UN VINO INMORTAL
Yo había dado unos pasos, tumultuosos.
Así viví.
Era un hombre enraizado como hileras en par de
sicomoros.
Copudo
y tumultuoso, yo me aferraba: cuánto me oponía,
al agua. Cobrar la pieza;
asistir. Todo
ser
era yo: yo era veinticuatro veces, incorregible;
llamado el
Venturoso.
Hablaba, con
familiaridad;
conseguía pasar
desapercibido, me
escabullía: yo
el Desprovisto; me creyeron. A todos respondía
con mi ropa de
cama recién
oreada, camisas
aromáticas de
muchachón
libertario, yo
estaba a punto de entrar todo bruñido a mi edad
adulta, no
recuerdo
exactamente qué edad o si la edad se diluía;
desde entonces, el
sol me cegó: ciego
y hecho
de bizqueras, todo jorobeteado me encontré aquel
día, tan normal: qué
fue lo imprevisto si
el sol
de la mañana
traspasaba diluyendo el desayuno como todas las
mañanas por los
cuarterones en la
ventana de mainel
de la cocina: nos
despedimos; nunca más volví. Como siempre: el
sol me había cegado
esa mañana y yo de
mi halo envejecí de
pronto y con un paso
lateral
me encharqué hasta el tobillo de cúpulas que no
había visto, en todas
partes: hasta el tobillo
me encharqué
en el lagar
que está frente por frente de casa y desde una
ventana estoy embebido
hará unas horas o cuánto,
quienes
entran
salieron; son mis escabullidos: aquello me mataba
y por fin lo supuse, así
lo vi; reaparecía. Era
por fin
el Maniatado ojos abiertos de par en par y un vino
incandescente en la punta
de la lengua: todo reflejos;
yo tan subido de aquel
poso de inercias
en el lagar.
CONSUMACIÓN
Entró en la cocina
con un manojo de romero en la mano, hizo
girar el reino de los cielos, dos aromas
en el calor de la tarde: almorzamos
hasta la extremaunción de nuestro sistema
respiratorio
perfumado: hablar,
aroma y regüeldo a romero: reír,
el sistema digestivo tritura y tritura hasta
su exhalación (contumaz): ya llegamos;
dos aromas en el desorden del mantel
y las sábanas.