Por Lazlo Moussong
Puesto que la flamante ley contra la discriminación –elaborada por el lamentable chambista y neo-foxista, ex-comunista, ex-digno político, ex-respetable disidente Gilberto Rincón Gallardo– condena implícitamente como expresión delincuencial al humor político, porque ridiculiza (humor que despertó conciencias y disidencias contra el imperio de Maximiliano, la dictadura porfiriana y el clero cerril de ambos tiempos, como el de hoy), anuncio a mis amables lectores que, en lo sucesivo, intentaré la lisonja, la complacencia, el aplauso, la loa y hasta, para verme elegante, la lagotería y el dulce camelo. Me enfrentaré a muchas dificultades para adular en vez de satirizar o mentar maduras verdades, a menos que yo quiera vivir en la ilegalidad. Puesto que ya no podré burlarme de los bribones y las bribonas, tendremos que dejar sin respuesta las burlas infinitas que éstos y éstas nos infieren a la mayoría de los mexicanos, unas y unos en la invocación del cambio panadero, otros en la integración de la complicidad y la revancha privilegiada y otros en la ineptitud y la neo-voracidad del pe-erre-hache negativo.
Ahora deberé tratar con pinzas, enguantado y protocolario, a los farsantes, las señoras hipócritas y desmedidamente ambiciosas, los señores mentirosos e incapaces, los hitlercillos de las finanzas públicas, los banqueros extranjeros o no (¿me enjuiciarán por calificar a alguien de banquero?), los congresistas (¿esta palabra también se tomará como ridiculización?), los burócratas de la justicia, los ex-presidentes y otros tipos de ex-hombres, y demás fauna depredadora. Pero nadie podrá tacharme de irrespetuoso, pues lo único que hago por medio de la sátira es darle a cada quien el respeto a que se merece.
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Por esa ley represora, sería justo que quienes otorgan premios a periodistas apoyaran a los articulistas y columnistas satíricos –con una vieja tradición mexicana y que ya formamos una población comunicadora considerable– y nos reconocieran en las premiaciones. No crean que basta con hacerse el chistoso como esos frívolos de Quevedo, Cervantes o Fernández de Lizardi por sólo citar a tres de los peores ejemplos, sino que en nosotros hay trabajo, mérito y especialidad en el manejo del idioma, en el aprovechamiento que les damos a los indignos, en la intención y el compromiso políticos y en el efecto sobre la conciencia de los lectores; ya se premia –con justicia– a quienes dibujan caricaturas, pero nunca a quienes escribimos caricaturas no gráficas.
Comenzaré hoy mismo por hablar bien de alguien, pero será por convicción y auténtico reconocimiento: Mi calurosa felicitación a Víctor Guerrero por haber emprendido una nueva experiencia periodística con su columna Agenda. Soy testigo directo de su plena probidad y su aguda percepción de lo que tiene calidad y lo deleznable, de lo auténtico y lo falso, durante los años que compartimos en la revista Plural de EXCELSIOR, donde ganamos amigos y perdimos otros por cuidar con rigor la calidad de la revista. Veo en su Agenda que habla de asuntos que no tocan otros columnistas, y su probidad nos permite confiar en los hechos y los juicios que plantea. EXCELSIOR sigue mejorando.