Sueños
Para Luis Aldaco Encinas
Me levanto con el ansia de un día nuevo. El poder esencial del aire me recibe, a partir del primer bostezo. Este cuarto es víctima del silencio, pero afuera todo es presa del ritmo y el bullicio. El sol despierta, bajo el recuerdo de la noche. Enciendo un cigarro. Sigo apoyado en la memoria. Mi vista ahora es nítida, después del desvelo. Los vendedores, calle abajo, aúllan con un tono que empobrece el sueño de los escasos durmientes.
Alguien tira la primera pieza, no somos tú ni yo; un hombre robusto aparece entre el humo de cigarro. Los perros parecen estar contentos, mientras afuera el caos es más que exterminio. Debajo del balcón puedes palpar con tus ojos a un millón de caballos que enfurecidos despiertan el polvo que sus patas levantan, como queriendo desterrar la tierra misma.
Entonces emerge el Diablo y es a partir de su presencia, cuando comienza el mundo a girar sobre su propio eje.
II
Desde que sé que el mundo es magia, cada vez que salgo a la calle, mi paso se difumina en el punto sublime del desenlace.
Entro al vagón. La ciudad: urbe de historias, de almas en desconcierto. La mirada es palabras en silencio.
No bastan las palabras
Todo disfraz de arrogancia termina por sucumbir en la piel que le antecede. ¿Qué yace detrás de la imagen de mí mismo? Las palabras no son el acto, nuestra realización de lo ideal, pero sí quizá una ruta para encontrarlo. Es la magia del espíritu que llega a nuestra nave, con el eco profundo de la entrega, sin desidia ni arrepentimiento; es el espíritu que llega al corazón, nuestro centro, donde fluyen la sangre y la energía de sabernos.
El águila
En resumen,
el águila observa lo que quiere ver,
pero niega a toda costa
el arrebato de su permanencia.
Lecho
La tristeza del invierno
reposa en un gran hueco,
donde vive el deseo.
Bruma
En la blanquísima
bruma ascendente
vi elevarse al mundo
Grita el viento en la escalera,
más allá de las montaña