Danseres – El susurro de la bestia

MG 9755

Antonio Guillén

 

En sentido contrario a ese tren que para los migrantes significa la muerte, Danseres  nos trae desde Tijuana un dueto de bailarinas, cuya conciencia social transforma en movimiento la lucha de quienes hacen su vida en los caminos. Prueba de ello es la doble intención de su última gira (que contempló San Miguel de Allende, la Ciudad de México y Oaxaca) en la que, por una parte, buscan el rescate de espacios en colaboración con artistas locales y por otra, plantean desde distintas formas corpóreas la tragedia de los marginados.

Antonio Guillén

 

 MG 9755

Solo de Absynthia Tj en el teatro Ángela Peralta, San Miguel de Allende. Fotografía por Jesús Alexandre ©

 

En sentido contrario a ese tren que para los migrantes significa la muerte, Danseres nos trae desde Tijuana un dueto de bailarinas, cuya conciencia social transforma en movimiento la lucha de quienes hacen su vida en los caminos. Prueba de ello es la doble intención de su última gira (que contempló San Miguel de Allende, la Ciudad de México y Oaxaca) en la que, por una parte, buscan el rescate de espacios en colaboración con artistas locales y por otra, plantean desde distintas formas corpóreas la tragedia de los marginados.

No obstante el punto de partida de Absynthia y Liliana Tragaluz no debe entenderse como una denuncia social aislada, sino como consecuencia del estilo que desarrollan. Ambas pertenecen a «Baxtalo Caravana Tribal» dese hace algunos años, agrupación que tiene como filosofía el rescate de la danza como un fenómeno colectivo y la fusión de distintos estilos escénicos y musicales (como belly dance, performance teatral, clown, jazz), fusión que, con reminisencias del nomadismo gitano, construye al bailarín a través de un recorrido sin permanencias y abierto al intercambio multicultural. 

Una vez comprendido esto podemos aproximarnos con mayor precisión a lo que sucedió en la función del 26 de febrero, presentada en la Biblioteca Manuel José Othón de la Ciudad de México con el apoyo logístico de Canek García y la participación del poeta Andrés Cisneros de la Cruz en dos de los performance.  Como nota al pie debo especificar que el espacio escénico donde se desarrolló Danseres  no era el adecuado para hospedar una propuesta de esa naturaleza, hizo mucha falta un juego de luces profesional y una infinidad de detalles técnicos que hubieran facilitado el efecto que se alcanzó a pesar de las vicisitudes. Y en este sentido, analizando el tipo de recintos dónde se han presentado todos los miembros del equipo, es obvio que hay una intención de rescate por parte de todos ellos, que conocen a la perfección la diferencia.

El programa se dividió en tres partes, la primera conjuntó cuatro cuadros de danza, la segunda consistió en la proyección de un documental llamado «La tribu» y la tercera contó con varios performance y danza de fuego. 

Todo comienza con «Desvaríos de amor migrante», donde el viento arrastra a quienes no quieren partir de la tierra que aman y agitan con un afán inútil el silencio del espacio. Hay mucha sutileza en la música y los movimientos reflejan la contención de los aprehensivos frente a la violencia del tiempo.
En el segundo cuadro, «Bestia-presa», Absynthia conjura a ese tren devorador de migrantes con un tono severo, sus movimientos son más bien espasmos, colman el desamparo y transforman la escena en un lugar baldío, demasiado grande es el interior de la Bestia, demasiado estridente su voz que susurra con las voces de quienes buscan sobrevivir.
En el tercer cuadro, sin abandonar el tono de sombra, Liliana incendia con su brizna el vacío de la inmensidad anterior, la fusión tribal abre un puente entre una música y movimiento antagónicos que nos confrontan y desafían, recargando de electricidad la atmósfera.
Absynthia cierra la primera parte tocando nuestra conciencia con un poema de Mardonio Carballo llamado Huetzkicorazón, templando la suma de los cuadros anteriores.

En su totalidad las coreografías de la primera parte proyectan un dolor hondo y los movimientos son metáforas del tránsito posterior al exilio, idea que complementan los vestuarios, pues sugieren personajes que bien podrían morar en el desierto. Hay a su vez riqueza de matices sin que el hilo conductor se rompa, no obstante la fusión de movimientos y música que pertenecen a distintos contextos pueden llegar a desconcertar al espectador acostumbrado a las convenciones. 

En la segunda parte se proyectó el documental «La tribu», que tiene como intención para explicar los principios de la improvisación tribal y su filosofía, que involucra una búsqueda, no sólo de carácter artístico sino también espiritual, dicho en una frase: la música es el templo donde los hombres comulgan cuando la danza los materializa. 

La tercera parte apuesta por llegar a esa comunión a través del performance, propone un cambio mucho más íntimo. Lo que se siente es real. Los movimientos abandonan su cauce coreográfico para constituir un espejo. La intervención de Andrés Cisneros cambia la frecuencia del agua contrarrestando la tragedia de la primera parte, la catarsis desata su tensión para sumergirnos en la música. Al final, regresa la potencia con una improvisación tribal con fuego, fuego de la purificación. 

En suma el espectáculo nos ofrece bastante riqueza estética y habla con intensidad a pesar del reto que representa una sede tan inhóspita. Por otra parte el rescate de la biblioteca pública como templo donde la cultura se suscita, me ha hecho atestiguar un duro combate entre el optimismo por salvar los espacios abandonados y la poca posibilidad que tienen de sobrevivir, pero creo que la lucha lo vale, porque de otro modo estaríamos aceptando que nos exilien (poco a poco) de la cultura, del mismo modo que la marginación exilia a los migrantes y los obliga a viajar en la Bestia, cuya ruta (me temo) comienza a extenderse por sobre todas las cosas. Y en ese sentido Danseres viaja en dirección opuesta y al hacerlo, nos invita a cambiar la dirección del tren.

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