pasado se hace / remolino en mi sangre / que alguien / ha dejado en mí / coágulos sobre la garganta / un demonio que en mi lengua / se hace saliva espesa / naufraga / necesito una compañía / alguien que anote la temperatura de mis trastornos / que sane la irritación / el lobo que es la memoria / mi temblar cuando me sé / un dragón desorbitado / pulso frágil / mi cuerpo se desintegra / la sangre / se aniquila / la navaja rota / corta / trazos / tejidos carnosos / termales en mi entrepierna / por eso enmudezco / por eso lloro / por eso / anochecer siempre fue difícil sin ti.
Todo se originó como batalla de octubre
Como suicidio incendiado.
Como ardor en la lengua.
La noche era pequeña.
Muy pequeña para tanta lluvia.
Para tanta tormenta.
Así llevan las garzas
la luz en el cuerpo.
Como halo de verso que roza la piel.
Como sonido que guarda
la memoria y el espacio de los árboles.
O la nube que tengo escondida en los pies.
Como si ave y alas
y fruto y flor
y tormenta y suicidio
tuvieran la misma transparencia.
ESA MAREA ALTA/Que eran mis ojos / esa marea / que fuimos entonces / el mundo completo / y sus flores / las estaciones / cálida voz / tu cuerpo / mis ojos / de marea alta / todo se olvidó / la arena de tu cuerpo / las miradas / tú como fantasma / y te quiero.
Si respiro tú nombre
Y canto el viento que son tus ojos.
Bebo el mar que espera en tus manos.
Y el corazón de raíz se dilata.
Me convierto en pájaro.
Un matorral de aves en otoño.
¿Y si veo gritar el origen como se rompe una membrana o una piedra de árbol?
¿Y si amanezco soldada a la jauría que es tu cuerpo?
He intentado hacerme rio.
Abrazar los confines del universo.
Pero no me alcanzan las manos.
No me alcanzan los ojos anudados.
Porque hubo días en que la historia fracturó las piernas
Porque amordazo el corazón.
Por la sed de flores que tuvo mi torso.
Por las veces en que las alas
solo sirvieron para limpiar el camino.
Forcé infinidad de veces la miel de la felicidad que nos cubría.
La noche del día en que mis mejillas
eran constelaciones de otros planetas.
Y tu sonrisa en cualquier roce disminuía la distancia
Porque aún cuando decías “no lloverá”
yo preparaba mi paraguas de papel
y dejaba que la confusión lloviera.
Tu voz se filtra en el cuerpo
Desnudas las aves
vuelan dentro de la pupila.
Un solo parpadeo para saber lo escrito.
En el fuego del tiempo
tu voz
es un campo que arde.
Solía ser felicidad infinita dictando templanzas de gloria.
Un idioma tan preciso para saber lo que había qué sentir.
Trazábamos el tiempo con nuestros pies sobre la arena.
Las manecillas se movían a nuestro ritmo.
A veces
éramos cama haciendo el amor.
Un ruido lejano de madera crujiendo.
Sábanas que de pronto caían y tu voz
ahora arde.
En el cuerpo
las llagas aparecen
solo por la noche que me guarda.
Sólo por no haber teñido el corazón
antes de tiempo.
Me miro cansada y fría
tratando de tomar un poco de tu voz para silenciarla.
Hay veces
en que el ave se suicida cayendo de un edificio.
Nada lo para.
El tener alas no te salva de la muerte.
LA CASA ARDE / los libros / como párpados enfermos / caen con sus alas intoxicadas / hechas ceniza / y sus picos de polvo / consumidos los ojos / el amor / rostro desconocido / no puedo catalogar / todo arde / la casa también / todo arde / también yo que he dejado de ser yo / o que soy / una parte desconocida para mí / porque la historia me cortó / de tajo / y me dejó / también / sin mí / Leticia abandonada y roída / Leticia / sin confort para la lengua / Leticia sin hospitalidad / Leticia con comezón en la boca / inexistente / inacabada / hecha polvo / hecha trizas / La casa arde / yo también ardo / me incendio / me deshago / me derrumbo / materia estéril / como demonio / como pez beta / frágil / mi cuerpo semántico no es este /
Leticia Cortés, 1980.
Guadalajara Jalisco.
Autora de los libros de poesía “Lámparas de sueño” (2006) “De tu ausencia y mis pérdidas” (2011) y “Habitar la muerte” (2015) y “Cinco poemas para un hijo muerto” (2020).
Fue becaria del Programa de Estímulo a la Creación y al Desarrollo Artístico (2006-2007) y del Consejo Estatal para la Cultural y las Artes (2011).