Poesía de Pedro Gallegos

Pedro Gallegos
Neza
Tu quiri nadxi'
jñaa Xti
Quiri' nadxi' Guidxi Xti
Gunna ni
Ti dxi
Cuca' diaga
Ti saa
Xti binnizá
Pedro Gallegos
Neza
Tu quiri nadxi'
jñaa Xti
Quiri' nadxi' Guidxi Xti
Gunna ni
Ti dxi
Cuca' diaga
Ti saa
Xti binnizá
Cristian Poot
Nostalgia de pájaros
Yo no sé si ahora
crecen las flores donde hojas secas
miro caer durante el día
Mora el trino donde mora la ausencia
Poemas de Armando Alanís Pulido
Llegas helada como el amanecer
Llegas despavorida,
haciendo o provocando un sonido,
llegas a tiempo.
De Memoria de la luz:
I
Cielo desgarrado de luz,
lágrimas azules,
las manos del aire,
tenues,
te han dibujado
en los dolores antiguos ya abandonados por el tiempo,
en el tejido donde han crecido ausencias,
olas por donde cabalgan sueños,
tierras extendidas para que la nave,
vencida de horizontes,
ice de nuevo las velas zurcidas
por donde la voz,
por donde el viento,
por donde la luz recuperen
el trazo que un gesto te ha cincelado
en los ojos.
Yessika María Rengifo Castillo
Entre ríos
De aquel rincón bañado por polifonías
que las plazas llenan con los sueños;
Por Manuel Becerra
Otra canción de la ballena
La ballena es una isla efímera.
Alberga sobre el lomo, como un buey de mar, un cayo de pájaros.
Dentro de ella un manglar se refocila y se empobrece en cuestión de segundos cuando salta, da una contorsión y golpea de regreso la piel del mar.
Su corazón es una piedra calcárea que cada tanto vuelve a su punto de ebullición.
Tiene un espiráculo sobre su cabeza igual que un pozo en la colina:
Si el brocal se descoloca, cabe la posibilidad de la luz;
a partir de entonces la luna descubre en el interior a un hombre barbado
con un gorro de papel periódico asando un bagre en torno a una fogata.
El hombre levanta un leño encendido, contra la noche de la ballena, y alumbra sus paladares en cuyos muros está escrita la historia de las estrellas.
Su balada oscura de Silicio es tan antigua como la rotación de la tierra.
Existe otra forma de cantar, pero existe bajo el agua.
En otra vida la ballena fue una nube de tordos, un hombre que murió bajo la espada.
Mery Yolanda Sánchez
Cascada
Eras la confusión y la magia, la marioneta y los dedos. De golpe la vida tartamudea y te inquietas por los mutilados, si sueñan en los trajes que alargan sus pasos, si sostienen el cosquilleo del lamento. Bailas con los lisiados y la imagen que guardan en el zapato que les estorba.
Por Manuel Becerra
El cuerpo de mi hija se compone
de agua y de fiebre. De madrugada
la sonrisa cumple su oscuro oficio.
A la hora del frío y del mercurio
retrocede la mano de la madre
como el mar de la bahía.
Entonces hay que poner paños húmedos.
Sobre sus flecos negros la coronan
la fiebre y el deshielo,
las coyunturas cálidas, la llaga
en el rencor por la vida.
Junto a mí, enfermo y pequeño
su cuerpo le hace de ángel y vuelve del delirio
con llagas en las manos.
Pienso en esos momentos de poesía y de alquimia
y mi hija me señala a lo lejos un cerro
colmado de pequeñas aldeas y me dice:
mira, un cementerio barcos.
Iván Vergara
Un silencio atlántico
Mi padre cruzó un continente,
se convirtió en indio posmoderno
al entrar por la aduana del nuevo mundo,
Por Manuel Becerra
Crónica de la gente que ama los gatos
Pocas cosas sabemos sobre los gatos. Sabemos que su cabeza es del tamaño de una rosa natural y que es similar en peso y volumen al puño cerrado de un niño. Pero también sabemos que el rostro del gato nunca está en un solo sitio.
Mientras permanece adormecido en las manos de Grecia, mi hija, también está en el árbol de una vida pasada, bebe leche de almendras en una casa en Estambul, cruza a los vagabundos a la otra orilla del Leteo, devuelve con una arcada una bola de cabellos o está donde alguien cincela su rostro para la tumba de un rey.