Sal de alacrán, y lo que le sigue
Por Mercedes Alvarado
Hace apenas unos meses salió a la luz el poemario Sal de alacrán, de León Cuevas (1984), que es un recorrido por el concepto que tenemos de religión / espiritualidad / deidades contado desde la óptica de quien va peregrinando de lo más cotidiano a lo más divino.
El libro, que inicia con el ‘Camino al mercado de los brujos’, insiste incisivamente en las diferencias que nos han sido marcadas por la educación religiosa y los tonos de la piel, lo mismo que fantasea con una gran fiesta en la que conviven Changó, Krishna, Alá y Odín.
Después del ‘trance espiritual’ que significó para León la confección de estos versos, y según cuenta él mismo, se han abierto rutas para un nuevo proyecto que arranca en el mismo punto de partida, con el Regreso al mercado de los brujos, cuyo primer canto nos comparte el autor este domingo, para hamaquearnos en su lectura.
Regreso al mercado de los brujos
Canto l: un viernes fue martes
En aquel sitio
el único lugar
donde se puede percibir
que la tierra
tiene dos lunas,
si al fondo
de sus laberintos
sales y contemplas
y el cielo está cuarteado
es púrpura,
la atmósfera
es como clara de huevo
si eres tocado por un brujo
la puedes tocar,
una vez que entras al mercado
vas a volver
aunque digas que no,
eso me dijo anoche
mi nuevo espíritu guardián
él huele a caño
huele a viernes
a sudor ameno
a noche de estepas
a un descanso materno
de viernes
al filo dispuesto
que taja a la noche
un viernes
de mirar al cielo
de respirar
la dulce avena
la leche de cebada
el jugo de albaca
en una plaza vendaval
afonía simultánea,
mi espíritu guardián
tiene risa de sátiro
me mira en cuclillas
todo fin de semana
sentado a la orilla
caballera
taciturna
tan silenciosa
cantándome
sonetos de cuna
que develan
que la orilla del mundo
es la esquina de mi patio
se columpia
el fin del mundo
que para dejar
que crezca
de nuevo el pasto
hará falta
aplanar el ángulo
en el que se mece
el lado derecho
del mal
y el lado zurdo
de la razón.
Mi espíritu
guardián
es un ajolote
de viento
medita
con ojos
de sabana
sumerge tiras
de su piel
al agua
crece en su vientre
pasto sin floresta
flores de tosferina
un capullo de peste
y sereno
me dice
que regresemos
que en el mercado
dejé algo
y un adagio
se hace oblicuo
un onírico insomne.
un martes
percibí un olor
distinto
tan inoloro
que fundí
un presagio
ni copal ni caño
ni avena con mezcal
ni una ebriedad tuerta
olisca a luces de bengala
percibí el aroma del vacío
y abrí al martes
en su diafragma
una línea punzante
salté un pasillo frontal
pasando de salto
saltando ahora
el viernes hoy
de la palma
me llevaba
depredado
me marinaba en salsa
a los ojos de las hienas
era carroña
de caramelo
jugo fresco de arterias
con canela
licor y almendra
mi espíritu nuevo
era Pandora
era Eurídice
era Vivaldi
era Jim Morrison
era Da Vinci
era un ajo
hediondo de niebla
olía a golosina
con humedad
de asfalto viejo
a madera moscabada
mi espíritu
era un terrón
de azúcar podrida
pálida negrura
que se incendió con agua
era una semilla
que a falta de riego
se mecía
mi espíritu
era heces de miel
y me daba la mano
fauno azteca
deambulando,
y yo con él
cocí un incendio
en mi abdomen
para ir tan veloz
como una llama
de leche condensada
para ir más rápido
que el sonido de la flauta
el despertar quimera.
El camino al mercado
era el mismo
y estaba distinto,
mi espíritu
se cubrió con un zarape
para meditar
un templado bosque
de su piel
me dijo en tropiezos
que le urgía
sal de alacrán
untada en su tristeza
al final del arcoíris
nos esperarían de nuevo los orishas
tan conocidos por mí
que tosían de amnesia,
mi espíritu
le quitó polvo al arcoíris
y caminamos
sobre su resbalosa
maleza de reptil
no debíamos dejar
que los colores
se cruzaran
o harían mal el amor los dioses.
mi espíritu
entra en trance
cada vez
que lo repito.
ayer olía
a jugo de titanio
hace dos
minutos
que sucederán
ya huele
a naranja
privada de resaca
p
e
r
o
al entrar al mercado
mi espíritu me dejó
entre los gatos
se sumergió
hasta desaparecer
entre
paredes nebulosas
se hundió
dejándome
en el núcleo
de
una
célula…
León Cuevas. (Pachuca, 1985). Estudió la licenciatura en Artes Visuales. Es egresado del Diplomado en Creación Literaria de la Sogem y actualmente estudia la maestría en Apreciación y Creación Literaria en Casa Lamm. Ha escrito notas sobre espectáculos, rock, poesía, cine y literatura en diversos medios. Autor de la obra teatral Las seis muertes de Ofelia. Sus cuentos y poemas han aparecido en diversas antologías. Ha montado seis exposiciones individuales y participado en más de veinte colectivas. Ilustrador y coautor de la novela Trampas de Agustín Cadena. Autor del poemario Sal de alacrán. Pese a que su trabajo más reciente se ha alejado un poco de las artes visuales y se ha inclinado hacia las letras considera que el hacer poesía es otra manera de seguir pintando.