El fundamento de Occidente (II)

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Por León Bejar

ROMA COMO MODELO

 

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I.IV La pérdida del politeísmo y la cristianización de Roma

No sé si soy el único en desdeñar que Constantino haya legalizado el cristianismo; ni el único en odiar fieramente a Teodosio el Grande, el mayor exterminador del paganismo.

El territorio que ocupaba Roma cuando se comenzó la cacería de paganos era inmenso. Sin embargo, la Iglesia defendía la libertad de la persona ante Dios. El joven ya no iba al ejército por ir a misa. Pero el problema es otro: el pensamiento ad religare de maniqueos adquirirá su máxima proporción cuando la filosofía cristiana se ponga en boga. Pienso que es sobre todo San Agustín quien funda la ideología cristiana. Al inicio cazados, los cristianos serán acoplados al imperio hasta ser mayoría, la palabra del predicador encontrará oídos y el nuevo culto se sentará al centro del universo. Lo grave aquí es la pérdida de símbolos y dioses paganos. Si el pagano adora a la naturaleza, el cristiano la desacraliza; somete todo a esa unidad primera de Dios, negando la diversidad y dando un curso tiránico a la teología. Los dioses antiguos no solo eran estatuas y leyendas de entes antropomorfizados, era la concepción de un universo con distintas fuerzas divinas, de daimons¸ no de demonios. El progreso del cristianismo acabará por unificar Roma a su bandera, y a sepultar la diversidad politeísta; pero estos dioses no son una mera estampa histórica y la jerarquización de religar todo a la unidad divina no les hace justicia.

Se cuenta que la filósofa Hipatia, declarándose atea en Alejandría, fue asesinada brutalmente porque no era ni pagana ni atea. Su escepticismo era inaceptable en aquella época de trifulcas entre judíos, paganos y cristianos. Esta guerra, en que los cristianos fueron martirizados, acabaría en que ellos martirizarían al resto, y convertirían al mundo al evangelus (por desgracia lo contrario a una buena noticia).

El asunto desagradable es la pérdida de la diversidad y el sometimiento a la unicidad de un dios, una verdad, una virtud, un cielo, un Infierno, un camino. No es solo el amor a Dios, es el sometimiento del cosmos a ese Dios y el entendimiento de la verdad como correspondencia entre el enunciado y la realidad: por lo que cualquier segundo enunciado es falso. La negación de ópticas diversas y de que la verdad no puede ser sino una y solo una, dependiente del dios cristiano, cuyo imperio se fusionará con Roma, nacido entre la simbiosis de helenismo y judaísmo, surgirá y borrará a los paganos, pues toda creencia ajena al “Dios único” resulta una amenaza. “Esta verdad es la única” pensaban; mas la eliminación de la posibilidad alterna es el sometimiento del pensamiento hacia un centro impreciso. Nietzsche define esto como nihilismo activo: la creencia en algo sostenido en la vacuidad de la nada. Y este régimen insipiente tiranizará al mundo a un solo Dios, verdad, virtud y amor. Los cristianos se convertirán de cazados en cazadores con el afán fanático de instaurar la doctrina cristiana en Roma. Su victoria es implacable y determinará el curso de la historia, privándola de la inmensa gamma mitológica anterior, demonizando a sus dioses, coronando al Uno y a lo Uno como reyes de los hombres. Y esta herencia sometió y somete al universo, donde pocos clamamos por el regreso de esa diversidad de entidades particulares y de un universo donde la diferencia no connote a la negatividad, donde la multiplicidad de creencias puedan convivir y enriquecerse mutuamente, porque la verdad es perfectible, consensual y enriquecible, pero esto en los tiempos modernos; esa verdad primigenia cristiana en Roma es absoluta, inmutable y eterna. Es esclavizante y usada para empoderar a los últimos vestigios de la institución romana: La Iglesia Apostólica Romana, institución de malicia y corrupción, se encargará de aniquilar las posibilidad de otra verdad, de otro dios, porque todo otro dios es o falso o un demonio. Pues, lo grave aquí es el sometimiento paulatino del mundo hacia lo Uno y la negación de todo aquello que no encaje con una visión, cada vez más estrecha, donde el monoteísmo cristiano habrá de reducir a escombros a los otros cultos. El pagano, adorador de la naturaleza, debe convertirse, como todos, al régimen cristiano de mundo, olvidarse de lo diverso y adorar lo único: esta es la máxima victoria del maniqueísmo cristiano, cuyo avance fue conquistando occidente. La idea de occidente se focaliza con la entrada del cristianismo, como cuna del Salvador y la religión verdadera, y con el olvido de cultos anteriores. El amor de Dios cristiano caracteriza a occidente, transforma Roma y crea la Iglesia de San Pedro. Atiborrados de dogmas, la institución cristiana marcará el inicio de una nueva dominación al hombre, desde el miedo y el pecado y la inserción de la culpa, para “el camino del bien”, quizás una de las primeras sendas de la idea de Occidente, mutilado de diversidad y enjaulado en la idea de unicidad.

 

I.V. La herencia de Roma

Hemos tratado algunos aspectos importantes sobre nuestra herencia romana. Ahora, ¿qué es occidente? Occidente, como lo entiendo, es la idea de una humanidad “consciente”, de valores “universales” donde el individuo, el ser no en potencia sino que es, debe poder realizarse dentro de un marco histórico de progreso, considerando Grecia como su nacimiento, pues el pensamiento y filosofía griegas fundan occidente y florecen petrificadas en Roma. En un sentido, occidente es “el mundo civilizado”, de la ciencia y la libertad, donde se supone que el hombre comienza a ordenar sistemas filosóficos. Y aunque hemos heredado estos, ya hemos dicho que no fueron los primeros, en China e India ya había sistemas filosóficos y matemáticos mucho antes; pero sí fueron los que fundaron la idea del “hombre racional”, del “dominador del cosmos” donde el mal es el caos o la falta de orden, pues la naturaleza debe ser sometida y sus fenómenos dominados por el hombre, ese que debe obedecer a una teleología y en cuya historia se avanza hacia el progreso.

Nada más falso. La idea occidental fracasó, podemos decir que desde el siglo XIX no hay teleología posible, la emoción supera a la razón y la naturaleza no debe ser domesticada ni representa obediencia al hombre. Y por supuesto, mirad el siglo XX y mirad Roma: no hay progreso humano, solo técnico. La bestialidad romana comprueba el inicio del fracaso occidental, a la vez nos porta de los elementos que explican ese fracaso. Si deconstruimos los fenómenos como la esclavitud o los sistemas de derecho, veremos un aparente avance, al menos teórico, pero poco factible en la realidad. Si la división era entre patricios y plebeyos, ahora las clases sociales parten de esta concepción, así como nuestra falsa idea de justicia. Los avances son pocos e inconstantes, mientras que se esconden las toxinas de la dominación humana. Concluimos: Roma fue un circo que nos legó amplios sistemas filosóficos, de derecho, matemáticos, astronómicos; militares; un progreso importante, pero en el que se dibujan también los caracteres del desastre de occidente, de la desigualdad social y la bestialidad humana. Si Grecia avanzó con menos “pecados”, sus sucesores latinos continuaron la labor filosófica, pero reinauguraron por completo la bestialidad humana. Roma nos deja un sistema de derecho y no deja de aportar a la ciencia y a las artes; pero la crueldad romana y su desigualdad conducen a una miseria, circunscrita a ese sistema de derecho, por definición injusto, en donde la primera lucha de clases y el maltrato humano parecen pesar más, en cuanto a degradación humana y decadencia, que cualquier aparente progreso.

 

León Bejar, publicó su ópera prima “Majestic & Yo, el que ve” con Aliosventos Ediciones en marzo de 2018. Ganador del segundo lugar en el Certamen Literario número 43 del CDI, en el género poesía, con su poema “Mi amigo Kafka” publicado en dicha antología en 2016. Participante en el Certamen Nacional “Flores de Moreno” en la categoría de cuento con la Antología “El Rocío de los Cadáveres” en agosto de 2013.

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