Por Moisés Elías Fuentes
A galope tendido
en su corcel inmóvil
por el centro de Charlotteville,
el general Lee persigue
apaches levantiscos
y negros revoltosos
y hasta mexicanos insurrectos.
¡Persiguiéndolos desde hace tanto!
Desde los días de alférez en West Point,
blanco y protestante de cuerpo entero,
consciente ya de la pesada carga de la raza blanca,
llamada por Dios nuestro Señor
en su misericordia
a evangelizar al negro con el evangelio del látigo,
a redimir al indio con la cruz del sable y el rifle,
a bautizar al mexicano con su propia sangre
despojada de tierra.
La pesada carga de erigir un mundo inmóvil
como su estatua con el disfraz de héroe
suspensa en el tiempo,
con el odio frío destellante aún
en los ojos metálicos.