Beethoven recupera el oído en el teibol

basuras escogidas

Jorge Pech Casanova

 

Leyendo los textos de Basuras cuidadosamente escogidas de Óscar Tanat, he evocado al poeta y boxeador Arthur Cravan, quien desapareció frente a las costas de Salina Cruz en 1918. Recordado más por su existencia aventurera y escandalosa o por su descomunal estatura (le faltaron dos centímetros para medir dos metros) que por su arte poética, Cravan era, sin embargo, un hombre de múltiples habilidades y oficios, cuya expresión aunada a sus acciones se anticipó en varios años al Cabaret Voltaire, al dadaísmo de Tzara y sus adeptos. En su poema Hie!, Cravan dejó una lista de sus disímiles ocupaciones, incluidas las de “químico, borracho, músico, obrero, pintor, acróbata, actor, estafador, juerguista, burgués, cactus, jirafa y cuervo”, sin enlistar la de editor de la revista Ahora, que es casi el único testimonio  de su belicosa existencia, además de una breve película en la que mide guantes con el campeón mundial Jack Johnson, quien lo tendió en la lona al sexto round.

Jorge Pech Casanova

 

basuras escogidas

Basuras cuidadosamente escogidas de Óscar Tanat. Editorial Cisnegro [Lectores de alto riesgo] .Ciudad de México, 2016. 

Leyendo los textos de Basuras cuidadosamente escogidas de Óscar Tanat, he evocado al poeta y boxeador Arthur Cravan, quien desapareció frente a las costas de Salina Cruz en 1918. Recordado más por su existencia aventurera y escandalosa o por su descomunal estatura (le faltaron dos centímetros para medir dos metros) que por su arte poética, Cravan era, sin embargo, un hombre de múltiples habilidades y oficios, cuya expresión aunada a sus acciones se anticipó en varios años al Cabaret Voltaire, al dadaísmo de Tzara y sus adeptos. En su poema Hie!, Cravan dejó una lista de sus disímiles ocupaciones, incluidas las de “químico, borracho, músico, obrero, pintor, acróbata, actor, estafador, juerguista, burgués, cactus, jirafa y cuervo”, sin enlistar la de editor de la revista Ahora, que es casi el único testimonio  de su belicosa existencia, además de una breve película en la que mide guantes con el campeón mundial Jack Johnson, quien lo tendió en la lona al sexto round.

La figura del beligerante Cravan internándose en el mar Pacífico a bordo de su barca condenada, mientras pierde de vista las costas de Salina Cruz, se me aparece entre las líneas de Basuras cuidadosamente escogidas al ritmo de un boogie woogie para pianola de Conlon Nancarrow, otro creador casi secreto que, después de pelear en España contra las fuerzas de Franco, se refugió en México a partir de 1940 para componer su desafiante música, que apenas hoy estamos escuchando con la debida atención.

Cine, música y literatura desafiante es lo que tiene ocupado hoy a Óscar Tanat en la ciudad abierta que es Oaxaca, cuya apertura tumultuosa –multánime, diría el estridentista Maples Arce–, nos sujeta a todos los que aquí vivimos a una paradójica clandestinidad cuando queremos expresar alguna forma de rebeldía.

De hecho, una paradoja de este primer libro de Óscar Tanat es su conservadurismo: en plena acometida de los nuevos formatos y soportes para la lectura, el autor elige presentar sus explosivos manifiestos en un sucinto volumen impreso sobre papel; guiño, por cierto, al significado del libro en una época de reciclaje, como bien explica Andrés Cisneros en su presentación. Todos los papeles son, potencialmente, basura, sobre todo en un momento en que la lectura de libros está en entredicho.

Desde luego, este volumen tan delgado no se resigna a ser un simple objeto de lectura; quiere y puede ser considerado una herramienta de asalto. No está para ser leído en la comodidad de una sala de lectura, sino para ser entonado en alta voz, gritado y, de preferencia, arrojado a la cara de más de un político. Lo cual nos lleva a considerar  la verdadera contextura de este manifiesto antipoético de Óscar Tanat.

Si bien el texto está distribuido en lo que a primera vista son versos –e inclusive, al escucharlos, no pocas veces adoptan ritmos que corresponden al alejandrino, al endecasílabo y otros moldes melódicos convencionales–, este chorro de indignación, reto y diatriba se niega a ser entonado como inocente lírica. No desconoce los procedimientos ni las consignas de la poesía de diferentes etapas ya embalsamadas por la academia, pero rehúsa, reniega, repele ceñirse las cómodas indumentarias de la poesía. La concatenación de retruécanos, paronomasias, calembours, rimas internas y externas, es el recurso que Tanat elige para demoler las fragilidades líricas de su discurso. El fondo y la forma de estos textos, en realidad, son las del ariete fálico, el desesperado instrumento para asediar portones y murallas sensibles que se obstinan en no ser penetradas. Lo declara de inicio en Impotencia:

Oh, triste verga cabizbaja
que allende deprimida toda andas
Ya no te enhiestan los lúgubres romances
La carne expuesta a mediodía
Los sudores
Las nostalgias

E inclusive no puede evitar algún momento lírico ineluctable, como en el inicio de Mariposa:

En el teibol
Beethoven dibujaba
y anotaba las notas
de la Mari que Danzaba
y era Mar y sombra en el tubo

Pero su ariete verbal está sostenido con ambas manos y a veces hasta con otra mano amiga para acometer contra las llagas, la purulencia, la derrota de un país que no sabe cómo defenderse de sus políticos, de sus policías, de sus militares, de sus profesores, de sus poetas benditos, de otros cánceres que van dejando a las víctimas, nada más, la profilaxis del aullido como cura insuficiente. Ese coro de lamentos propone Tanat como ámbito donde Beethoven recupere el oído, quizá para que cuando el genio componga una sinfonía para catástrofe y rapiña, pueda él, Óscar Tanat, cineasta, actor, músico, letrista y librero, arreglar esa composición ante el tubo del téibol para añadir a su ariete fálico-lingüístico una nervadura de tal temple que logre penetrar los portones y las murallas sociales, esas hoy sólo violadas por políticos, guaruras y tropas con o sin uniforme.

 

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