Carta a Claribel Alegría

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 En la estirpe de poeta te hermanas con nuestras antecesoras. Claribel, dos días antes de tu viaje, coloqué tu poema «Dame la mano». Lo coloqué en mi muro de facebook. Eran palabras que creí certeras para el hombre que amo. El hombre que amo ha empezado a conocerte y  dibujó abrazos cuando invoqué tus versos.

 

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Carta a Claribel Alegría

Madre y hermana poeta:

Elegiste zarpar el barco del aparente silencio el 25 de enero de 2018, día en que muchas nos congratulamos del nacimiento de Virginia Woolf, aquella que escribió y develó el paso de Las olas.

En la estirpe de poeta te hermanas con nuestras antecesoras.
Claribel, dos días antes de tu viaje, coloqué tu poema «Dame la mano».
Lo coloqué en mi muro de facebook. Eran palabras que creí certeras para el hombre que amo. El hombre que amo ha empezado a conocerte y  dibujó abrazos cuando invoqué tus versos.

Claribel, supe de tu existencia cuando yo era adolescente. Conocí tu libro «No me agarran viva». Me cautivó lo que leí en la contraportada: EL Salvador, revolución, testimonio. Ese libro entonces, quedó en mi mente. A ti me abrazó tu palabra y tu lugar de nacimiento, Nicaragua. El país ondulante en mi memoria. Naciste en Estelí, en 1924.


Tu nombre fue una premonición para hallar el verde en tiempos desolados. Por ello no dudé en comprar años después «Sobrevivo», el poemario que editó Casa de las Américas EN 1978. En ese libro conocí tus «Tamalitos de cambray» y en un curso le convidé de tu manjar a mis alumn@s. Un alumno dedicado al teatro, incluyó uno de tus poemas en una puesta escénica.

Llegó mi amiga Xochilt González a México. Venía de El Salvador tu otro país. CONCULTURA había sacado a la luz la gran antología Esto soy. Xochilt me regaló, así, ese libro, que por cierto prologó Gioconda Belli.

Con Esto soy pude dar un taller, sobre tu obra en el Museo de la Mujer. Much@s se preguntaban por qué tus libros no se consiguen en México.

Dudas, dudas. «Yo no sabía que existía», dijeron refiriéndose a ti.
Me enteré de tu muerte ayer en la mañana. Estaba en el Museo de la Mujer. Le darían el Premio Clementina Díaz Ovando a Elena Poniatowska.
Un compatriota tuyo me mandó el enlace de “La Prensa”. Sentí un vuelco, pero mi voz fue ausencia de ello y desgrané silencio.

El año pasado en ese Museo di una charla sobre tu obra, a propósito del Premio Reina Sofía que recibiste. Un día después convocamos a un recital poético en homenaje a ti. Tengo que decirtelo madre – hermana poeta. Sólo llegaron los padres del joven músico y mi querida amiga Elvia Sánchez. Aun así Air Jain tocó y yo leí. Estaba triste por ti. Silencio sobre silencio.

Apenas el martes murió Nicanor Parra, poeta de estirpe mayor como tú, pero Claribel, te cuento que mientras las lágrimas por la ausencia de Nicanor eran río. Yo dudaba que pasara lo mismo contigo. ¿Políticas editoriales? ¿Canon literario? 

Ayer en otro evento en el que fue presentada la página «Escritoras MX«, alguien preguntó si la falta de conocimiento de tu obra se deberá a que eres mujer. Much@s se taparon los oídos. Prohibido hablar de desigualdad. «Las mujeres también maltratan, decían». Me sentí triste.

Hoy es viernes, es de noche y me siento cansada. Hoy le mandaré de nuevo uno de tus poemas a ese hombre que me ha hecho descubrir el amor. Tú amaste a Darwin Flakoll, así que me entiendes si te digo que me urge hallar tu poema «Historia de amor».

El hombre que amo asistirá al recital íntimo que armaré con tus poemas. Y habrá un corazón que se una a decirle no a la derrota y sí a continuar dando a conocer tu obra.


¡Hasta siempre Claribel, madre y hermana poeta!

Rocío García Rey

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Carta a un desterrado

(De  Variaciones en clave de mí, 1993)

Mi querido Odiseo:
Ya no es posible más
esposo mío
que el tiempo pase y vuele
y no te cuente yo
de mi vida en Itaca.
Hace ya muchos años
que te fuiste
tu ausencia nos pesó
a tu hijo
y a mí.
Empezaron a cercarme
pretendientes
eran tantos
tan tenaces sus requiebros
que apiadándose un dios
de mi congoja
me aconsejó tejer
una tela sutil
interminable
que te sirviera a ti
como sudario.
Si llegaba a concluirla
tendría yo sin mora
que elegir un esposo.
Me cautivó la idea
que al levantarse el sol
me ponía a tejer
y destejía por la noche.
Así pasé tres años
pero ahora, Odiseo,
mi corazón suspira por un joven
tan bello como tú cuando eras mozo
tan hábil con el arco
y con la lanza.
Nuestra casa está en ruinas
y necesito un hombre
que la sepa regir
Telémaco es un niño todavía
y tu padre un anciano
preferible, Odiseo
que no vuelvas
los hombres son más débiles
no soportan la afrenta.
De mi amor hacia ti
no queda ni un rescoldo
Telémaco está bien
ni siquiera pregunta por su padre
es mejor para ti
que te demos por muerto.
Sé por los forasteros
de Calipso
y de Circe
aprovecha Odiseo
si eliges a Calipso
recuperarás la juventud
si es Circe la elegida
serás entre sus chanchos
el supremo.
Espero que esta carta
no te ofenda
no invoques a los dioses
será en vano
recuerda a Menelao
con Helena
por esa guerra loca
han perdido la vida
nuestros mejores hombres
y estás tú donde estas.
No vuelvas, Odiseo
te suplico.

Tu discreta Penélope

Dame tu mano

(De Saudade, 2000)

«Hoy me gusta la vida mucho                                                                                                                                menos
pero siempre me gusta vivir»…
César Vallejo


Dame tu mano
amor
no dejes que me hunda
en la tristeza
Ya mi cuerpo aprendió
el dolor de tu ausencia
y a pesar de los golpes
quiere seguir viviendo.
No te alejes
amor
encuéntrame en el sueño
defiende tu memoria
mi memoria de ti
que no quiero extraviar.
Somos la voz
y el eco
el espejo
y el rostro
dame tu mano
espera
debo ajustar mi cuerpo
hasta alcanzarte.

Autorretrato

(De Huésped de mi tiempo, 1960)

Malogrados los ojos
Oblicua la niña temerosa,
deshechos los bucles.
Los dientes, trizados.
Cuerdas tensas subiéndome del cuello.
Bruñidas las mejillas,
sin facciones.
Destrozada.
Sólo me quedan los fragmentos.
Se han gastado los trajes de entonces.
Tengo otras uñas,
otra piel,
¿Por qué siempre el recuerdo?
Hubo un tiempo de paisajes cuadriculados,
de gentes con ojos mal puestos,
mal puestas las narices.
Lenguas saliendo como espinas
de acongojadas bocas.
Tampoco me encontré.
Seguí buscando
en las conversaciones con los míos,
en los salones de conferencia,
en las bibliotecas.
Todos como yo
rodeando el hueco.
Necesito un espejo.
No hay nada que me cubra la oquedad.
Solamente fragmentos y el marco.
Aristados fragmentos que me hieren
reflejando un ojo,
un labio,
una oreja,
Como si no tuviese rostro,
como si algo sintético,
movedizo,
oscilara en las cuatro dimensiones
escurriéndose a veces en las otras
aún desconocidas.
He cambiado de formas
y de danza.
Voy a morirme un día
y no sé de mi rostro
y no puedo volverme.

Lamentación de Ariadna

(De Saudade, 2000)

No te pierdas, Teseo
vuelve a mí.
La playa está desierta
tengo los pies sangrientos
de correr en tu busca
¿será que me engañaste
dejándome dormida en esta isla?
Perdóname, Teseo
¿Recuerdas nuestro encuentro?
amor eterno me juraste
y yo te di el ovillo
y volviste a la luz
después de haber destruido
al minotauro.
¿Te secuestró algún dios
sintiéndose celoso?
No me inspiran temor
ni Poseidón
ni Zeus
es de fuego mi ira
y se alzará
desde estas aguas
hasta el cielo.
Vuelve,
vuelve, Teseo
no te pierdas
en los laberintos
de la muerte
anda suelto
el ovillo de mi amor
atrápalo, Teseo
vuelve a mí
soy tu tierra
tu luna
tu destino.
Clava en mí tus raíces.

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