10 Poemas de José Kozer (parte 1)

JKFOTO EDUARDO MONTES BRADLEY 1

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BALNEARIO LA CONCHA, 1954

Era domingo, cuatro decisiones.

 

Mi madre nos nutría de linfa, hidromieles: se
         asomaba papá de veguero
         y visera, mangas

 

cortas. Yo

 

proponía ir más allá de los cuatro tazones de
         café con leche, hablaba
         de otras ciudades con
         muros sembrados

 

de logaritmos

 

y espirales al almuecín, yo me iba: y mi padre
         proponía el color
         esmeralda de las
         playas, mamá
         temblaba. A
         sus anchas

 

temblaba

 

cuando nos íbamos los dos de casa, padre y
         varón veteados en un
         revuelo de naftas y
         aceleraciones, dos

 

fotutazos

 

de albricia descarada por el amanecer y el
         domingo, las mujeres en
         casa: nos desnudábamos
         de pelo

 

en pecho

 

al llegar a las casetas y mientras digeríamos
         al sol el desayuno mi
         padre recapacitaba
         acerca del árbol

 

lila

 

y los caramelos que robó de niño, su guante
         blanco de artillero
         polaco y el caftán
         orlado de arabescos
         policromos

 

para

 

días festivos, el raído caftán de peregrinaciones:
         nadábamos un poco
         hablábamos otro
         pedazo de aquellos
         profetas interiores
         que escogían a un
         niño, lo enseñaban

 

a narrar

 

y el niño aprendía de golpe, nunca jamás
         desfallecía. Nadaba

 

mi padre

 

como un perro lacio de aguas y lo vi sonrojarse
         cuando habló de una
         amiga villaclareña,
         tembló

 

y hablamos

 

en seguida de su sombrero de nutria y el
         carromato ígneo
         de la guerra: nada

 

nos detenía ya

 

y compartimos una mano de mamoncillos bajo
         la sombra de una yagua,
         llamábamos

 

al tamalero

 

por su nombre y pensamos en casa, traeríamos
         a dos manos el maní
         en los cucuruchos:
         llegaríamos, dos
         ráfagas

 

de sal

 

a casa mi madre me dio un beso que yo di a mi
         padre cuando besó a
         mi hermana, besamos

 

el pan

 

de flauta a la mesa y hundimos las manos en
         los bolsillos un momento
         para hacer silencio y dos
         genuflexiones, comprobar
         un momento que éramos
         cuatro: el Maestro

 

y la noria

 

con el Vidente y la noria que no abriría en el
         suelo aún contra nosotros
         cuatro un espacio, nos
         quedan suelo y brisa
         parsimonia y arena
         en la boca cuajada
         de canela, gofios y
         espléndidas natillas
         en los cuatro

 

cuencos.

BIENVENIDA

Un canal

de aguas lívidas cruza el desierto de Gobi en toda
         su extensión.

En el juego

de los eslabones se extravió un Emperador de la
         dinastía Sung.

Pasa

a caballo ida y vuelta día y noche, raudo: a su
         paso se quiebran las
         aguas (se amansan)
         recogen

la lenta

configuración de una bestia de carga. Y cada siete
         años (séptimo día
         de un séptimo mes)
         dimana

una luz

del fondo de aquellas aguas, el Emperador (inmaculado)
         y su corcel (inmaculado)
         se refugian

por fin

en una misma sombra y los pueblos festejan la cordura.

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