AMAZONAS LANHKEEKHE
(fragmentísimo)
Alfredo Coello
Regreso a su territorio después de veintiocho años. Ah! Saudade! Porque ‘pisar tierra’ es una metáfora infinitamente imaginaria en este mundo acuático. Entre mis pisadas y las de mis acompañantes hay una distancia de siglos; hoy, aquella noche para mí desaparece y al mismo tiempo abre el arcoíris nocturno; la cosmología de todos los tiempos me acoge en sus misterios y todos los cielos nunca antes presentes acuden a la mirada de mi cuerpo.
AMAZONAS LANHKEEKHE
(fragmentísimo)
Alfredo Coello
“Es imposible transmitir la impresión que la vida produce en una época
determinada de la propia existencia; lo que constituye su verdad,
su significado, su sutil y penetrante esencia.
Es imposible. Vivimos como soñamos… solos.”
Joseph Conrad / El corazón de las tinieblas.
Regreso a su territorio después de veintiocho años. Ah! Saudade! Porque ‘pisar tierra’ es una metáfora infinitamente imaginaria en este mundo acuático. Entre mis pisadas y las de mis acompañantes hay una distancia de siglos; hoy, aquella noche para mí desaparece y al mismo tiempo abre el arcoíris nocturno; la cosmología de todos los tiempos me acoge en sus misterios y todos los cielos nunca antes presentes acuden a la mirada de mi cuerpo.
La primera vez viajamos a bordo de un barco pequeño desde la ciudad de Manaos (capital del estado de Amazonas). Estamos en el norte de Brasil y navegamos el Medio Río Negro, en compañía de una veintena de niños Waimirí-Atroarí hacia el área indígena que habita este grupo étnico. Fue una experiencia única e irrepetible en mi vida como antropólogo.
Suavizar la memoria ahora es necesario, guardo los momentos, las noches en que los guerreros Waimirí nos invitaron a acompañarlos a buscar Yacaré, era de noche y la caza es con arco y flecha; por cierto, su arco mide dos metros con diez centímetros (dato etnográfico, lo medimos) y en el trascurso por el río Alalaú a esas horas de luna llena, fue una noche inolvidable; en medio de la espesura de la selva, escuchar el aullido de la Guariba, toca lo imposible en lo visible y lo visible en lo creíble. El juego es la puerta de lo Imposible al transcribir y hablar de la sensación única en su canto.
Mi amigo Xará me explicó: le estaban entonando un canto de agradecimiento a la luna por permitirles ocupar y compartir su territorio con los indios Waimirí-Atroarí. Todavía hoy los recuerdo, seres humanos nobles y guerreros bravos. Pertenecen a la familia Karibe y en aquel entonces, todavía eran cazadores y recolectores; desnudos se amarran el pene con una especie de cordón que lo sujeta al bajo vientre y las mujeres usan una tanguita de coquitos que recolectan de la selva.
Fue a mediados de los años ochentas del siglo pasado cuando viví y conviví con ellos junto a dos amigos brasileños, ambos antropólogos y comprometidos con la causa de los pueblos indios del Brasil. En aquel entonces realizamos el estudio Los impactos Etno-ecológicos en las área indígenas, provocados por la construcción de Hidroeléctricas.
Pero es otra historia la que quiero contar y sólo quise recordar fragmentos de ésta para situar en mi mapa temporal el decurso de mi presencia en el Amazonía Legal. Nada más para cerrar este episodio, quiero dejar testimonio de los restos de bombas que encontramos en el recorrido por sus territorios. Después de la segunda guerra mundial, existen pocas partes del mundo donde se ha agredido a la población con Napalm; una es Vietnam y otra es el territorio de estos guerreros Karibe (aunque Ud. No lo crea) localizados en el medio Río Negro que junto con el río Solimoes, son los principales afluentes, de los más de mil, que alimentan el río Amazonas.
Y aún existían, en ese momento, sólo dos testimonios vivos de cómo fueron agredidos por el ejército brasileño, en los años setentas, estos guerreros Waimirí-Atroarí para convencerlos, asesinándolos, a ceder parte de su territorio para construir la hidroeléctrica ‘Balbina’ que fue una catástrofe ecológica para la selva del amazonas y para el territorio de los indios. En nuestro informe de carácter antropológico discutimos y especificamos cómo fueron y son impactados estos pueblos indios del amazonas por los Grandes Emprendimientos: fue discutido en el congreso nacional de Brasil. Queda para la historia…
CON LOS BANIWA DEL ALTO RÍO NEGRO
¿Por qué regresé al Amazonas? Mi amigo Lino Joâo das Neves, antropólogo y profesor de la Universidade Federal do Amazonas (UFAM), me invitó a participar en un programa de su universidad. Me interesó su propuesta. Resulta que han echado andar una “Licenciatura Indígena de Políticas Educativas y de Desarrollo Sustentable: Multilingüe” y con énfasis en la “Autonomía y Valores de las Culturas indígenas” en el Alto río Negro.
Por fin mi sueño interrumpido se iba realizar décadas y un siglo después (jé): navegar otra vez por el río Negro. Sólo que ahora sería por el Alto Río Negro. Esta región abriga múltiples y diversos sistemas eco- lingüísticos donde conviven 23 diferentes lenguas indígenas de cinco troncos lingüísticos diferentes: entre otras conviven ahí, el Tupí (Nheêgatu), Tukano Oriental (Tukano, Tuyuka, Desana, Wanano, Piratapuya, etc.), Aruak (Baniwa, Kuripaco, Tariano, Werekena) y Maku (Nadëb, Daw, Yuhup, Hupda), Yanomami, además del Portugués y el Español. (fuente: Ediciones de la UFAM)
Bueno, este panorama lingüístico es sólo una referencia sencilla para quien le interese la complejidad cultural, lingüística y política de los pueblos indios que habitan el nicho ecológico de esta región del Amazonas que abarca desde Colombia, Brasil, Venezuela y Guyana. Y entre la frontera de Brasil con Colombia me encontré con la gente Baniwa y Kurripaco.
Aquí quería llegar, he alcanzado la memoria acumulada en mi devenir como antropólogo en mis estudios y experiencias en Brasil, pero en este escrito esencialmente quisiera narrar lo que sucedió en mi caminar, fragmentos y anécdotas, entre vividas y compartidas con las del antropólogo y las del hombre que tuvo el privilegio de transitar por estos territorios culturales y acuáticos a los que pocos tienen la oportunidad de conocer (en el sentido del Conocimiento) y experimentar.
Después de volar desde la Ciudad de México a Sao Paulo y de ahí a Manaos (de nuevo), arribé a su aeropuerto, ahora totalmente diferente de aquel pequeño que conocí. Hoy moderno y con un estacionamiento enorme y vacío e intransitable, una especie de fantasma blanco horrible. Las reformas obedecieron a las olimpiadas en Brasil.
Entonces da inicio mi otro viaje por el Amazonas. Otra vez diferente y me toca vivir lo desconocido de lo invisible, me toca la intuición y lo sabía, no sé cómo ni por qué…
En el recorrido por la ciudad me asalta el ‘progreso’: increíble. Manaos hoy, en el 2018, tiene una población de un poco más de dos millones de habitantes. Manaos tenía cerca de cincuenta mil habitantes la primera vez que estuve ahí. Hoy, dice mi amigo, todas las motocicletas del mundo de menor cilindrada a 150, todas, se fabrican ahí. En esta ciudad hongo en medio de la selva del Amazonas.
Tomo un taxi a la ciudad universitaria de la UFAM. Dicen y les creo, es la única universidad en el mundo que se ubica en un nicho ecológico irrepetible. Interesante, tuve la experiencia de impartir aula de antropología en el mato de la floresta amazónica.
Partimos temprano hacia las profundidades de la selva. Nos tocó un período de sequías, dice la gente del lugar que pocas veces les había tocado ver al río en los niveles bajos en que estaba. Esta situación nos impidió navegar hasta la isla de Sao Gabriel da Cachoeira. Abordamos temprano un jet pequeño de diez plazas. Sobrevolar esa parte de la selva abrió el horizonte de mi memoria
Nos hospedamos en una casa que tiene la Universidad en esta isla. Ahí nos encontramos con varios lingüistas y sociólogos indígenas, algunos de ellos Sateré-Mawé, Kurripaco (con doctorado en filosofía). Todos ellos con destinos diferentes a impartir aulas en la ‘Licenciatura Indígena’.
Al día siguiente nos embarcamos rumbo al área de las aldeas Baniwa. Partimos temprano desde Sao Gabriel da Cachoeira. Navegamos todo el día por más de trecientos kilómetros de agua en una lancha de 40 caballos en motor de borda. En este transcurso nos acompañó un guía Baniwa sabio lector del espejo del río. En el río Içaná dejamos a un lado el Negro. Imposible relatar aquí todas la sensaciones de ese viaje. Nos asaltó la noche y tuvimos que pernoctar en la aldea Tayaçú.
Nos recibieron con tucunarés moquedos y con la ya famosa pimenta Baniwa. Aquí viven sólo ocho familias y cada una tiene entre dos y tres casas. Súper limpia y divididas por unos paisajes agradables, cada quien vive a su manera y al mismo tiempo en comunidad. De madrugada me levanto de mi hamaca y el misterioso canto del cosmos cubre el cielo estrellado: casi nunca en mi vida he tenido la oportunidad de estar tan cerca de mi propia intimidad con el universo que nos cobija.
Todo el cielo estrellado, las constelaciones, la vía láctea, el Cruzeiro do Sul y los fenómenos de luz son mi alucine y asombro. Presencié fenómenos nunca antes vistos (ahora sí), no me había tocado estar en su momento. Luces bellísimas aparecen y desaparecen en segundos, mi sensación es que están escondidas en los rincones de su obscuridad y de pronto, envían señales y yo las presencié.
En la cosmología Baniwa el universo se estructura en múltiples camadas, todas ellas asociadas a varias divinidades, sensaciones espirituales y “otras gentes”, como ellos afirman. Según Hohodene (chamán) su cosmos es una arquitectura del universo original ordenada por cuatro niveles: Wapinakwa (el lugar de nuestro huesos), Hekewapi (este mundo), Apakwa Hekwapi (el otro mundo) y Apakwa Esnu (el otro cielo). La cosmogonía Baniwa es de una complejidad imaginaria alucinante, nos cubre de asombro al platicar con sus chamanes. La lectura que hacen de las constelaciones, no tiene nada que ver con la interpretación imaginaria de occidente, pues ellos, en lugar de leer en las estrellas los símbolos de la Osa Mayor o cualquier constelación, leen en la oscuridad que sostiene las mismas contelaciones. En las noches, cuando nos reuníamos a platicar, me enseñaron a leer su cosmos. Difícil, me tendría que quedar unos buenos meses o años ahí para estudiar a su lado. Gente sabia, pues la “materia oscura” del universo es la gran interrogación actual de los “científicos occidentales”. Y todavía no la resuelven. Deberían consultar a los chamanes Baniwas.
Al día siguiente continuamos nuestra navegación. Los Baniwas en la aldea Tunuí ya nos esperaban. Cerca de la fontera con Colombia y por lo mismo: militares ‘vigilando’ la frontera de Brasil con sus vecinos. Tunuí da Cachueira es una comunidad en los confines del mundo imaginario de la Amazonia Legal. Y decir límites es hablar de un viaje.
Mi amigo Lino abre su aula de la Licenciatura. Yo lo apoyo, tomo notas, hago entrevistas y me dedico a saborear y beber el delicioso Açaí, pues aquí crece en abunacia esta bebida mágica que canta desde sus palmas. Dormimos en hamacas, en medio de ese silencio mágico de la selva que nos arrulla con la sinfonía de los instantes que inventa el gran río Negro. Todo un mes con sus noches.
Al regreso, en aquel entonces, cuando llegamos a Tunuí remontamos el río Negro a contracorriente. Hoy acompañamos la corriente, las cascadas, los tiempos de su presencia en el ‘otro espacio’ de ese ‘otro cielo’ de los Baniwa. Bajamos el río. El paisaje es embriagador, este río Negro es un vértigo poético de imágenes y lugares sagrados. Para el observador primario no hay escondite ni refugio de relación entre el río, la selva, el cielo, las nubes y sus habitantes; es el misterio profundo que significa transitar en medio del río y de pronto, volver la mirada hacia las márgenes y escuchar ese silencio que lo envuelve todo, resulta ser un tiempo mucho más allá del presente.
La realidad no es misterio, el misterio es la mismísima realidad. Si partimos de este simple fenómeno natural, en el estricto sentido de su significación, nos estamos enfrentando a varias posibilidades de que nuestro recorrido por el espejo del río se nos devele en sus propias entrañas. Y toda agua es universo de miradas y ensueños; contacté con los chamanes y espíritus del río.
Asistí a una reunión: círculo de energías todas juntas. Los kocares de color en plumas rosas y azules, la luz era tenue pero bastante nítida para que yo pudiera distinguir los chamanes Baniwas. Conversaban en silencio, un silencio tan profundo que sólo en mi sueño pude percibir lo que me contaban y en sus miradas ocultas escribieron sus mensajes y consejos.
Hoy me pregunto si con el tiempo terrenal que me queda ¿me dará tiempo para desentrañar su mensaje? No importa, su sola presencia me invadió y yo ahí… nadie mas… En las orillas profundas más profundas de cualquier profundidad en la noche de la Amazonia Legal entre los indios Baniwa.
En estos días de hoy la Amazonía esta ardiendo. Triste noticia y un coraje incontenible, pues sabemos muy bien quien está provocando tamaño desastre “natural”; ahí están las manos y los intereses del gran capital agroindustrial de Brasil y la propuesta de ése individuo que se dice presidente de éste hermoso país, hoy lastimado en sus raíces por la ignorancia y la estupidez del Poder. Pero bueno, será en otra ocasión que hablaremos de esta situación.