Desde la hamaca

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Desde la hamaca 

(Columna)

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Por Mercedes Alvarado

 

Nadie quiere ser el viejo que sigue yendo al bar. O sí. Yo quisiera, sí, ser la vieja que va a comer a la cantina los sábados con los otros viejos, y seguir hablando de poesía, y seguir contándonos la vida. Quizá para entonces las historias se nos hayan terminado y empecemos a repetirnos exactamente de la misma manera en que nuestros abuelos se repetían -y se magnificaban- a través de su propia memoria.

Ángelo Nestore se mira -y nos mira, a todos- en este deseo de ser el viejo que sigue yendo al bar. Ángelo se mira desde el niño que es hacia el niño que fue, hacia el niño que seguirá perdiéndose en el bar por no tener niños que lo cuiden.

Hay en su poesía una voz bajita que nos habla de un pasado que no será, de todas las imposibilidades que nuestras propias decisiones han forjado. Un viejo que se pierde frente a la nevera, con ganas de pedir otra copa, o un joven que sigue deseando lo que le ha sido negado.

 

 

De cuando me equivoqué de bar

 

Yo soy de esa clase de amigos

que siempre pide otra ronda en los bares.

No tengo hijos,

soy el hijo único de una dinastía de bastardos

que se llena el estómago y se autodestruye.

Mis amigos, sin embargo, son padres,

de esos que buscan una excusa para volver tarde a casa,

siempre me invitan a otra,

nunca quieren que me vaya.

 

Ellos me miran y cien veces

me cuentan cien veces lo difícil que es

la suerte que yo.

Ellos no ven las hormigas que trepan por mi pierna,

no las ven.

Beben tiempo con su boca de padres,

tragan tiempo con su saliva de padres

y yo me vuelvo cada vez más pequeño

y sus hijos cada vez más grandes.

Y con cuarenta, con cincuenta,

volveré al mismo bar de la esquina

y entonces los que hoy son niños se preguntarán por qué

tantas hormigas en mi boca,

por qué el amigo de sus padres se sigue creyendo joven.

Con cincuenta, con sesenta,

quién me llevará a casa,

quién guardará mis huesos bajo las sábanas.

Con sesenta, quizás, con setenta

quién contestará a mis preguntas,

quién me dirá lo difícil que es,

la suerte que yo

cuando un día me confunda y pida otra ronda

frente a la sola luz de mi nevera.

(Del libro Actos impuros, Ediciones Hiperión)

 

 

Carta a un padre

 

Me enseñaste que para vivir debería:

deglutir, apretar los dientes, morderme la lengua.

Dejaste la camisa tendida, la camisa tendida, papá.

Para ti todo era attrezzo, la corbata planchada,

mi nudo en la garganta.

La caricia. Esta mano de niño era una caricia:

ayer la palma abierta en la mejilla,

hoy el destierro dentro de las uñas.

Para curarse basta con leer el prospecto:

por si las náuseas, por si el temblor, por si el ojo cerrado.

Cuando lo tocas, un crisantemo tiene la textura de la carne humana.

Eso ya no importa.

 

Ahora me pongo tus camisas.

Ahora todo el peso de las pinzas

sobre mis hombros.

(Del libro Adán o nada, Bandaàparte Editores)

 

Ángelo Néstore (Lecce, 1986), nacido en Italia y malagueño de adopción. Es poeta, actor y profesor en el Departamento de Traducción e Interpretación de la Universidad de Málaga, además de docente de chino mandarín. Ha defendido una tesis doctoral sobre Traducción del Cómic y Teoría Queer. Actualmente dirige el Festival Internacional de Poesía de Málaga Irreconciliables con Violeta Niebla y la editorial de poesía feminista La Señora Dalloway junto a Carmen G. de la Cueva y Martín de Arriba.

En 2017 publica su primer libro de poemas escrito en 2015, Adán o nada (Bandaàparte Editores). En el mismo año, obtiene el XXXII Premio de Poesía Hiperión con Actos impuros (Ediciones Hiperión). Su obra poética ha sido reseñada en periódicos y revistas como El País, ABC o Mercurio, entre otras.

 

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