Por Dylan Novalis
1.-
Amor mío, ya no sé qué más decir mientras me toco las manos y lentamente dibujo laberintos sobre ellas.
Amor mío, los vagabundos y los perros comparten la lluvia y les miro por un balcón con cierta envidia (también de la lluvia).
Amor mío, en el país de los ciegos todos nos tocamos las manos e imaginamos un salón con candelabros brillantes y obreros afuera, en huelga o en marcha (que no es lo mismo), empapándose las botas como mis manos, a veces, cuando las saco por la ventana y pienso en las tuyas con sus 10 dedos largos, lejanos, de un color que habita en la playa de la luna.
Todo ha terminado y los hospitales tiran flores por un camino de esmeralda en que conviven maniquíes sin nombre.
Camino en círculos y mi madre habrá de hablar con la certeza y la ternura con que solo las Teresas saben. Y playas, bares y callejones se visten entonces de utopía.
La utopía cierra los ojos y grita conmigo en un carrusel a la misma velocidad con que (seguro) tus ojos mordisquean las nubes.
Solo recuerdo estar sentado tocándome las manos.
Estar sentado en la utopía, sin nubes ni carruseles, todo vacío ahogándose en un suspiro de luz.
De alguna manera sé que cantaba.
Que no quise mas volver atrás, a los cementerios ni a las oficinas para enterrarme en un cenicero de escamas.
Quise parar todo y mirar despacio el labial en mi camisa pensando solo en esto: un muchacho en el desierto sin saber que decir.
Y está bien, se cierra el cielo y los bosques y los mares.
No existen formas de volver a la lluvia pero mis manos se tocan entre ellas como bailando y mis pies sienten ardiendo el norte de Mexico, el mezcal en los dientes y mil maneras de enamorarse sin dinero. Olvidando una historia de besos en la que alguien muere de ausencia y desaparece.
Y te juro que no se que decir si pienso en tus manos o tus ojos dibujados en la lluvia, que limpia todo. Como si ayer hubiera dormido abrazado a los recuerdos de mis viajes, a las calles donde pisé los charcos y amé o caí peleando, a los hospitales que miro de lejos, al pastel y los cumpleaños, a los sábados por la mañana y el cariño en el desayuno, desbordando como ahora la cuidad y mis nervios rotos por el ruido, las drogas y la revolución.
Todos mordiendo el atardecer antes de que se acabe y nazca
Algo increíble, algo imposible
Como acariciar tu pelo entre mis manos.
2.-
Estos son los días que pasaron desde que me fui
Esta es la distancia que va de tu cuarto al mío,
De tu infancia a la mía.
Los meses en que mis dedos dibujaron tu rostro
Los rostros que se deshacen al galope de las horas
Y el olvido, oh el olvido
Flotando a la orilla de la playa y columpiándose en la luna.
Ondulando a la espera de ser
Un abrazo de cinco minutos
Un saludo que también es despedida;
Y no poder decir lo cansada que es la carretera
Y esta piedra de hielo atorada entre la sangre.
Hasta que se va perdiendo tu nombre
De tanto repetirlo en silencio
Y no decirlo más mientras se muere.
Desvanecen las ciudades entre un río
Que desemboca en mi lengua con las horas compartidas
Entre el gesto de la vanidad
Que pienso eras tú, aterrizando sobre mis huesos
Cantando como un todo.
Mientras, al otro lado del mundo estás desnuda
Con el milagro de la mañana afilando el cielo, y tu voz
Se desvanece negando todo, rompiendo el silencio
Donde me dejaste atrapado
Antes
De partir
Dylan Novalis Ramírez Muñoz egresado del diplomado en creación literaria por parte de la SOGEM en la ciudad de Xalapa, Veracruz (2012-2015) y del diplomado en literatura europea por parte del INBA (2018). Creador en el EIELLZ 2018 en Zapotlán, Jalisco y en CONELL 2019 en Guadalajara. Graduado de la licenciatura en médico cirujano de la Universidad Veracruzana. Miembro del colectivo literario Mangos tristes en la ciudad de Xalapa con participación en los eventos “Caravana” y “Puro mango sin cortar”; ex miembro del colectivo teatral Los escondidos también en la ciudad de Xalapa.
Poema “el rompe olas” publicado en la revista electrónica “metáforas al aire” de la universidad de Morelos y poemas publicados en la revista literaria «La piraña».