Desde la hamaca
(Columna)
Por Mercedes Alvarado
Mucho se dice que en México la revolución dejó grandes y numerosas novelas, pero no una ‘poesía de la revolución’ y aun, afirman los estudiosos, que su falta se debe en buena medida al cambiante escenario de alianzas y traiciones que hacían prácticamente imposible un corpus ideológico bien cimentado entre los poetas de aquellos años.
Será, tal vez, que es más común identificar a los intelectuales del sistema antes que a los intelectuales de la clase campesina. Pero he ahí que a cien años del asesinato de Zapata se siguen entonando los corridos que han perpetuado el mito de un hombre que según cuentan, al presenciar el despojo de tierras, con apenas nueve años aseguró a su padre: ‘¿no se puede? Pues cuando yo sea grande haré que las devuelvan.’
Quizá hacía falta tiempo para que la palabra, y los poetas, asimilaran todo lo que se vivió en quince años convulsos. Pero la poesía es siempre, pese a todo, un acto revolucionario. Y hoy, a propósito de esta tierra mexicana que sigue siendo trabajada por tantos y poseída por tan pocos, rescatamos algunos poemas de Salvador Novo, Efraín Huerta y José Emilio Pacheco.
Del pasado remoto
Salvador Novo
Del pasado remoto
sobre las grandes pirámides de Teotihuacán,
sobre los teocalis y los volcanes,
sobre los huesos y las cruces de los conquistadores áureos
crece el tiempo en silencio.
Hojas de hierba
en el polvo, en las tumbas frías;
Whitman amaba su perfume inocente y salvaje.
Nuestros héroes
han sido vestidos como marionetas
y machacados en las hojas de los libros
para veneración y recuerdo de la niñez estudiosa,
y el Padre Hidalgo,
Morelos y la Corregidora de Querétaro.
Revolución, Revolución
siguen los héroes vestidos de marionetas,
vestidos con palabras signaléticas.
La literatura de la revolución,
la poesía revolucionaria
alrededor de tres o cuatro anécdotas de Villa
y el florecimiento de los maussers,
las rúbricas del lazo, la soldadera,
las cartucheras y las mazorcas,
la hoz y el Sol, hermano pintor proletario,
los corridos y las canciones del campesino
y el overol azul del cielo,
la sirena estrangulada de la fábrica
y el ritmo nuevo de los martillos
de los hermanos obreros
y los parches verdes de los ejidos
de que los hermanos campesinos
han echado al espantapájaros del cura.
Los folletos de propaganda revolucionaria,
el Gobierno al servicio del proletariado,
los intelectuales proletarios al servicio del Gobierno
los radios al servicio de los intelectuales proletarios
al servicio del Gobierno de la Revolución
para repetir incesantemente sus postulados
hasta que se graben en las mentes de los proletarios
-de los proletarios que tengan radio y los escuchen.
Crece el tiempo en silencio,
hojas de hierba, polvo de las tumbas
que agita apenas la palabra.
Tortuga 1910
Efraín Huerta
La Mexicana
Es la única
Revolución
Que ha girado
Como loca
A 45
Revoluciones
Por sexenio.
Alta traición
José Emilio Pacheco
No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal)
daría la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques de pinos,
fortalezas,
una ciudad deshecha,
gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
-y tres o cuatro ríos.
Dicen también que la poseía civil (o social) debe abordar la visión de un futuro y aludir a la historia reciente, y que el nacionalismo estaba exiliado de los versos
A propósito del centenario del asesinato de Zapata rescato hoy algunos poemas sobre esta tierra -mexicana- que sigue siendo trabajada por muchos y, sin embargo, poseída por muy pocos.
La tierra es de quien la trabaja, fue el lema del movimiento que proponía una reforma agraria radical misma que, cien años después, sigue pareciendo lejana en los hechos.